El beso del asesino - Mail de Aguirre
Aprovechando la ausencia de mi casa por un par de días, tuve la oportunidad de ver una película de Stanley Kubrick que a lo mucho había escuchado de volada. Se trata de El beso del asesino (1955), y según la contratapa del DVD, Kubrick la dirigió a los veintisiete años, y una vez estrenada, las grandes productoras empezaron a fijarse en él.
El beso del asesino es considerada por el mismo Kubrick como su debut oficial ya que como buen autocrítico jamás estuvo del todo satisfecho con su primera película Fear and Desire. Sumado el detalle que gran parte de este trabajo lo hizo con un presupuesto muy bajo –su familia lo apoyó económicamente-. Además, fue la última película que dirigió con guión original. Todos estos datos sacados de la imprecisa biblioteca virtual llamada Wikipedia.
Ahora, el argumento: Davy Gordon (Jaime Smith) es un boxeador fracasado que ve esfumarse su última oportunidad de destacarse en el mundo del cuadrilátero al perder una pelea que él creía ganada (en parte, Gordon me hizo recordar a Butch (Bruce Willis) en Pulp Fiction). Y ya sumido en una comprensible depre, Gordon piensa qué hacer con su vida y no tarda en llegar a la conclusión de que lo mejor y lo más sano es el retiro. Pero este boxeador también es un fisgón ya que tiene la manía de espiar a su vecina, cuya ventana de departamento está frente a la suya, separados por un insignificante tragaluz, y en no pocas ocasiones la ve desvestirse.
Y pasa que Gordon, en plena reflexión depresiva, se topa con una sugerente escena en la que esta mujer –responsable directa de sus ansiedades lúbricas- no es más ni menos que agredida por un desalmado sujeto. Gordon grita desde su ventanita y sale corriendo para defender a la mujer que en carnes siempre usa un conjunto íntimo de color negro. Esta frágil mujer (Irene Kane) -innominada en toda la película- se gana la vida como bailarina, cuyo único pecado es no darle bola a ese cobarde acosador llamado Vincent Rapallo (Frank Silvera), quien en no pocos pasajes del film lucubra todas las formas inimaginables por despertar en ella un sentimiento, pero fracasa en esta empresa, pero no por feo, sino por ser como persona la hechura misma de la maldad, a lo mejor debido a una infancia sin amor, a una adolescencia onanista y a una esforzada juventud premunida de estafas contra personas de buena fe. No sé, pero si este Rapallo fuera un ex reseñista (¿alguien dijo Gaspar de la nuit?), seguramente ofrecería trueques de reseñas positivas a jóvenes escritoras y poetas a razón de una salidita. En fin.
Gordon llega donde esta bailarina quien yace en la cama, adolorida, y no duda en atenderla. Y como suele ocurrir en la tradición del cine negro, nace en estos personajes, unidos por el infortunio y la fisgonería, una dependencia emocional que los lleva a darse una última oportunidad que les ofrezca un sentido patente a sus vida. Gordon es muy duditativo, no sabe si es amor lo que siente por esta bailarina, o es simplemente una manera de llenar su vacío existencial. Y ambos deciden irse de la ciudad en un viaje de vacaciones que no es más que un pretexto para dejar New York. Pero antes que emprendan el viaje, la bailarina quiere que su acosador Rapallo le pague un dinero que le debe. Y va a reclamárselo.
Rapallo, como todo sinverguenza, se resiste en pagarle el dinero que le debe, y para variar, le suplica amor, cariño, afecto, cosa que es rechazada por la bailarina, y en el colmo de la desfachatez intenta besarla a la fuerza, y como ella tiene buen gusto y pudor, pues se niega. Y Rapallo, con ayuda de unos empleados la secuestra.
En vista que la bailarina no se reúne con Gordon, este va a rescatarla. Y la encuentra amarrada a una silla en el cuarto de un derruido edificio, bajo la atenta mirada de Rapallo y su gente. Gordon se les enfrenta, pero llega a ser dominado. Pero aún así, el amor de Gordon por esta bailarina es tan fuerte que se deshace de ellos y va tras los pasos de Rapallo, quien como todo cobarde, huye.
Y bueno, no cuento el desenlace, pero sí manifiesto que la pelea entre Gordon y Rapallo es no menos que memorables. En dicha pelea puede percibirse la influencia que esta escena ha tenido en películas disímiles como El toro salvaje y Rocky, por poner un par de ejemplos.
