sábado, enero 09, 2010

"Marlowe y compañía", reportaje de Rosa Montero en Babelia


Llevo muchos años leyendo novelas policiales. Estoy convencido de que los crímenes son las verdaderas radiografías de las sociedades. Por otro lado, no debe creerse que un policial solo debe estar suscrito al descubrimiento del asesino, perpetrador y ladrón. Pues no, este género es mucho más, no se justifica sin un mínimo intento de exploración en las zonas oscuras del alma. El policial se ha vuelto tan permeable que muchos catalogan muy a la ligera cualquier mamarracho como policial. Lo que sostiene todo policial, como se lo he escuchado y leído a los que saben, es la relación entre sus personajes y sus respectivas fisonomías morales. Ese es el “secreto”, no hay otro.

Leyendo el suplemento Babelia, me topo con un excelente reportaje de la escritora Rosa Montero, Marlowe y compañía. En él pasa revista sobre el auge de la novela negra y policial, pero partiendo de la suprema influencia del maestro del género: Raymond Chandler.
A tomar nota entonces. Aquí va:

“Tengo 42 años y mi independencia me ha echado a perder", dice Philip Marlowe en El largo adiós (1953), la mejor novela del mítico detective privado creado por Raymond Chandler.
En ella aparecen todos los grandes temas que preocuparon al escritor. La decadencia de la sociedad, la corrupción de las clases privilegiadas y de las fuerzas legales en connivencia con el gansterismo, la injusticia social que todo ello provoca. El alcohol, algo que Chandler, con una marcada tendencia a la autodestrucción, vivió de manera terrible. Marlowe mide un 1,85, pesa cerca de 90 kilos, fuma en pipa y bebe, no tanto como su creador, desde luego, preferentemente bourbon y gimlet. Vive y trabaja en Los Ángeles (California). Cobra tarifas modestas. No se ocupa de divorcios. Tiene un humor devastador. Es insobornable. Se le contrata pero no se le compra. En un mundo que no le gusta, lucha por mantenerse libre y atenerse a sus propios principios.
Es un caballero. En El largo adiós, se topa con Terry Lennox, un héroe de la I Guerra Mundial, alcoholizado. Borracho, caído en el suelo, lo recoge, lo lleva a comer hamburguesas, luego, en su casa, le prepara huevos revueltos, café con un poco de whisky. Sabía que le daría problemas. La escena se repite. Incluso va a la cárcel por él. Ése es Marlowe. Escéptico, pero mucho menos cínico que Sam Spade (el detective de Dashiell Hammett, uno de sus maestros). Tiene un humor devastador.
Raymond Chandler (Chicago, 1888-La Jolla, California, 1959) empezó a escribir relatos y novelas cortas para pulps como Black Mask o Dime Detective, publicaciones baratas de gran tirada. Los investigadores que creó, como Mallory o Dalmas, muestran ya los rasgos de Marlowe, que nació, hace 70 años, en la primera novela del escritor, El sueño eterno (1939). Todo Marlowe reúne los siete libros sobre el detective y algún relato. Adiós muñeca (1940), La Ventana alta (1942), La dama del lago (1943). Aquí interrumpió el ciclo, para trabajar en Hollywood, y lo reemprendió seis años después con La hermana pequeña (1949), El largo adiós y Playback (1958).
Las primeras novelas "canibalizan", como el autor ha explicado, algunos de sus relatos. Poco a poco abandona, o mejor, supera el estilo hard boiled (duro y en ebullición) de los pulp, el realismo puro y duro. Es más subjetivo, con una visión más romántica, a veces lírica. Marlowe narra las historias en primera persona, a partir de la descripción de los hechos y de los diálogos. Es un héroe irrepetible, que creó una escuela impresionante. Dejó el listón muy alto.
Stieg Larsson no es, no debería ser, el único autor de 2009 en España. La moda sueca, la nórdica, causa destrozos. Y no es sólo eso, la avalancha de novelas negrocriminales satura el mercado y puede despistar al lector, porque buenos autores los hay. Como Henning Mankell que ha decidido jubilar a Wallander. El hombre inquieto es la última protagonizada por el policía. La quinta mujer, que se publicó en España en 2000, fue una revelación, innovadora. Mankell nos obligó a consultar el atlas, ¿dónde está Escania?, ¿e Ystad? ¿Está muy lejos Malmö? Tras ocho novelas y un libro de relatos hemos visto cómo ha desmontado nuestras ideas preconcebidas de la Suecia del bienestar. Su retiro no es una sorpresa, ya lo había anunciado en dos libros anteriores. En La Pirámide reconstruye la vida de Wallander antes de ser policía en Ystad. En Antes de que hiele introduce a Linda Wallander como policía siguiendo los pasos de su padre. El hombre inquieto es una historia de despedida. Mankell repasa todas las novelas de la serie. Linda es una puerta abierta al futuro. Ya veremos. No hay que olvidar el simpático truco de Conan Doyle, que mató a Sherlock Holmes en una pelea a muerte con el malvado Moriarty en El problema final y que luego lo resucitó tan campante.
Y otro que se jubila es John Rebus, el policía Ian Rankin, a los 60 años. Real como la vida misma. Esto no pasaba con Marlowe ni Spade, pero en nuestro tiempo los investigadores desaparecen antes que sus creadores. No es agradable perder a amigos literarios. Como Mankell, el escritor escocés también lo anunció. En La música del adiós. Con Puertas abiertas ha dado un giro radical. Un multimillonario aburrido, un banquero asqueado y un profesor de arte deciden dar un golpe en la National Gallery de Edimburgo. Más en la línea del Dortmunder de Donald Westlake que en la de Rebus. Lo que no ha variado es su Edimburgo, la ciudad maravillosa que se ve y la oculta y peligrosa.
Harry Bosch no se jubila por ahora, aunque no es el protagonista de El veredicto, en la que Michael Connelly recupera al abogado Mickey Haller. Sólo le vemos a través de sus ojos. Es un thriller legal bien armado que desmenuza un proceso judicial. La única verdad es que todos mienten: la policía, los abogados, los testigos, los acusados e incluso los jueces.
De entre los nórdicos, tres: el noruego Jo Nesbo, con Némesis protagonizada por el policía alcohólico Harry Hole. Es duro y quiere parecerlo, pero tiene un punto romántico que recuerda a Marlowe. La también noruega Anne Holt, con La diosa ciega. El argumento tiene peso: la dificultad de la policía para encontrar pruebas y poder sentar en el banquillo a importantes abogados por tráfico de drogas. A quienes les ha gustado La mujer de verde del islandés Arnaldur Indridason, aún apreciarán más una novela anterior, Las marismas, ahora reeditada. También trata de un crimen cometido en el pasado cuyas consecuencias llegan al presente. Empieza con una violación cometida hace 40 años.
Imagen, Rosa Montero

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