Listones
En la sección Blogs del diario Público, encuentro el blog Tiempo Real, del legendario editor Mario Muchnik (en la imagen). A Muchnik, no es novedad, miles de lectores le debemos buena parte de nuestra formación literaria. Si en caso aún no lo conoces, pues empieza a preocuparte. Este lector que edita, pese a sus años, sigue exhibiendo una férrea honestidad literaria, en lo personal lo considero un ejemplo de cómo se puede conseguir prestigio literario jugando limpio. Un ejemplo que hoy en día se hace necesario resaltar, alarma pues la epidemia de mercachifles -enemigos de la lectura- que tienen el cuajo de llamarse editores.
En el post Listones, el maestro se baja, y con clase, uno de los mitos editoriales que no pocos hemos escuchado hasta el hartazgo.
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Muchos editores hay –y autores, libreros y lectores –, convencidos de que el “público lector” es gente no sólo de poca cultura sino de poco ingenio. En mi vida profesional he oído decir, para rebatir alguna de mis propuestas, cosas como: “Es que tú no conoces a nuestro público lector”; “Es que aquí es distinto”; “Es que tienes el listón puesto demasiado alto”. En todos esos casos, mi actitud fue la de callar y regocijarme con esos consejos que una vez dio H. G. Wells a sus asistentes (uno de los cuales era un Huxley), entre los que decía (parafraseo): “Nunca pienses que tu público es menos inteligente que tú; no sabe tantas cosas como tú, eso es todo, y si hay algo ‘demasiado complicado para decirlo aquí’, no seas pedante: no lo digas y basta, no humilles a tus lectores mencionándolo. Platón nunca caía en esas pedanterías”.
Es bueno pensar en los mitos que así se crean. Por ejemplo, el de que “aquí se lee poco”. Según los números que vi hace ya 15 años, quienes no leen en España no son proporcionalmente más que quienes no leen en el resto de Europa. Es verdad que quienes sí leen en España leen menos que sus homólogos extranjeros. Pero se intuye que ese “aquí se lee poco” disfraza un derrotismo nefasto para nuestra profesión: si se lee poco, hay que editar cosas facilonas, para llegar a un público más amplio.
Otro mito es el de que los sondeos de opinión son obtusos. Leí una encuesta sobre el cine español según la cual “los espectadores evalúan mal el cine español”. La encuesta había sido encargada por productores cinematográficos que la rechazaron. Y la Administración se unió al rechazo. Dice una de las conclusiones de la encuesta: “El público español piensa que el cine español es muy reiterativo, poco imaginativo, pedante, de baja calidad, poco presupuesto, con demasiada guerra civil y franquismo, lo español es igual a ‘españolada’”.
La sensatez de este juicio del público español se estrella con la pedantería de los profesionales del sector, para quienes “la culpa” la tiene la estulticia del público, el sesgo de los encuestadores, la “penetración” de las distribuidoras extranjeras, –todos, salvo uno: el cineasta español, cuyo trabajo es “siempre” impecable–.
Cuando en los foros profesionales te digan que bajes el listón, sonríe por dentro, amigo, y piensa en eso que Wells aconsejaba a sus colaboradores. Y exige de nosotros, los editores, y de ellos, los autores, que subamos más y más el listón para un público que, en última instancia, se lo merece. Porque de tonto no tiene un pelo.
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