Lo único que puedo decir es que vale la pena ver El beso del asesino. Y como dije, no conocía esta película. Más vale tarde que nunca.
Cambiando de tema. Hace unas horas recibí un mail del conocido narrador Leonardo Aguirre. Era un mail que traía consigo el espíritu de la indignación. Por ello, reproduzco el mail de Aguirre, y como tiene que ser, con su autorización.
Asunto: Tu último post: No te pases, pe, causita.
Creo que se te chispoteó (o tal vez es una broma muy crípitica, no lo sé): casi a la mitad de tu post "Bizarro Kid, Reynoso, Jáuregui (...)" afirmas que yo soy el autor de "Rito de Paso". No, pues. Así no juega Perú. Prefiero mil veces una mentada de madre a que me acuses de un crimen tan horrendo como ése.
Abrazo
Leonardo
Bueno, sí, me equivoqué al decir que la novela Rito de paso pertenece a Leonardo Aguirre. Y ahora que lo pienso bien, entiendo su indignación. Como se sabe, el autor de Rito de paso es Víctor Coral - responsable de muchos anónimos que emputecen la blogósfera (como hace poco lo hizo notar la gente de El hablador y cuya defensa risible del dizque temible blogger fue la de consignar su Laptop ante un notario) en los que, para variar, endilga a otros sus propias bajezas; grafitero de los baños de El Comercio, gracia por la cual fue expectorado de allí; estafador de jóvenes poetas como Salomón Valderrama a quien le pidió un adelanto de edición con el cuento de ser representante de la Editorial Zignos; y muy recordado por hacerse pasar como un integrante de Sendero Luminoso, realizando una llamada bajo el apelativo de Gasparcito Cucardas, en la que amenazó con hacer explotar una bomba en el Centro Cultural de España con el fin de sabotear la clausura del evento Memorias In Santas en el año 2005-.
Sin embargo, no creo que dicho error haya sido adrede. Ocurre que hace unos días Leonardo me comentó que le habían pedido una reseña para la revista Pie de página, y como él acababa de leer Rito de paso, como que andaba pensando hacer una reseña de esa novela para dicha revista. A lo mejor, debido al fragor del feriado largo confundí el nombre del autor de Rito de paso. Aunque posiblemente salga un adelanto de la reseña en La fortaleza de la soledad. Indudablemente, lo tendré que pensar.
Sí pues, se me chispoteó.
El beso del asesino es considerada por el mismo Kubrick como su debut oficial ya que como buen autocrítico jamás estuvo del todo satisfecho con su primera película Fear and Desire. Sumado el detalle que gran parte de este trabajo lo hizo con un presupuesto muy bajo –su familia lo apoyó económicamente-. Además, fue la última película que dirigió con guión original. Todos estos datos sacados de la imprecisa biblioteca virtual llamada Wikipedia.
Ahora, el argumento: Davy Gordon (Jaime Smith) es un boxeador fracasado que ve esfumarse su última oportunidad de destacarse en el mundo del cuadrilátero al perder una pelea que él creía ganada (en parte, Gordon me hizo recordar a Butch (Bruce Willis) en Pulp Fiction). Y ya sumido en una comprensible depre, Gordon piensa qué hacer con su vida y no tarda en llegar a la conclusión de que lo mejor y lo más sano es el retiro. Pero este boxeador también es un fisgón ya que tiene la manía de espiar a su vecina, cuya ventana de departamento está frente a la suya, separados por un insignificante tragaluz, y en no pocas ocasiones la ve desvestirse.
Y pasa que Gordon, en plena reflexión depresiva, se topa con una sugerente escena en la que esta mujer –responsable directa de sus ansiedades lúbricas- no es más ni menos que agredida por un desalmado sujeto. Gordon grita desde su ventanita y sale corriendo para defender a la mujer que en carnes siempre usa un conjunto íntimo de color negro. Esta frágil mujer (Irene Kane) -innominada en toda la película- se gana la vida como bailarina, cuyo único pecado es no darle bola a ese cobarde acosador llamado Vincent Rapallo (Frank Silvera), quien en no pocos pasajes del film lucubra todas las formas inimaginables por despertar en ella un sentimiento, pero fracasa en esta empresa, pero no por feo, sino por ser como persona la hechura misma de la maldad, a lo mejor debido a una infancia sin amor, a una adolescencia onanista y a una esforzada juventud premunida de estafas contra personas de buena fe. No sé, pero si este Rapallo fuera un ex reseñista (¿alguien dijo Gaspar de la nuit?), seguramente ofrecería trueques de reseñas positivas a jóvenes escritoras y poetas a razón de una salidita. En fin.
