sábado, marzo 29, 2008

Histórica Semifinal de La Copa Libertadores (2004)



Los Semifinalistas de La Copa Libertadores 2004: tres equipos de raigambre (los argentinos Boca Juniors y River Plate, y el brasileño Santos F.C) y uno de mantequilla (el colombiano Once Caldas), los cuatro en pos de la gloriosa copa del continente.

Como manda la FIFA: no se puede jugar una final con dos equipos de la misma federación. Ergo, los argentinos tienen que matarse entre ellos.

(Los brasileños ya se alucinan en la final. Piensan más en su posible rival, Boca o River. Y pecan de soberbios con el Once Caldas. Tomarán su partido como mero trámite, están seguros de que la tradición terminará imponiéndose a la buena suerte de los cafeteros.)

La atención del mundo futbolero está clavada en Buenos Aires. Por razones de seguridad, se dispone que los partidos de ida y vuelta se jueguen sin hinchas del equipo visitante. Obedeciendo a la tradición, se jugará de noche. Se tira la moneda, cara River, sello Boca. Boca es el dueño de casa en el encuentro de ida.

Jueves 10 de junio – La Bombonera.

La Bombonera arde. Los de River llegan palteados. Es la primera vez que juegan un clásico sin hinchas. Su historia les demanda sí o sí una Libertadores. Desde 1996 no saben lo que es campeonar en el histórico certamen. El equipo que salta al gramado: Lux, Garcé, Ameli, Tuzzio, Rojas, Mascherano, Huasín, González, Gallardo, Cavenaghi y López. En la banca, como máximo referente en condición de DT, Leonardo Astrada.

Los de Boca saben bien la consigna: sacar una clara ventaja para tener cierta tranquilidad en el partido de vuelta. Vivirán en una semana lo mismo que está pasando River. El DT, Carlos Bianchi, es un viejo zorro., sabe dominar la presión. Hay experiencia en el cuadro: Adbondanzieri, Calvo, Schiavi, Burdiso, Rodríguez, Villarreal, Cascini, Vargas, Caneo, Barijho y Barros Schelotto. Un suplente de lujo: Carlos Tévez. (Palermo, el goleador oportunista de siempre, se encuentra calentando banca en el Villarreal de España.) No hay nada mejor para un hincha de Boca que dejar en el camino al eterno rival, y con mayor razón cuando el sendero a limpiar conduce al galardón deportivo que los ha convertido, en los últimos años, en dioses vivientes en todo el mundo.

Desde el pitazo inicial el encuentro es arduo; codazos, patadas y cabezazos se propinan, abierta y solapadamente, los jugadores. El árbitro, el también argentino Claudio Martín, se hace de la vista gorda. La experiencia le dicta que las tarjetas hay que guardarlas para la segunda etapa, así es que solo apela al puteo para calmar a los protagonistas de la noche.

Bordeando los 30 minutos, el mellizo Guillermo Barros Schelotto desborda por la banda derecha, en dirección a la tribuna norte, y lanza un centro que sobra a la defensa de River, Tucsio y Ameli se confían:

- Tú pues.
- ¿Yo?
- Sí, tú, boludo.

Discuten tanto que no se percatan de Schiavi, ese limitado defensa central, que consciente de que está en el área chica, y para no hacer roche no intentando nada, se lanza en una suerte de palomita, entre los dos defensas, dejando desairado al campeón olímpico Germán Lux.

Gol de Boca. Bianchi cumple el primer objetivo: ponerse en ventaja.

A partir del gol, Astrada reputea a sus dirigidos a irse con todo por el empate. Aunque el irse con la desventaja de un gol no es un mal negocio.

Cerca de los 35 minutos ocurre lo que el árbitro tanto teme: Cascini es derribado por Gallardo. Ambos reaccionan con suaves frentazos. ¿Los boto o no los boto?, se pregunta Martín. Bótalos nomás, te está viendo el mundo entero vía TV, le dice su conciencia. Roja para ambos.

- ¿Me expulsás a mí, boludo? – Cascini, literalmente, pecha al árbitro.

Recuerda, Claudio, todo el mundo te está viendo por TV. Estás quedando mal. Qué jodida es la voz de la conciencia para el árbitro. Este aprovecha su corpulencia desplegada en un metro 90.

- Sí, enano de mierda. A ti te estoy botando-

Claudio Martín también pecha a Cascini. Su pechada la siente muy bien el mediocampista. Jamás en su vida lo han pechado tan fuerte. Qué roche, lo pechó el árbitro, dice entre dientes Bianchi desde el banco. Cascini, tragándose el roche, se retira…y entra en discusión con Gallardo. Como los chatos son bravos para entrar en peleas, y con mayor razón si estas son gratuitas, están a punto de irse a las manos. Llegan Schiavi y López para separarlos. No tardan en sumarse los demás, entre ellos el arquero boquense Adbondanzieri, quien intenta calmar a Gallardo con una gran verdad:

- Oye, atorrante, ¿tú crees que estás en el Mónaco? Vete, mierda.

