TONY TAKITANI
Más o menos me interesa todo lo que tenga que ver con el escritor japonés Haruki Murakami, gran especialista en las distancias largas, prueba de ello son sus inolvidables novelas TOKYO BLUES y CRÓNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO. Digo “más o menos” porque no es un autor a quien le rindo fanatismo total, como sí a Philip Roth, de quien hasta trato de averiguar claves autobiográficas que me ofrezcan pistas de sus exacerbadas inclinaciones, entre otras cosas, por el sexo, una de las marcas registradas en todos sus libros.
Hace dos semanas un pata me comentó de una película basada en un cuento de Murakami, del libro SAUCE CIEGO, MUJER DORMIDA, el cual no he leído, pero del que me aventuro a decir, con mucho prejuicio a lo mejor, que es una publicación en la que el autor ha aprovechado para consignar, sin previa selección, hasta los relatos que venía trabajando en Word. Más de cuatrocientas páginas. En fin.
TONY TAKITANI (2004), del director Jun Ichikawa.
La he visto tres veces, y no me canso de calificarla como una auténtica delicia visual. Es todo un canto al silencio y un peculiar testimonio sobre la involuntaria soledad.
Como dije, no he leído el cuento en el que se apoya la película homónima, pero creo que no hace falta. Verla es como haberlo leído. Se respira a Murakami desde el minuto 1 hasta el 75.
Shozaburo Takitani es un músico de jazz que evitó luchar en La Segunda Guerra Mundial; es también mujeriego, bohemio y borrachín. Al terminar la guerra, Shozaburo se casa con una pariente lejana, y fruto de esa relación nace Tony Takitani, a quien le puso ese nombre debido a la amistad que tuvo con un militar norteamericano, llamado Tony, y porque seguramente un nombre “criollo” le ayudaría a la criatura a tener más oportunidades en la vida. Sin embargo, la tragedia ya había hecho su acto de presencia, puesto que la esposa y madre del hijo de Shozaburo murió a tres días del parto. Shozaburo, sabiéndose incapaz de criar un hijo, porque solo piensa en las búsquedas nocturnas de la lírica nota azul del jazz, entrega la crianza de Tony en manos de institutrices.
Tony Takitani desarrolla un fuerte mundo interior. Desde niño es un solitario total. De joven estudia Arte y ya de adulto llega a ser un buen ilustrador de piezas mecánicas, lo que impide tener apuros económicos. En Tony no hay espacio para nada que no sea su trabajo artístico, hasta que se topa con Eiko, quince años menor que él. Ambos empiezan a salir, Eiko se califica de “egocéntrica” y le confiesa su enfermiza tendencia por comprar ropa. En la quinta salida, Tony le propone matrimonio, pero ella le dice que desde hace un tiempo está saliendo con un tipo, pero que de todas maneras “lo pensara.” Luego de un periodo prudencial, ella acepta casarse con Tony.
Pues bien, TK es una película en la que se dice poco, tanto los diálogos y la narración en Off son funcionales, Ichikawa privilegia los gestos, los silencios y las miradas de Tony, y no es ajeno a la máxima que configura a los perdurables personajes de Murakami: Tony, al igual que Toru Watanabe (TB) y Tooru Okada (CDPQDCAM) son presos de pasiones descontroladas, aman demasiado, lo aguantan todo en pos de mantener el sentimiento por las mujeres que los tienen en vilo, son reacios a privilegiar el orgullo masculino, porque para ellos amar no es una opción, no es una oportunidad, sino un estado de gracia que siempre han buscado sin buscarlo.
En una de las escenas álgidas de TK, Tony le pide a su posible joven ayudante usar la ropa de Eiko, en claro testimonio de que la muerte de su esposa no había hecho otra cosa que no fuera la de solidificar su sentimiento por ella, que con todos sus defectos asentados en la vanidad, la seguía amando tal y como era.
Si desean más luces de TK, les recomiendo este post de Óscar Pita Grandi.
Imagen, TONY TAKITANI
TONY TAKITANI (2004), del director Jun Ichikawa.
La he visto tres veces, y no me canso de calificarla como una auténtica delicia visual. Es todo un canto al silencio y un peculiar testimonio sobre la involuntaria soledad.
Como dije, no he leído el cuento en el que se apoya la película homónima, pero creo que no hace falta. Verla es como haberlo leído. Se respira a Murakami desde el minuto 1 hasta el 75.
Shozaburo Takitani es un músico de jazz que evitó luchar en La Segunda Guerra Mundial; es también mujeriego, bohemio y borrachín. Al terminar la guerra, Shozaburo se casa con una pariente lejana, y fruto de esa relación nace Tony Takitani, a quien le puso ese nombre debido a la amistad que tuvo con un militar norteamericano, llamado Tony, y porque seguramente un nombre “criollo” le ayudaría a la criatura a tener más oportunidades en la vida. Sin embargo, la tragedia ya había hecho su acto de presencia, puesto que la esposa y madre del hijo de Shozaburo murió a tres días del parto. Shozaburo, sabiéndose incapaz de criar un hijo, porque solo piensa en las búsquedas nocturnas de la lírica nota azul del jazz, entrega la crianza de Tony en manos de institutrices.
Tony Takitani desarrolla un fuerte mundo interior. Desde niño es un solitario total. De joven estudia Arte y ya de adulto llega a ser un buen ilustrador de piezas mecánicas, lo que impide tener apuros económicos. En Tony no hay espacio para nada que no sea su trabajo artístico, hasta que se topa con Eiko, quince años menor que él. Ambos empiezan a salir, Eiko se califica de “egocéntrica” y le confiesa su enfermiza tendencia por comprar ropa. En la quinta salida, Tony le propone matrimonio, pero ella le dice que desde hace un tiempo está saliendo con un tipo, pero que de todas maneras “lo pensara.” Luego de un periodo prudencial, ella acepta casarse con Tony.
Pues bien, TK es una película en la que se dice poco, tanto los diálogos y la narración en Off son funcionales, Ichikawa privilegia los gestos, los silencios y las miradas de Tony, y no es ajeno a la máxima que configura a los perdurables personajes de Murakami: Tony, al igual que Toru Watanabe (TB) y Tooru Okada (CDPQDCAM) son presos de pasiones descontroladas, aman demasiado, lo aguantan todo en pos de mantener el sentimiento por las mujeres que los tienen en vilo, son reacios a privilegiar el orgullo masculino, porque para ellos amar no es una opción, no es una oportunidad, sino un estado de gracia que siempre han buscado sin buscarlo.
En una de las escenas álgidas de TK, Tony le pide a su posible joven ayudante usar la ropa de Eiko, en claro testimonio de que la muerte de su esposa no había hecho otra cosa que no fuera la de solidificar su sentimiento por ella, que con todos sus defectos asentados en la vanidad, la seguía amando tal y como era.
Si desean más luces de TK, les recomiendo este post de Óscar Pita Grandi.
Imagen, TONY TAKITANI
2 Comentarios:
Publican al suicida Wallace...
Los pie de página en todos los libros de Wallace son una inspiración.
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