Héctor Abad Faciolince
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En esos decenios tuvo que soportar, una y otra vez, la persecución de los conservadores, que lo consideraban un izquierdista nocivo para los alumnos, peligroso para la sociedad y demasiado librepensador en materia religiosa. Y después, desde finales de los setenta, tuvo que aguantar también al macartismo, las burlas despiadadas y las críticas incesantes de los izquierdistas que reemplazaron a los conservadores en ciertos mandos del claustro, quienes lo veían como un burgués tibio e incorregible, porque no estaba de acuerdo con la lucha armada. Recuerdo que mi papá, en el período de transición, cuando la izquierda reemplazó a la derecha en la Universidad, y cuando él más que nunca predicaba la tolerancia de todas las ideas, y el mesoísmo en filosofía (una palabra que él había inventado para defender el justo medio, el antidogmatismo y la negociación) repetía mucho la siguiente frase, quizá citando a alguien que no recuerdo: “Aquellos a quienes los guelfos acusan de gibelinos, y los gibelinos acusan de guelfos, esos tienen la razón.”
(De: EL OLVIDO QUE SEREMOS. Planeta, 2006)
1 Comentarios:
Todos los Héctor van al cielo. Excepto, tal vez, Héctor Lavoe.
Saludos desde Bu-ca-ra-man-ga.
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