Releyendo - Viento en proa
He tenido la oportunidad de compartir mesa en dos ocasiones con Pedro Llosa. La primera fue en la presentación del libro La habitación del suicida de Miguel Ruiz Effio, y la segunda en una mesa de narradores jóvenes, ambos eventos el año pasado.
Para que no se crea que este post descansa en un solapado cherry, sólo diré que con Llosa me une un trato sumamente cordial, entonces, ¿por qué hacer un Releyendo de Viento en proa?, pues fácil: es uno de los mejores libros de cuentos publicados desde el año 2000, y por desgracia, éste tuvo una escasa atención.
El libro Viento en proa ganó el Premio Dedo Crítico Cuento 2002. Si la memoria no me falla, creo haber sido el primer lector del libro como objeto ya que el pata encargado de la edición fue muy amigo mío, quien antes de entregar las cajas de libros a la gente de la revista que convocó el concurso, me pasó un ejemplar que leí con bastante gusto en una hora.
De los seis cuentos de Viento en proa, me gustaron los siguientes: El primo políglota, La olla de Bechi, Sobre el puente Villena, Los garfios de Carrero y el que da título al volumen. Vale decir que, como todo libro iniciático, los temas son muy conocidos: amor, desamor, muerte, suicidio, lealtad, traición, etc. Sin embargo, ¿qué es lo que siempre me ha atraído de este libro?, a lo mejor es la inquietud por salirme de una vez de dudas la que me impulsó a releerlo hace unos días. Me metí de lleno en sus personajes, hurgando en el tratamiento del argumento, apreciando el cuidadoso uso de las palabras, en claro testimonio de relojería que el cuento, el género más difícil de dominar, demanda.
Una chica de nombre Cristina que está a punto de saltar del puente Villena, se percata que un extraño la observa, y éste, en lugar de convencerla de que no salte, no hace otra cosa que ser muy mordaz con ella, confrontándola con su decisión, burlándose de su postura. Así, a grandes rasgos es como va el cuentazo Sobre el puente Villena, cuyo desenlace es quizá uno de los más conmovedores que haya leído en años (sin exagerar). Un patita que quiere recuperar el desenfreno sexual de su esposa, dispuesto a pagarle 3000 dólares a un ex de ella para que la vuelva a someter a los “jueguitos” lúbricos (con su dosis de violencia y brutalidad) y de esta forma liberarla del pasado que la ata en Los garfios de Carrero. O el señor que encontró el amor y la dicha subiéndole ollas de agua caliente hasta el segundo piso de una pensión a la adolescente que con los años sería su esposa en La olla de Bechi.
Seguro que los cuentos Viento en proa y El primo políglota son, de lejos, los mejores, pero son en los cuentos mencionados arriba donde pueden apreciarse las cualidades y habilidades literarias de Llosa, los cuales también sirven de puente para algunos de los cuentos del buen libro Protocolo Rorschach.
Si tienes la oportunidad de toparte con Viento en proa, no la dejes pasar. Cómpralo, cabecéalo, o léelo en alguna biblioteca.
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