Le duele en el alma las palabras del ex suplentón de Óscar Córdoba. Jura venganza inmediata. Tuzzio se lo lleva. Ahora el quilombo es entre Ameli y Cascini, el defensa de River lo ubica con un par de lapos en la cara. Gallardo se desprende de Tuzzio, regresa corriendo al núcleo de la reyerta, solapa se acerca por detrás de Adbondanzieri, y cumple su venganza: le araña la mejilla izquierda. Sangre en el rostro del arquero.

Lux calma los ánimos exaltados de su colega de puesto. Entra la policía. Los equidistas son separados. No pasa mucho tiempo para que el juego se reinicie.

Martín pita y en medio de insultos de todo calibre, los jugadores se van al descanso de entretiempo.

Para la segunda mitad, Martín proyecta lo que resta: parará el juego brusco desde el saque. Lo del primer tiempo no debe repetirse. El segundo tiempo es más disputado que el primero. Se nota que Astrada les metió un con café con menta a sus dirigidos. Bianchi no tiene la preocupación del primer tiempo: la presión es para las gallinas, piensa.

River es puro amor propio, pero sin ideas claras poco o nada puede hacerse. En más de una ocasión Martín se ha tragado rojas fijas. A tres minutos del final, le regala una a Garcé. Menos mal, piensa Astrada, no me botaron a un inamovible.

17 de Junio – El Monumental.

Como es de esperarse, en El Monumental no cabe ni un alfiler. Las gradas llenas de hinchas con banderas rojiblancas. Durante la semana, las mujeres del tarot han dictaminado que River pasará a la final. Y ahora, el árbitro es otro, alguien no tan inseguro como Martín, el mejor árbitro de Argentina, Héctor Baldassi.

Hay tres cambios en el equipo local: Nazzuti, Coudet y Montenegro. Los xeneizes, por su parte, refrescan el once con Perea, Ledesma, Cagna y Tévez. Todos tienen muy bien grabado en el disco duro la consigna de Bianchi para estos partidos: la presión es para ellos. Y sus pupilos siguen al pie de la letra lo indicado. Baldassi no se deja amedrentar, cuando el juego da visos de exaltación, vuelve todo a la calma con una amonestación verbal o una amarilla. En este primer tiempo, la figura es la sufrida hinchada de River.

En el segundo tiempo, los locales entran tensos. No se está cumpliendo lo ensayado en toda la semana. En cambio, los de Bianchi salen relajados. A los 20 segundos, Baldassi, con todo el estadio puteándolo, expulsa a Vargas. Astrada se quiere morir. Por primera vez, desde que se inicio este partido de vuelta, la hinchada rojiblanca queda sumida en un frustrante mutismo. Pero la alegría aflora, como un chorro de semen que baña la noche: a los 5 minutos, Lucho González pone en ventaja a River con un golazo, desde fuera del área, que hace nula la volada de Adbondanzieri. Con ese gol, González acaba de firmar un suculento contrato al otro lado del charco.

Astrada no está para idioteces. Sus recuerdos como jugador aún siguen latentes. Lo fácil es esperar los ataques de Barros Schelotto y Tévez, pero también es peligroso, porque los dirigidos por Bianchi tienen algo que los suyos no: experiencia copera. Si el joven DT apuesta por el empate, pues no tiene la más mínima idea de cómo afrontar los penales. Por ello, arriesga: ingresa el chileno Marcelo Salas y Adbondanzieri comienza a ser la figura.

Cada toque de balón exuda nervio y exaltación. No pocos, ya sea en el estadio, o en todo el mundo, empiezan a tantear su listita de nombres para los penales. Muchos apuran sus listas al ver la estúpida expulsión de Sambueza a los 39. Astrada y su cuerpo técnico ordenan a todos a defender la ventaja, a colgarse como sea de los parantes.

A los 42 minutos, Bianchi realiza un extrañísimo cambio: saca al experimentado Cagna, e ingresa el jovenzuelo Cángeles. Como es de esperarse, Cagna se queja:

- Oye, pelado, ¿por qué me sacas?
- Yo sé lo que hago.
- No, dime por qué diablos me sacas.
- Ya sal, carajo.

Nadie entiende el ingreso de Cángeles. Empero, el pelado Bianchi llega a tener la razón: el punto más flojo de la defensa millonaria es Nassuti, es lentísimo y poco hábil con el balón. Y en menos de un par de minutos, Cángeles ya lo está bailando.

Rojas, el capitán de River, se da cuenta de ello. Le grita a Nassuti:

- Oye, vente a defender aquí. Yo me encargo de parar al pibe ese.

Nassuti no refuta. Obedece.

Rojas está decidido a quebrarle pierna al movedizo Cángeles. A los 44 minutos, el jovenzuelo desborda por la banda izquierda, Rojas aplica la carretilla sin éxito, el tiro sale en dirección al centro del área, Nassuti intenta despejar, pero Tévez le gana por milésimas de segundo en la anticipación. El rostro de Germán Lux es la impotencia de todos los hinchas de River.

