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Ayer en la tarde caminaba por la Bolsa
de Valores, el sol lo sentía en el rostro y me encontraba medio atontado, ido, distraído,
desconectado, detalles que me hacen vulnerables. Solo debía comprar mi
antídoto: una botella de agua mineral San Antonio, sin gas.
Compré mi botella. En lugar de regresar
a la librería por el camino habitual, lo hice por Carabaya. A medida que
avanzaba me topaba con un creciente número de policías, más sus respectivos
juguetes: portatropas, patrulleros, camionetas y cientos de motos.
La presencia de los efectivos del orden
no era gratuita. Miraba sus rostros y uno no podía pensar en otra cosa que no
fuera el cuidado. Cómo no tenerlo, si horas antes el ministro Urresti había
advertido a razón de la marcha juvenil contra la nueva ley laboral, la
injerencia solapada de simpatizantes de Sendero.
No me sorprende. No debería sorprender
estas clases de jugarretas de un sujeto, sospechoso de asesinato, colocado como
ministro del Interior por otro sujeto, sospechoso también de asesinato y que se
las da de presidente. Jugarretas de sucios, por decir algo. La jugada era
cantada: meter toda la alerta de peligro posible para así reaccionar como
esperaban reaccionar, llevar a toda costa otro gol de Urresti.
Uno no puede dejar de preguntarse lo
tácito: ¿acaso no tenemos problemas de seguridad ciudadana mayores a los que
estar alertas en una manifestación juvenil? Para perseguir a ambulantes, a jóvenes
que en su derecho protestan, sobran los efectivos. Pero para cuidar las
empresas de construcción chantajeadas por mafias, para resguardar a los
ciudadanos de la delincuencia común, para detener a los personajes incómodos
para el gobierno, para eso, que en realidad importa, el despliegue policial es
nulo, de risa, de hueveo disfrazado de eficiencia.
Hasta los mismos policías se aburrían.
Se sabían tontos útiles. Como son subalternos, no pueden cuestionar el mandato
de Urresti, hay que obedecer nomás, seguir para adelante, cuidar a estos
chibolos que se las quieren dar de rebeldes ahora que están de vacaciones.
En mucho tiempo no veía una
manifestación como la de hace unas horas. Miles de jóvenes. Hay que protestar y
ambas opciones para hacerlo ahora son válidas: o por tus convicciones o por tus
bolsillos.
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