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A las ocho y media de la noche de ayer,
me encontraba en el parque del triple cruce: Quilca-Wilson-Rufino Torrico.
Prendí un pucho, el primero en cinco horas.
No sabía cuál de las siete opciones
elegir para ir a casa. Pensaba en los dos textos que debo entregar en las
próximas horas, como la reseña de un libro de Mailer. Pensaba en cómo abordar
la reseña, en cómo calibrar mi verdad emocional, en no desbordarme como me
desbordo cada vez que comento un libro que me ha gustado mucho.
Caminando en dirección a Quilca, me
encuentro con un joven editor, que tres minutos antes había estado en Selecta
para dejar el último libro de su sello. No me había encontrado y estaba
dirigiéndose a su casa.
Nos saludamos y le pregunté si tenía
tiempo, porque no demandaría mucho tiempo que vayamos a Selecta y de esta
manera dejarme los cinco ejemplares de su último libro editado.
Regresamos a la librería y nos quedamos
conversando un rato.
Es cierto que en las últimas semanas, le
he dedicado más de un párrafo ácido a no pocos de los editores peruanos,
llamándoles iletrados, carteristas solapas, amantes de la foto histórica, en
fin. Pienso en los calificativos y cada vez más estoy seguro de mis palabras,
no me arrepiento de lo que digo porque se merecen ese trato, un trato suave,
hasta amable, si vemos el asunto en frío.
Sin embargo, así como existen esa clase de
editores, también los hay en la otra orilla, que quieren ganar el reconocimiento,
cuestión totalmente lícita, pero ganarlo en buena lid, lejos del carterismo
solapa, por ejemplo, práctica que en los últimos meses se está volviendo una
costumbres entre los que practican el lustrabotismo y el llamado decentismo
estratégico.
Presto atención a las palabras del joven
editor, analizo sus proyectos y puedo decir que va por buen camino, aunque el
camino será difícil; también analizo su catálogo, que poco a poco y a paso firme
lo viene reforzando. No lo pienso mucho, converso con un editor que lee y eso
me hace sentir bien. Sé que el reconocimiento que merece su sello llegará, no
sé si tarde o temprano, pero cuando llegue, cuando la gente se dé cuenta de las
cosas que hace, el reconocimiento tendrá el aura de la legitimidad y la
credibilidad. Esto no es poca cosa, señores.
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