Gol de Boca. Tristeza total en El Monumental. El equipo millonario suma, a su veleidosa historia reciente, una desazón más. Con el empate, Boca se va a la final de La Libertadores.

Así es el fútbol, piensa Baldassi. Se gana o se pierde, es un simple juego, piensa nuevamente Baldassi. El fútbol es un deporte que hermana, vuelve a pensar Baldassi. Mejor pito de una vez y todos a sus casas, dice para sí Baldassi…pero…¿qué hace este imbécil?, se pregunta Baldassi al ver la celebración de Tévez.

Tévez, o El Apache, celebra su tanto provocando a la silenciosa hinchada de River. Se quita la camiseta, la besa, y con sus brazos aletea como una gallina…

Baldassi lo expulsa.

- Jefe, ¿por qué me expulsás?
- Por payaso.
- Es solo una celebración…
- Fuera mierda.

El árbitro le hace una seña al cuarto hombre. Le indica con los dedos de la mano izquierda cuatro minutos de tiempo adicional. ¿No que ibas a dar solo dos minutos?, se pregunta el cuarto hombre. Digita en el tablero el 4.

River no tiene nada que perder. Nada está dicho hasta el pitazo final. Los pocos hinchas de Boca infiltrados en El Monumental celebran con quietud y mutismo la clasificación a la final, una vez más. Los minutos adicionales corren lentamente.

Minuto 48 (y 20 segundos). Tiro libre desde la izquierda para River. Cavenaghi, el goleador del equipo, ante la falta de precisión de sus compañeros, se para frente a la pelota. Los comentaristas radiales y televisivos discuten la decisión del goleador: el ángulo de tiro es para un centro, su presencia es más útil en el área chica. La pelota se pasea en el aire, Salas se adelanta dos pasos, peina la pelota hacia atrás. Como Nassuti no es un privilegiado técnico, la defensa de Boca lo descuida, ven con más peligro cualquier acción del chileno y López. La peinada llega directo a la pierna izquierda de Nassuti, quien piensa pararla y rematar con su pierna menos torpe, la derecha. Pero se arma de valor y remata en primera con la izquierda, la pelota adquiere una velocidad indefinida, ni rápida ni lenta, como para que Adbondanzieri se tire y la coja, linda para quemar tiempo, pero el ex suplentón de Óscar Córdoba cree que más tiempo ganaría con un saque, y la deja pasar, pero la caprichosa realiza un movimiento involuntario de medio centímetro a la derecha, se topa con el parante izquierdo y entra al arco. Gol de River. El segundo gol que le ofrece al equipo de Núñez su última oportunidad de llegar a la final: los penales. Nassuti grita el que es el gol más importante de toda su carrera. Schiavi no lo puede creer, tampoco Barros Schelotto.

Los segundos restantes son de mero trámite.

Se vienen los penales. Por River: Salas, Montenegro, Cavenaghi, González y López. Por Boca: Schiavi, Álvarez, Ledesma, Burdisso y Villarreal.

Tanto Lux como Adbondanzieri, los arqueros de la selección argentina, intuyen casi todos los tiros de penal. La buena ejecución lleva a muchos a pensar en una segunda ronda de disparos en el clásico “mete gol gana”. Maxi López, la revelación del fútbol argentino, quien con poco tiempo de jugador, ya tiene un contrato casi firmado con el Barcelona de España, camina despacio para la última ejecución de su equipo. El disparo de López es displicente, avisado, sin fuerza. Adbondanzieri intuye, como es de esperarse, y evita el gol y abre la ventaja para los visitantes.

¿Derecha o izquierda? ¿Colocado o fuerte? Estas son las dos preguntas de Villarreal. Si anota, será recordado por el mundo entero. Mira a Lux sin mirarlo. Lo decide en el acto: su disparó irá colocado, a la izquierda del portero. Toma vuelo, emprende carrera y en el último segundo manda a la mierda lo decidido. Emplea la tradición penalera del “a lo que salga”. Su ejecución es fortísima, al centro del arco. Lux piensa por un momento no moverse. Demasiado tarde. Todo el equipo de Boca corre tras el héroe de la jornada, Villarreal alucina que está celebrando con toda su hinchada en La Bombonera.

(En Youtube puede encontrarse, por partes, los dos partidos de esta ya histórica Semifinal de la Libertadores. Un partido de 180 minutos (sin contar los penales)que de lejos es el mejor encuentro copero de esta década. Y uno de los más vibrantes, de infarto por decir lo menos, de la fecunda historia del certamen futbolístico por excelencia del continente americano.)

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Primero hay que saber un poquito de fútbol para hacer novelas...

Rojas se fue lesionado casi al mismo tiempo que la expyulsión de Sambueza....todo dicho

8:38 a.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

¿Saber de fútbol para hacer novelas? este es un post, querido anónimo... todo dicho

G.

9:26 a.m.  

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