Jonathan Lethem
Una figura solitaria en la acera, un niño blanco, avanza a pasos nerviosos por la manzana de la avenida Atlantic entre la calle Court y Boerum Place. Es una noche fresca de abril, martes, justo pasada la medianoche. Solo y de aspecto más pequeño de lo normal, parece una marioneta en un escenario humano, proyecta sombras que se encogen y vuelven a crecer a la luz de las farolas. La pregunta evidente es: ¿qué está haciendo allí? Esa manzana queda delimitada por el lado de la calle Court por tiendas árabes y por el Boerum por el Orfanato Masculino Saint Vincent. Del otro lado de Boerum asoma el monolito cristalino del Centro de Detención de Brooklyn. Pero la manzana que recorre es una nulidad: solo hay un aparcamiento, un terraplén de rampas de hormigón de cuatro plantas. En la otra acera, una estación de servicio Mobil cerrada.
El chico pasea hasta una esquina del aparcamiento, luego hasta la otra, como si estuviera encerrado, como un jerbo en una jaula. Cuanto más lo piensas, cosa que nadie hace, más inexplicable resulta que está haciendo allí. El lugar es una pésima opción para un paseo a medianoche, seguro que pasa algo malo.
Esa es la cuestión.
Hasta la esquina y vuelta atrás: acelera porque ya ha pasado algo malo.
(De: "La Fortaleza de la Soledad". Random House Mondadori. Debolsillo, 2004)
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