Montero y Vallejo
Yo siempre he sido de la idea de que la “diplomacia”, las "relaciones públicas", el quedar bien con todos, el ser amigo cuando estás sobrio –pero ni bien te emborrachas empiezas a putear a la persona que llamas amigo o colega, dejando por sentado que la hipocresía se patentiza por medio de las trampas del alcohol (ya sea en todas sus variantes)- y demás patería parecida, pues son taras que nos pudren y que nos obnubilan de la forma más idiota. En otras palabras, como que el no quedar mal con nadie vendría a ser el sendero por el cual puedas hacerte un camino en esta aldea que llamamos ambiente literario limeño.
Siempre me ha fastidiado cuando se habla a media voz lo que tiene que decirse claramente. Cuando paraba en Poetilandia esta clase manifestaciones obsequiosas brotaban por doquier. Por ejemplo: el poeta X no puede decir abiertamente que la poesía del poeta J es mala porque sino el poeta P –compadre del poeta J- te niega una reseña favorable en su revista, pero si este poeta X expresa -en un arranque de valentía- que la poesía del poeta J es hasta las huevas, entonces tiene que atenerse a las consecuencias de la galaxia poética conformada por los poetas V,G, M, W, C... que empezará a mirarlo de reojo, con recelo, manifestando su distancia por donde más le duele al poeta X: negándole las chelas y retirándole la consigna de que él es uno de los más grandes poetas contemporáneos.
Esto aún no se nota en la gente que hace narrativa (tampoco digo que sean unos angelitos), pero Poetilandia es la que se lleva todas las palmas. Gracias a ese fenómeno es que me explico el por qué hay poetas con una obra sumamente valiosa relegada de la manera más insultante. Lamentablemente, esto no es una especulación, es una realidad.
Por eso me es gratificante poder hablar de mi pata el escritor español Montero Glez. Montero dice las cosas por su nombre, no se hace paltas de nada, él jamás ha tenido que bastardear su opinión para así lograr el lugar que ocupa hoy en día en las letras españolas. Aún recuerdo la primera vez que lo vi en TV española entrevistado por el filósofo de la bragueta y erudito llamado Fernando Sánchez Dragó, en el programa Negro sobre Blanco. Ni bien lo escuchaba pensaba que este pata es un deslenguado ya que ninguna vaca sagrada se salvaba de sus opiniones (literarias, no personales), ni mucho menos ninguna editorial influyente. Sin embargo, pese a sus declaraciones, los españoles no son tan cerrados como para no dejar de reconocer que él es un extraordinario escritor. Y abiertamente recomiendo sus novelas Sed de Champán –la cual generosamente me la mandó Montero- y Cuando la noche obliga, que terminé de leer ayer. Ambas, un canto al estilo, a la asimilación de la prosa del Siglo de Oro y al esperpento –lo mejor- de Valle Inclán. Además, en no mucho saldrá a través de una importante editorial española una colección de relatos titulada Besos de fogueo –esta colección en un principio Montero la trabajó para su publicación exclusiva en Perú, sacrificando su verano, encerrándose un par de meses para pulir esos cuentos escritos en su juventud, y solo la editorial Zignos sabe la razón por la cual no podremos gozarla entre nosotros- y no es que me panudee, pero tuve el privilegio de leer Besos de fogueo ya que Montero me mandó el archivo, y no es que quiera ser patero con mi pata, pero no hay pierde con Besos de fogueo. En estos relatos se encuentra la base de lo que con el tiempo llegaron a ser esas deliciosas novelas como Sed de champán y Cuando la noche obliga. En ellos exuda la impronta del humor, la ironía, el sexo agradecido y salvaje, canalizado en el estilo que él profanamente tilda en llamar Folklor cósmico.
Montero también es autor de la novela Manteca colorá, pero esta no la he leído. Si gustan pueden leer este artículo de Arturo Pérez-Reverte sobre esta novela. Solo digo que así de fácil Pérez-Reverte no se expresa de un autor y su obra. Además, a fines del 2005, en el segundo número de la revista Pelícano, salió una entrevista que le hice a este soberano irreverente, la cual pueden leer en la edición de febrero de Literaturas.com.
Y hablando de irreverentes y deslenguados, no puedo dejar de mencionar a Fernando Vallejo –autor de La virgen de los sicarios y de la chocante El desbarrancadero, entre otras-, cuya obra no está supeditada al quedar bien con alguien o con todos para que se me valore. Nada de eso, no es de los que lamen culos, sino de aquellos disfrutan que les den por el culo. O como diría el poeta chileno Héctor Hernández Montesinos: es de la condición. O como pregona el autor de Manual para cazar plumíferos: es un heteroflexible.
