lunes, octubre 11, 2010

Estamos en construcción

Tengo amigos y muchos conocidos que aman el fútbol al igual que los libros. Para ellos, entonces, Estamos en construcción de Enrique Vila-Matas.


Hay un discurso de césped y uno de sala de prensa y este último lo dominaría bien, por ejemplo, Pep Guardiola, de quien suele decirse que ha articulado, a través de los meses, un discurso tan coherente como inteligente. ¿Y José Mourinho? Tener un discurso no es su fuerte. "Leo poco y no escucho nada. Ya se cansarán. No pasa nada", dijo el otro día. Y posiblemente no mintió. Lee poco y puede que eso incluso explique que por ahora no haya articulado discurso alguno en las salas de prensa, sino solo frases sueltas, francamente pajoleras. Una de ellas, sin embargo, la encuentro muy buena. Es de no lector, pero de tipo listo: "Estamos en construcción".
El discurso de césped lo descubrí viendo cómo TVE concedía primacía absoluta a la sin duda importante noticia de que en el Bernabéu habían cambiado la hierba del terreno de juego. El del césped es un discurso con dos vertientes diferenciadas. Una está en los palcos del Madrid y el Barcelona, donde hay unos presidentes mudos, de los que por ahora solo se sabe que han decidido cambiar sus respectivos parterres, aunque aquí habría que añadir que Rosell y compañía han ido rezagados.
La otra vertiente se halla obviamente en el terreno de juego, donde Mourinho da la impresión de estar fundando, día a día, desde las líneas defensivas, un equipo tan gris y sólido como potente, aunque esto, si no recuerdo mal, ya supo hacerlo muy bien Juande Ramos. En el Barça, por su parte, a veces parece que se hayan encerrado en ese extraño ensalzamiento cursi de la gente normal (esa canción y lema que repite Barça TV sin cesar) cuando, en realidad, esta temporada le habrían ido muy bien tres o cuatro refuerzos (gente malvada o anormal, llegada de los barrios bajos o del extranjero, no hay que temerlos tanto) que le hubieran dado variantes imaginativas al juego de este equipo que, de pronto, ha empezado a parecernos demasiado construido.
¿Quién habrá sido el ideólogo de la cantinela de la gente normal que conduce al pensamiento raso? Todo indica que las causas del discreto naufragio de este comienzo de temporada son el cansancio acumulado (el Camp Nou debe un homenaje a Del Bosque) y la falta de grandes suplentes, es decir, esa plantilla tan corta, buenísima para los tres últimos meses de este nuevo curso, es decir, para cuando puedan los titulares volver a estar todos al mismo tiempo en gran forma, pero quizás no tan buenísima para estar en la brega el curso entero. Aunque nunca se sabe. En el próximo partido en el Camp Nou, ante el Valencia, son capaces de todo y echar por tierra toda especulación acerca de los posibles errores cometidos de cara a esta temporada.
Tal vez no se ha cometido ni un error y la cosa es tan simple como que Bojan afine la puntería cuando falte Villa. Llevo ya tiempo suficiente hablando del mundo del fútbol para saber que en él todo puede cambiar radicalmente en menos de un día, de un minuto, de un segundo. Eso sí, todo puede cambiar, menos la gente normal. Sobre esta, lo tengo bien claro: posee un fondo asesino muy arraigado. Tanto que Mourinho es un santo a su lado. Ese Mourinho que dice que no busca los focos. Y le creo, porque pienso que se ha dado cuenta de que ha dejado demasiado al descubierto sus insulsas pulsiones.
Siempre que detecto falta de discurso, evoco unas palabras de Roland Barthes sobre su abuelo paterno: "En la vejez, se aburría. Siempre sentado en la mesa antes de tiempo (pese a que se adelantaba sin cesar la hora de comer), vivía cada vez con más adelanto, de tanto que se aburría. No sostenía ningún discurso". Esta sentencia final la reservó Barthes también para su otro abuelo: "Le gustaba caligrafiar programas de audiciones musicales o fabricar atriles, cajas, artefactos de madera. Tampoco él sostenía ningún discurso".
Este parece el caso de Mourinho, que la semana pasada ocultó de la prensa a su equipo, seguramente para poder esconderse también él, ya que llevaba días creando titulares con temas tan deshilachados como el de los patatales, la selección portuguesa, los rivales que regalan puntos al Barça, ciertos futbolistas llegados de Getafe... Tal vez se dio cuenta de que su falta de discurso, dejando aparte las brillantes vueltas que da al tema de su éxito en la vida, iba dejando al descubierto que tiene una elocuencia de escaso ingenio y una personalidad humana algo decepcionante con respecto a las expectativas que se habían creado.
Casi nadie duda, en cambio, que tiene un sólido discurso de césped, con su equipo en permanente construcción, todo lo contrario del Barça, al que se le ve demasiado hecho y bien haría en volver a construirse a sí mismo o acordarse de cuando, para combatir el aburrimiento, adelantaba sin cesar la hora de golear. Y es que el otro día, en la segunda parte, el Barça, con su firme tedio, parecía un abuelo de Barthes.

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