Jonathan Franzen: el nuevo "gran novelista americano"
Reviso algunos diarios y encuentro en Revista Libros de El Mercurio el texto de Macarena García Jonathan Franzen: el nuevo “gran novelista americano”.
El artículo obedece a la publicación de su nueva novela FREEDOM.
Por lo poco que vengo informándome, dicen que se trata de una obra maestra. No soy quién para dudarlo. No me sorprendería si fuera así.
Franzen es, en mi modesta opinión, un novelista ruso.
Ahora, García consigna que las dos novelas anteriores a LAS CORRECIONES, que le valió a Franzen el reconocimiento rendido de la crítica y el genuino favor de los lectores, no habían significado gran cosa en su carrera en cuanto a prensa, lo que no quiere decir que sean malas o regularonas, hasta podría decir que son muy buenas.
Tanto CIUDAD VEINTISIETE y MOVIMIENTO FUERTE pueden encontrarse en la siempre nutrida biblioteca del Centro Cultural de España. Cada una no baja de las 500 páginas.
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Si bien la revista Time no es lo que era, su portada sigue siendo capaz de crear realidades a la vez que las descubre. "Franzen no es el novelista americano más rico o famoso, pero usted podría argüir -yo argüiría- que es el más ambicioso y también uno de los mejores", dice el texto calzado bajo la mirada entre perdida y penetrante de Jonathan Franzen. Esa portada era la primera en diez años dedicada a un escritor -en 2000 tuvo a Stephen King- y, como el mismo artículo resaltó, lo ponía en selecta compañía: además de King, sólo Salinger, Nabokov, Morrison, Joyce y Updike han merecido ese trato. Un par de días después, Franzen ya era más famoso. La noticia de su portada en Time fue seguida por otra que aseguraba que su novelón de 562 páginas - Freedom - sería la lectura de verano del Presidente Obama. No sólo eso: Obama había conseguido un ejemplar de adelanto, ya que la novela -la cuarta de Franzen, escrita tras un hiato de nueve años- sólo se comenzaría a vender a comienzos de septiembre. El asunto terminó pareciéndose a un lanzamiento de Harry Potter , con embargo, expectación y stocks que se agotan con rapidez. Sólo que en vez de un best seller, se hablaba del futuro de la "novela americana". Palabras mayores.
Franzen era hasta ahora conocido como el autor de Las Correcciones , otro novelón de casi 600 páginas que publicó en 2001, una semana antes de que derribaran las Torres Gemelas. Las Correcciones llegó a vender 2,85 millones de copias, convirtiéndose en un modelo de best seller que es también éxito de crítica. Hasta entonces, Franzen era un escritor de dos novelas de poca prensa. Después de eso fue personaje en Los Simpsons y en el mundillo mediático-literario estadounidense. Se hizo conocido como el primer escritor que despreció una invitación al programa de Oprah Winfrey, algo a lo que hasta entonces nadie se había atrevido, quizá porque las editoriales calculan que aparecer en el show vende medio millón de libros. La verdad del altercado con Winfrey es un poco más compleja, ya que fue la presentadora la que decidió desinvitarlo tras leer en la prensa las críticas de Franzen a su show. Para el caso da igual. La imagen que proyectó el autor de Las Correcciones fue la de un autor que podía ser best seller, pero rehuía de las estrategias de promoción. Entonces se dio también el lujo de llamar a Michiko Kakutani, la renombrada crítica literaria de The New York Times, "la persona más estúpida en Nueva York". Podía permitírselo. En su reseña de Freedom , Kakutani se olvida de la figura del escritor que detesta y se aboca a celebrar el libro: "Mr. Franzen ha escrito su más hondamente sentida novela, una novela que resulta ser tanto una absorbente biografía de una familia disfuncional como un indeleble retrato de nuestros tiempos".
Lo que tiene Franzen, que parecen no tener otros, es esa capacidad de contar una historia que retrate el tiempo que vivimos. Por eso lo llaman el "gran novelista americano" y por eso lo lee -o dice leerlo- Obama. Freedom , el título, da la pista: habla de la nación que lleva la idea de la libertad como emblema y que en su nombre declara guerras. La historia transcurre, de hecho, en tiempos de Bush y Clinton, de ataques a Iraq y calentamiento global. Franzen es un defensor de esa función de la novela: ser un espacio de reflexión sobre lo que ocurre. Apuesta por volver a la novela del siglo XIX - Freedom tiene unos cuantos guiños a La Guerra y la Paz , por ejemplo- en vez de avanzar al XXI experimentando con el texto. El escritor David Foster Wallace, quien además de una suerte de rival fue su amigo íntimo, defendía la posición contraria. La Broma Infinita , la obra maestra del prematuramente fallecido Foster Wallace, es experimentación pura en mil 200 páginas, pero también el retrato del hastío de la sociedad que dominó económica y simbólicamente el mundo durante el siglo XX. Había quienes decían que el libro de Foster Wallace tendría que pelearse su lugar en la historia con Las Correcciones . El mismo Franzen dijo que escribía midiéndose con su amigo y que éste era tanto más brillante. Pero ahora, cuando presenta Freedom , admite que el impulso final para escribir y terminar este proyecto de nueve años le vino tras el suicidio de su amigo en 2008. "Fue como, hombre, ¿vas a hacer eso? ¿Vas a ser el genio heroico que muere joven?... Entonces voy a tener que mover el culo y en verdad escribir algo". Franzen es ambicioso y quiere probar que la tradición de la novela no está muerta, que ésta puede retratar el modo en que vivimos de forma tal que merezca la atención de quienes toman las decisiones en el mundo. "Sus personajes no tienen poderes mágicos ni resuelven misterios ni viven en el futuro. Freedom no trata de una subcultura, sino sobre la cultura. No es un microcosmos; es un cosmos", escribe Lev Anderson en Time. Quería superar a Las Correcciones y lo logra, quizá porque los personajes son ahora más complejos y las dificultades en sus relaciones funcionan mejor como radiografía de la vida contemporánea. Freedom es una novela que entra en la pregunta de cómo vivir, de qué priorizar y de cuál es la relación del hombre con su comunidad. Eso, contado con una cuidada prosa, la vuelve lectura obligatoria.
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