jueves, diciembre 19, 2013

punto de quiebre


Creo que no hay nada mejor que presentar un buen primer libro. En este caso uno de relatos.
Pero la satisfacción es mayor cuando el autor de ese libro es un amigo tuyo, a quien estimas y admiras.
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Antes de hablar de las virtudes de la presente publicación, no puedo dejar de expresar mi satisfacción por la vuelta al ruedo de Matalamanga. Dentro de la eclosión editorial que vimos hace algunos años, Matalamanga se proyectaba como una editorial representativa. Que en estos últimos años se haya dejado estar, ese es otro problema, otro asunto, otro discurso. Lo que debemos subrayar es que necesitamos más sellos como este, que se den el gusto de publicar los libros que quieren publicar, no lo que les imponga la necesidad del dinero rápido, como lamentablemente seguimos viendo.
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Vayamos a lo que nos compete.
Primero, quiero hablar de Stuart. Como dije líneas arriba, estimo y admiro al autor.
Lo admiro porque desde que lo conocí, supe que estaba ante un lector voraz. Stuart es un lector que escribe. Un lector, dicho sea, peligroso, cuyo afán por leer lo que desea le ha permitido sortear toda clase de obstáculos. Ojalá tuviera su edad y así aprender de él, ser tan rápido y natural. Aún recuerdo la ocasión en que fue a buscarme con los tomos de El cuarteto de Alejandría. Esa vez me quedé callado, a lo mejor ligeramente obnubilado a razón de una proeza que muy pocos son capaces de llevar a cabo.
Sin embargo, lo que más recuerdo de todas sus visitas: cuando me entregó el ejemplar de esta publicación.
Me sorprendió porque Stuart se lo tenía muy bien guardado. El libro ya había salido de imprenta hacía unos meses y yo ni enterado del asunto.
Cuando se fue, me puse a picarlo. Quizá bajo un ánimo condescendiente, no muy machetero. Pero lo que empezó siendo un acercamiento afectuoso, devino en una satisfacción por la propuesta que encontraba.
Por lo general, cuando nos topamos con libros-debut, casi siempre cuentarios, solemos toparnos con propuestas orgánicas, en las que notamos, a veces con algo de dificultad, un hilo conductor que une los relatos. Se trata pues de una estrategia, no pocas veces el tema es una buena coraza para las deficiencias estructurales y narrativas de los debutantes. El tema es una especie de “Perdonavidas”. 
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando el cuentario que lees tiene todo menos una coherencia orgánica? ¿Qué piensas cuando no hay un solo tema, sino varios, cada cual más independiente del otro? O bien se es un irresponsable o alguien que arriesga, dispuesto a quebrar la medianía.
Como todo autor consciente de sus recursos –y vaya que Stuart los tiene-, su libertad la despliega como bien le viene en gana. En ellos es posible ser testigos de su inclinación por el arrojo y el riesgo, privilegiando de esta manera su mirada, por demás curiosa. Llama la atención los perfiles de sus personajes. Uno no puede sino encariñarse con este grupo que exhibe una actitud que oscila entre la ingenuidad y la pendencia, con una postura ante la vida que los pinta de Adultos que se portan como niños. Es que de alguna u otra manera, estamos ante gente bastante tocada de la cabeza, enfrentada a situaciones en los que prima un punto de vista peculiar de la realidad.
El punto de vista.
En el punto de vista de sus personajes encontramos la dote narrativa de Stuart. Pensemos en los relatos “La guerra según Octavio”, “Duérmete, niño”, “La cacería” y en el que da título a la publicación. Leemos entre líneas y nos es imposible no pensar en sus influencias literarias, siendo la de Dahl la que se impone por deuda. En este sentido, nuestro joven autor ha sabido alimentarse bien de su influencia, ha captado la otra mirada de la realidad. Y esa otra mirada es lo que le permite llevar a cabo una libertad pocas veces vista en nuestra narrativa reciente. Es decir, hallamos un punto de quiebre, por demás, muy saludable.
Muchas veces se nos ha hablado de libertad que no deben perder los narradores. Pero hemos entendido mal esta libertad. La libertad no está en lo que quieras escribir, sino en la fuerza de la mirada. Leyendo el libro podemos llegar a la certeza de que Stuart, aparte de leer como una bestia, no ha hecho otra cosa en toda su vida que no sea la de afinar su mirada. Stuart es un detector de grandes detalles desapercibidos.
“Autógrafo” y “La noche turca” sean quizá los relatos insignia del presente libro. Leo y releo el primero de los citados y no puedo sentir otra cosa que no sea estremecerme. No por lo que se nos cuenta, sino por la forma en que aborda el tópico. Casi siempre los retratos sobre el padre son hechos desde el resentimiento y el trauma. No hay pues una fuerte tradición feliz sobre la figura del padre. El relato de Stuart no es tampoco uno feliz, pero sí intenta hacerlo en la medida de lo que ha sabido extraer de Kafka y Auster –así de encontrados son sus referentes-, entregándonos un testimonio disfrazado que irá creciendo a medida que pase el tiempo. Un lector como Stuart no pudo rehuirle al mundo de los escritores. “La noche turca” no es más que una patética radiografía de lo que es el mundo literario. Aquí no hay una referencialidad inmediata. No hay un realismo mimético literario. Lo que hay es una inmersión en las trampas que nos depara el ego. No sería descabellado pensar que los personajes del relato sean unos poseros tarados, poseros tarados no por naturaleza, sino por una necesidad de nutrir el ego, de sentirse alguien en un microcosmo en el que no necesariamente se tiene que tener talento o haber leído mucho. No, lo que Stuart nos presenta es la frivolidad innata y circense de todos aquellos que anhelan llevar una vida literaria en vez de una vida consagrada a la escritura.
Stuart, querido amigo. No tengo más que decirte. Estás en el mundo de la literatura desde hace mucho tiempo. La muerte es una sombra es un buen paso, un testimonio de tu convicción y pasión por esta apuesta dura pero estimulante.
Lo único que te pido es que no te pierdas y no chupes más. Abandona el Don Lucho.
Gracias.
 
 
Leído en la presentación de La muerte es una sola de Stuart Flores.

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

A TI QUÉ TE IMPORTA SI ABANDONA O NO DON LUCHO, PREOCÚPATE POR TU VIDA, LA LITERATURA PUEDE SALIR DE LA TRANQUILIDAD O DEL CAOS, A TUS 40 AÑOS YA DEBERÍAS SABERLO.

YO

9:24 a.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

jajaja
tienes razón, estimado anónimo

saludos
G

10:17 a.m.  

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