Gordon llega donde esta bailarina quien yace en la cama, adolorida, y no duda en atenderla. Y como suele ocurrir en la tradición del cine negro, nace en estos personajes, unidos por el infortunio y la fisgonería, una dependencia emocional que los lleva a darse una última oportunidad que les ofrezca un sentido patente a sus vida. Gordon es muy duditativo, no sabe si es amor lo que siente por esta bailarina, o es simplemente una manera de llenar su vacío existencial. Y ambos deciden irse de la ciudad en un viaje de vacaciones que no es más que un pretexto para dejar New York. Pero antes que emprendan el viaje, la bailarina quiere que su acosador Rapallo le pague un dinero que le debe. Y va a reclamárselo.
Rapallo, como todo sinverguenza, se resiste en pagarle el dinero que le debe, y para variar, le suplica amor, cariño, afecto, cosa que es rechazada por la bailarina, y en el colmo de la desfachatez intenta besarla a la fuerza, y como ella tiene buen gusto y pudor, pues se niega. Y Rapallo, con ayuda de unos empleados la secuestra.
En vista que la bailarina no se reúne con Gordon, este va a rescatarla. Y la encuentra amarrada a una silla en el cuarto de un derruido edificio, bajo la atenta mirada de Rapallo y su gente. Gordon se les enfrenta, pero llega a ser dominado. Pero aún así, el amor de Gordon por esta bailarina es tan fuerte que se deshace de ellos y va tras los pasos de Rapallo, quien como todo cobarde, huye.
Y bueno, no cuento el desenlace, pero sí manifiesto que la pelea entre Gordon y Rapallo es no menos que memorables. En dicha pelea puede percibirse la influencia que esta escena ha tenido en películas disímiles como El toro salvaje y Rocky, por poner un par de ejemplos.
Lo único que puedo decir es que vale la pena ver El beso del asesino. Y como dije, no conocía esta película. Más vale tarde que nunca.
Cambiando de tema. Hace unas horas recibí un mail del conocido narrador Leonardo Aguirre. Era un mail que traía consigo el espíritu de la indignación. Por ello, reproduzco el mail de Aguirre, y como tiene que ser, con su autorización.
Asunto: Tu último post: No te pases, pe, causita.
Creo que se te chispoteó (o tal vez es una broma muy crípitica, no lo sé): casi a la mitad de tu post "Bizarro Kid, Reynoso, Jáuregui (...)" afirmas que yo soy el autor de "Rito de Paso". No, pues. Así no juega Perú. Prefiero mil veces una mentada de madre a que me acuses de un crimen tan horrendo como ése.
Abrazo
Leonardo
Bueno, sí, me equivoqué al decir que la novela Rito de paso pertenece a Leonardo Aguirre. Y ahora que lo pienso bien, entiendo su indignación. Como se sabe, el autor de Rito de paso es Víctor Coral - responsable de muchos anónimos que emputecen la blogósfera (como hace poco lo hizo notar la gente de El hablador y cuya defensa risible del dizque temible blogger fue la de consignar su Laptop ante un notario) en los que, para variar, endilga a otros sus propias bajezas; grafitero de los baños de El Comercio, gracia por la cual fue expectorado de allí; estafador de jóvenes poetas como Salomón Valderrama a quien le pidió un adelanto de edición con el cuento de ser representante de la Editorial Zignos; y muy recordado por hacerse pasar como un integrante de Sendero Luminoso, realizando una llamada bajo el apelativo de Gasparcito Cucardas, en la que amenazó con hacer explotar una bomba en el Centro Cultural de España con el fin de sabotear la clausura del evento Memorias In Santas en el año 2005-.
Sin embargo, no creo que dicho error haya sido adrede. Ocurre que hace unos días Leonardo me comentó que le habían pedido una reseña para la revista Pie de página, y como él acababa de leer Rito de paso, como que andaba pensando hacer una reseña de esa novela para dicha revista. A lo mejor, debido al fragor del feriado largo confundí el nombre del autor de Rito de paso. Aunque posiblemente salga un adelanto de la reseña en La fortaleza de la soledad. Indudablemente, lo tendré que pensar.
Sí pues, se me chispoteó.
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