martes, septiembre 16, 2014

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Acababa de abrir la librería. Hacía frío y pedí que me trajeran un café sin azúcar. 
Mientras esperaba, me puse a leer una novela que vengo releyendo desde ayer y que seguramente acabaría en las próximas horas. 
Encendí la radio, bajé el volumen, y de no sé qué estación radial salían cuatro temas al hilo de Kool and the Gang. 
La novela iba bien. 
La música también. 
Pero vino Don Marcelo. Don Marcelo es el señor que me trae los periódicos. Como era martes, compré La República. 
Me puse a leer el diario a medida que terminaba el café. 
Entonces llegué a Puente Aéreo, la columna del escritor y crítico literario Gustavo Faverón. 
El artículo de Faverón tenía el siguiente título: Los toreros metafísicos. 
Terminé de leer el texto y lo primero que hice fue preguntarme cómo una persona inteligente y con talento para escribir puede presentar un artículo tan ahuevado como este. 
Tenía sospechas, que como tales, personales, no tenían mucho asidero, porque no conozco a Faverón, pero el artículo en cuestión me reveló a un soberano patán (peor que su enemigo Aldo Mariátegui, para ser más preciso), que quiso dárselas de gracioso, de aventajado intelectual y de estadista pop a costa de una realidad que no conoce (prefiero pensar que no la conoce). 
O sea, este señor se burla de la gente, de la gente de a pie. Entre esta gente de a pie, hay un inmenso grupo que se ha visto perjudicado seriamente en su economía. Y para hablar de la gente de a pie no necesito pertenecer a la putrefacta izquierda local. No. Solo hace falta cierto sentido común, algo de sensibilidad, para darme cuenta de que la Reforma del Transporte no es el problema, sino su pésima ejecución, cuya logística no tuvo en cuenta a los menos favorecidos. Menos favorecidos, dicho sea, que venían reclamando una revolución en el transporte que los dignifique desde mucho antes que saltaran a opinar sobre el tema tipos como Faverón, que hablan como buenos, como si tuvieran la razón, defendiendo la mediocridad y la improvisación de un plan municipal hecho a lo bestia. 
Espero que Faverón recapacite de su porquería de artículo de hoy martes.  
Ahora, lo que yo espero de un intelectual como Faverón es que toda esa mala leche que lo llevó a pergeñar este artículo, se convierta en voluntad activa, voluntad activa que lo aleje de la demagogia, voluntad activa que lo lleve a reimpulsar proyectos literarios como Quipu (¿o lo hizo para pavonearse?), que sí era necesario, pero si su voluntad activa ya no da para tanto, aunque sea un sencillo club de lectura, que también es necesario.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Tienes razón Ruiz Ortega. La reforma ha sido una porqueria. Mi novia que vive en el Rímac está asada porque los taxis cobran caro desde Flor hasta el paradero dl azul 301. la alcaldesa se equivocó.Pensó que el Rímac era Chorrillos y mal, pues. Ha jodido todas las rutas . Todo.Y loa vecinos rimenses y los del cono Norte están molestos. Que vuelva Castañeda.

Edgardo pallarderi

9:32 p.m.  

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