domingo, diciembre 29, 2013

recuentos / reediciones


Después de algunos días me pongo a revisar el acontecer literario local.
Ingreso a páginas webs, blogs y uno que uno otro muro en Facebook.
Presto atención a los recuentos.
Los leo y los vuelvo a leer.
Después de un rato, no sé si reír o llorar.
Genera risa la hechura de más de un recuento. Pero llama la atención que, a diferencia de otros años, ahora presenciemos la aparición de recuentos que llevan el cintillo de Delivery.
Así es, Recuentos Delivery.
Y es para llorar que más de un incauto los celebre. Lamentablemente, estamos en la era de la celebración de la mediocridad.
En los Recuentos Delivery no hace falta leer libros. No, qué va. Para hacerlos solo hace falta ser un criollazo y jugar bien las fichas de la promoción. Y claro, saber hacerla: pones a los que tienes que poner y, al toque nomás, metes la trampa, la bazofia que también calificas como lo más destacado del año.
¿La supieron hacer? Ni hablar. Los Recuentos Delivery Perú 2013 se delatan al toque.
*
Quedo tranquilo con mi consciencia. Fue una buena decisión no hacer un balance literario del 2013. Si lo hacía, me convertía en un asesino en serie.
Ahora, no todos los recuentos están rubricados por la frivolidad y la criollada. Ni hablar. Tenemos recuentos que sí merecen leerse, no por perfectos, tampoco por indiscutibles, pero sí por coherentes. Recuentos que me permiten aseverar que los hacedores de los mismos leyeron lo que eligieron como lo mejorcito del año. Por ello, me quedo con el de José Carlos Yrigoyen en Poema Inútil, con el de Víctor Ruiz en Correo Semanal y con el de Luis Aguirre en Caretas. Tres son suficientes. No más.
*
Como ya lo dije más de una vez. El 2013 es el peor año literario de los últimos cuatro lustros. Así de remal, de hasta las huevas, estamos. Los títulos que destacan son tan pocos y contados que pierden por goleada ante la legión de publicaciones mediocres que hemos tenido la mala suerte de leer.
Pues bien, llama mi atención la poca atención a las reediciones.
Si algo bueno trajo este 2013 fue precisamente un par de reediciones de libros fundamentales para la literatura peruana contemporánea.
Y aquí ha resbalado más de uno. Casi nadie se ha dado cuenta de la importancia de El pez que aprendió a caminar de Claudia Ulloa Donoso y de Generación Cochebomba de Martín Roldán Ruiz. Si estuviéramos más atentos a nuestra literatura, a su registro permanente, y no a las campañas autopromocionales de nuestros escribas, tendríamos más de un motivo para estar satisfechos de lo que se viene haciendo. Una reedición, más aún si esta es de un joven autor en pleno ejercicio de su propuesta, es de por sí un motivo de celebración que no tendríamos que soslayar.
Pero en nuestro circuito soslayamos.
Estamos tan ahuevados que no nos damos cuenta de lo que nos perdemos.
Nos enfocamos en cualquier estupidez y no en lo que verdaderamente suma.
Veamos:
Si los cálculos no me fallan, la nueva edición de El pez que aprendió a caminar ya debe estar agotada. Su autora es quizá la más dotada de su generación, dotada con ese aura que existe y que llamamos Talento Natural. Gracias a su Pez, Ulloa Donoso ya tiene un lugarcito asegurado en el imaginario literario (y no solo peruano) en por lo menos en tres generaciones más. De alguna u otra manera, soy un testigo presencial del éxito de Generación Cochebomba, la ya mítica novela de Martín Roldán Ruiz. Cachorros, queridas, no les exagero: esta reedición se acabó en dos meses. Es una novela de culto. De todos los libros de autores peruanos surgidos a partir del 2000, este de MRR viene suscitando tesis doctorales. ¿Por algo será, no?

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