viernes, octubre 13, 2006

¿El Nobel?



Llega un momento en el que uno tiene que tirar la toalla con esta fiebre que se desata con dar quién será el Nobel. Ahora que sabemos que el Nobel ha sido otorgado a un ilustre desconocido como Pamuk, no tenemos otra que esperar a que sus libros empiecen a llegar a las librerías, y abrigo la esperanza de no irme de cara, tan igual como me sucedió con Jelinek.

El único escritor de quién no sabía nada cuando se le premió y de quien me convertí en su fan es JM Coetzee. Novelas como Desgracia y Esperando a los bárbaros son un auténtico placer que se incremente a cada relectura.

Entre mis candidatos de siempre barajaba los nombres de Philip Roth, Nicanor Parra, Paul Auster, Richard Ford, Ian Mcewan y el de nuestro querido Mario. Sin haber leído a Pamuk me atrevo a decir que con lo hecho por Roth con Pastoral Americana y La Mancha humana me es más que suficiente como para germinar en mí una muy buena indignación. Ni hablemos de nuestro apreciado Mario y sus monumentales Conversación en La Catedral y La Guerra del fin del mundo. Ambos escritores, con una constancia envidiable, no solo son importantes para el mundo de las letras, sino que son líderes de opinión en cualquier lugar de este planeta.

Así es que, sin tanto aspaviento de por medio, me atrevería a decir que este Nobel cada año se desprestigia más, los errores cometidos por estos viejitos suecos no hacen otra cosa que no sea la de desearles que de una vez por todas expiren –lo digo en buena onda- y así tenga este el mínimo aura de justicia que el principal premio de este planetita se esfuerza cada año en mirarlo de reojo.

Es escandaloso, a todas luces, puesto que se supone que un Nobel tiene que ser otorgado a un autor de trayectoria importante, y relativamente conocido en el mundo. Si estos viejitos suecos van a seguir en la onda de premiar a algún perseguido político, o a algún hijo de los desastres históricos del mundo contemporáneo, pues bien, cosas peores están por venir. En fin, las burradas no conocen de edad ni de justicia.

Ojalá este Pamuk me ofrezca los instantes imperecederos de luz.


En la foto, el autor de Amor perdurable y Amsterdan, Ian Mcewan
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