¿Y a qué viene todo esto? Pues bien, acabo de ver en el concurrido blog de Montero, La trinchera cósmica, un artículo de Fernando Vallejo sobre la presencia de los Reyes de España en El Congreso Mundial de La Lengua. Francamente, el artículo de Vallejo no tiene pierde bajo ningún punto de vista. Léanlo. Si se arrepienten de esa lectura, mañana mismo caduco La fortaleza de la soledad.
Ahora sí, me esperan las pastillas de Diazepán.
Siempre me ha fastidiado cuando se habla a media voz lo que tiene que decirse claramente. Cuando paraba en Poetilandia esta clase manifestaciones obsequiosas brotaban por doquier. Por ejemplo: el poeta X no puede decir abiertamente que la poesía del poeta J es mala porque sino el poeta P –compadre del poeta J- te niega una reseña favorable en su revista, pero si este poeta X expresa -en un arranque de valentía- que la poesía del poeta J es hasta las huevas, entonces tiene que atenerse a las consecuencias de la galaxia poética conformada por los poetas V,G, M, W, C... que empezará a mirarlo de reojo, con recelo, manifestando su distancia por donde más le duele al poeta X: negándole las chelas y retirándole la consigna de que él es uno de los más grandes poetas contemporáneos.
Esto aún no se nota en la gente que hace narrativa (tampoco digo que sean unos angelitos), pero Poetilandia es la que se lleva todas las palmas. Gracias a ese fenómeno es que me explico el por qué hay poetas con una obra sumamente valiosa relegada de la manera más insultante. Lamentablemente, esto no es una especulación, es una realidad.
Por eso me es gratificante poder hablar de mi pata el escritor español Montero Glez. Montero dice las cosas por su nombre, no se hace paltas de nada, él jamás ha tenido que bastardear su opinión para así lograr el lugar que ocupa hoy en día en las letras españolas. Aún recuerdo la primera vez que lo vi en TV española entrevistado por el filósofo de la bragueta y erudito llamado Fernando Sánchez Dragó, en el programa Negro sobre Blanco. Ni bien lo escuchaba pensaba que este pata es un deslenguado ya que ninguna vaca sagrada se salvaba de sus opiniones (literarias, no personales), ni mucho menos ninguna editorial influyente. Sin embargo, pese a sus declaraciones, los españoles no son tan cerrados como para no dejar de reconocer que él es un extraordinario escritor. Y abiertamente recomiendo sus novelas Sed de Champán –la cual generosamente me la mandó Montero- y Cuando la noche obliga, que terminé de leer ayer. Ambas, un canto al estilo, a la asimilación de la prosa del Siglo de Oro y al esperpento –lo mejor- de Valle Inclán. Además, en no mucho saldrá a través de una importante editorial española una colección de relatos titulada Besos de fogueo –esta colección en un principio Montero la trabajó para su publicación exclusiva en Perú, sacrificando su verano, encerrándose un par de meses para pulir esos cuentos escritos en su juventud, y solo la editorial Zignos sabe la razón por la cual no podremos gozarla entre nosotros- y no es que me panudee, pero tuve el privilegio de leer Besos de fogueo ya que Montero me mandó el archivo, y no es que quiera ser patero con mi pata, pero no hay pierde con Besos de fogueo. En estos relatos se encuentra la base de lo que con el tiempo llegaron a ser esas deliciosas novelas como Sed de champán y Cuando la noche obliga. En ellos exuda la impronta del humor, la ironía, el sexo agradecido y salvaje, canalizado en el estilo que él profanamente tilda en llamar Folklor cósmico.
Montero también es autor de la novela Manteca colorá, pero esta no la he leído. Si gustan pueden leer este artículo de Arturo Pérez-Reverte sobre esta novela. Solo digo que así de fácil Pérez-Reverte no se expresa de un autor y su obra. Además, a fines del 2005, en el segundo número de la revista Pelícano, salió una entrevista que le hice a este soberano irreverente, la cual pueden leer en la edición de febrero de Literaturas.com.
Y hablando de irreverentes y deslenguados, no puedo dejar de mencionar a Fernando Vallejo –autor de La virgen de los sicarios y de la chocante El desbarrancadero, entre otras-, cuya obra no está supeditada al quedar bien con alguien o con todos para que se me valore. Nada de eso, no es de los que lamen culos, sino de aquellos disfrutan que les den por el culo. O como diría el poeta chileno Héctor Hernández Montesinos: es de la condición. O como pregona el autor de Manual para cazar plumíferos: es un heteroflexible.
¿Y a qué viene todo esto? Pues bien, acabo de ver en el concurrido blog de Montero, La trinchera cósmica, un artículo de Fernando Vallejo sobre la presencia de los Reyes de España en El Congreso Mundial de La Lengua. Francamente, el artículo de Vallejo no tiene pierde bajo ningún punto de vista. Léanlo. Si se arrepienten de esa lectura, mañana mismo caduco La fortaleza de la soledad.
Ahora sí, me esperan las pastillas de Diazepán.
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