Rubem Fonseca
¿Por qué le permití venir? ¿Por la suave consistencia de sus muslos, que había sentido, comcupiscente, en el Jardín Botánico, al apoyar sobre ellos mi cabeza? ¿Por su madurez, aún lozana, que contrastaba con la juventud radiante de Clorinda? ¿Por la curiosidad, el ansia de descubrimiento? Como dice un personaje de uno de mis libros, el deseo de saber y develar es la primera y la última pasión de las grandes mentes. Gracias a ese anhelo se crearon las mayores obras de arte e inventaron la Internet.
(De: DIARIO DE UN LIBERTINO. Norma, 2007)
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