punto de quiebre
Creo que no hay nada mejor que presentar
un buen primer libro. En este caso uno de relatos.
Pero la satisfacción es mayor cuando el
autor de ese libro es un amigo tuyo, a quien estimas y admiras.
*
Antes de hablar de las virtudes de la
presente publicación, no puedo dejar de expresar mi satisfacción por la vuelta
al ruedo de Matalamanga. Dentro de la eclosión editorial que vimos hace algunos
años, Matalamanga se proyectaba como una editorial representativa. Que en estos
últimos años se haya dejado estar, ese es otro problema, otro asunto, otro
discurso. Lo que debemos subrayar es que necesitamos más sellos como este, que
se den el gusto de publicar los libros que quieren publicar, no lo que les
imponga la necesidad del dinero rápido, como lamentablemente seguimos viendo.
*
Vayamos a lo que nos compete.
Primero, quiero hablar de Stuart. Como
dije líneas arriba, estimo y admiro al autor.
Lo admiro porque desde que lo conocí,
supe que estaba ante un lector voraz. Stuart es un lector que escribe. Un
lector, dicho sea, peligroso, cuyo afán por leer lo que desea le ha permitido
sortear toda clase de obstáculos. Ojalá tuviera su edad y así aprender de él,
ser tan rápido y natural. Aún recuerdo la ocasión en que fue a buscarme con los
tomos de El cuarteto de Alejandría.
Esa vez me quedé callado, a lo mejor ligeramente obnubilado a razón de una
proeza que muy pocos son capaces de llevar a cabo.
Sin embargo, lo que más recuerdo de todas
sus visitas: cuando me entregó el ejemplar de esta publicación.
Me sorprendió porque Stuart se lo tenía
muy bien guardado. El libro ya había salido de imprenta hacía unos meses y yo
ni enterado del asunto.
Cuando se fue, me puse a picarlo. Quizá
bajo un ánimo condescendiente, no muy machetero. Pero lo que empezó siendo un acercamiento
afectuoso, devino en una satisfacción por la propuesta que encontraba.
Por lo general, cuando nos topamos con
libros-debut, casi siempre cuentarios, solemos toparnos con propuestas
orgánicas, en las que notamos, a veces con algo de dificultad, un hilo
conductor que une los relatos. Se trata pues de una estrategia, no pocas veces
el tema es una buena coraza para las deficiencias estructurales y narrativas de
los debutantes. El tema es una especie de “Perdonavidas”.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando el
cuentario que lees tiene todo menos una coherencia orgánica? ¿Qué piensas
cuando no hay un solo tema, sino varios, cada cual más independiente del otro?
O bien se es un irresponsable o alguien que arriesga, dispuesto a quebrar la
medianía.
Como todo autor consciente de sus
recursos –y vaya que Stuart los tiene-, su libertad la despliega como bien le
viene en gana. En ellos es posible ser testigos de su inclinación por el arrojo
y el riesgo, privilegiando de esta manera su mirada, por demás curiosa. Llama
la atención los perfiles de sus personajes. Uno no puede sino encariñarse con
este grupo que exhibe una actitud que oscila entre la ingenuidad y la
pendencia, con una postura ante la vida que los pinta de Adultos que se portan
como niños. Es que de alguna u otra manera, estamos ante gente bastante tocada
de la cabeza, enfrentada a situaciones en los que prima un punto de vista
peculiar de la realidad.
El punto de vista.
En el punto de vista de sus personajes
encontramos la dote narrativa de Stuart. Pensemos en los relatos “La guerra
según Octavio”, “Duérmete, niño”, “La cacería” y en el que da título a la
publicación. Leemos entre líneas y nos es imposible no pensar en sus influencias
literarias, siendo la de Dahl la que se impone por deuda. En este sentido,
nuestro joven autor ha sabido alimentarse bien de su influencia, ha captado la
otra mirada de la realidad. Y esa otra mirada es lo que le permite llevar a
cabo una libertad pocas veces vista en nuestra narrativa reciente. Es decir,
hallamos un punto de quiebre, por demás, muy saludable.
Muchas veces se nos ha hablado de
libertad que no deben perder los narradores. Pero hemos entendido mal esta
libertad. La libertad no está en lo que quieras escribir, sino en la fuerza de
la mirada. Leyendo el libro podemos llegar a la certeza de que Stuart, aparte
de leer como una bestia, no ha hecho otra cosa en toda su vida que no sea la de
afinar su mirada. Stuart es un detector de grandes detalles desapercibidos.
“Autógrafo” y “La noche turca” sean
quizá los relatos insignia del presente libro. Leo y releo el primero de los
citados y no puedo sentir otra cosa que no sea estremecerme. No por lo que se
nos cuenta, sino por la forma en que aborda el tópico. Casi siempre los
retratos sobre el padre son hechos desde el resentimiento y el trauma. No hay
pues una fuerte tradición feliz sobre la figura del padre. El relato de Stuart
no es tampoco uno feliz, pero sí intenta hacerlo en la medida de lo que ha
sabido extraer de Kafka y Auster –así de encontrados son sus referentes-,
entregándonos un testimonio disfrazado que irá creciendo a medida que pase el
tiempo. Un lector como Stuart no pudo rehuirle al mundo de los escritores. “La
noche turca” no es más que una patética radiografía de lo que es el mundo
literario. Aquí no hay una referencialidad inmediata. No hay un realismo
mimético literario. Lo que hay es una inmersión en las trampas que nos depara
el ego. No sería descabellado pensar que los personajes del relato sean unos
poseros tarados, poseros tarados no por naturaleza, sino por una necesidad de
nutrir el ego, de sentirse alguien en un microcosmo en el que no necesariamente
se tiene que tener talento o haber leído mucho. No, lo que Stuart nos presenta
es la frivolidad innata y circense de todos aquellos que anhelan llevar una
vida literaria en vez de una vida consagrada a la escritura.
Stuart, querido amigo. No tengo más que
decirte. Estás en el mundo de la literatura desde hace mucho tiempo. La muerte es una sombra es un buen paso,
un testimonio de tu convicción y pasión por esta apuesta dura pero estimulante.
Lo único que te pido es que no te
pierdas y no chupes más. Abandona el Don Lucho.
Gracias.
…
Leído en la presentación de La muerte es una sola de Stuart Flores.
2 Comentarios:
A TI QUÉ TE IMPORTA SI ABANDONA O NO DON LUCHO, PREOCÚPATE POR TU VIDA, LA LITERATURA PUEDE SALIR DE LA TRANQUILIDAD O DEL CAOS, A TUS 40 AÑOS YA DEBERÍAS SABERLO.
YO
jajaja
tienes razón, estimado anónimo
saludos
G
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