"bienvenidos a Incaland"
Si hay un autor español que sigo con
frecuencia, ese es David Roas. Esta atención no yace en el hecho de que me
guste toda la obra de Roas. Como todo autor prolífico, podemos encontrar
distintos niveles de logros y como lector me quedo con el Roas ensayista. En el
ensayo ha demostrado que es todo un capo, el hombre referente del discurso
teórico sobre la narrativa fantástica contemporánea. Esto no quiere decir que
el Roas narrador no me guste, por el contrario, me parece un narrador más que
importante, pero, sin duda, es en el ensayo en donde Roas ha logrado proyectar
y cimentar su prestigio.
No es poca cosa. Roas es un narrador al
que debemos tener en el radar. Hoy en día encontramos contados narradores y críticos
literarios que destaquen en ambas parcelas. Es decir, no siempre accedemos a
una poética rica en epifanías, que navegan en los registros de la ficción y el
pensamiento literario como pez en el agua.
Imaginemos a un músico de jazz en plena
improvisación. Esa improvisación no es más que la mezcla de registros llevados
al límite en la locura de la naturalidad, locura natural que solo el que sabe
puede llegar a conseguir, y lo consigue a razón de que conoce a fondo las
tradiciones de esos registros.
Pues bien, esa mezcla de discursos la
encontramos en el delicioso libro Bienvenidos
a Incaland (Páginas de Espuma, 2014), que ahora va por una merecida segunda
edición. No es para menos, me atrevería a decir que esta publicación encapsula
las grandes dotes de Roas como escritor. Para empezar, no tengo la más mínima
de qué cosa es este libro. ¿Memoria lisérgica? ¿Cuentos de humor? ¿Novela
fragmentada? ¿Ensayo canábico sobre viajes? Lo que sí sé es que lo disfruté,
porque todas estas inquietudes sobre su posible registro se fundieron en un
solo río de impresiones que nos revelaba una poética honesta que no trasciende
sus límites. Es precisamente en ese respeto a los límites en que vemos a Roas
mezclando los discursos, convirtiéndolos en un solo cuerpo híbrido que tiene
como objetivo proyectar su asombro ante una cultura y contexto ajenos al suyo.
Roas se presenta tal cual y es en esa presentación en donde encontramos el
respiro que guía sus pasos por las calles limeñas y cusqueñas: el humor. El humor
corrosivo, sin ir muy lejos, que en este caso le permite al lector peruano
conectarse con lo que relata el autor. No hay solemnidad en estas páginas, sino
una mirada por momentos crítica pero ante todo risueña, que no se hace
problemas con lo que tiene que señalar y que refuerza en verosimilitud lo que
el autor nos relata de un país que bien puede ser una broma, una broma real a
fin de cuentas.
…
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