miércoles, diciembre 15, 2010

Mescalito

Son varias las razones que en estos últimos años impidieron sumergirme en las páginas de MESCALITO (Emecé, 2007), de Hunter S. Thompson.
Felizmente, esa deuda –literaria y personal- la saldé hace unos días. Valió la pena esperar por esta pequeña joya. Porque eso es en esencia MESCALITO: una joya que nos trae devuelta lo mejor de Thompson, el padre del periodismo gonzo e involuntaria influencia de muchos cronistas ociosos que han hecho carrera amparándose en lo que precisamente este más renegó en vida.
Durante mucho tiempo se creyó que esta publicación no existía –la primera edición data de 1991, en un sello independiente de Santa Barbara, y en cuya portada ni siquiera aparecían el título (Screwjack) ni el nombre del autor-, llegando a barajarse la razonable sospecha de que podría ser una travesura del entonces futuro suicida.
Meses después de su suicidio en febrero del 2005, la editorial Simon & Schuster, aprovechando el contexto en el que todo aquello que tuviera que ver con Thompson adquiría un altísimo valor pecuniario, decidió relanzar la publicación por todo lo alto.
MESCALITO consta de cuatro partes, aunque sean tres los relatos. En la primera tenemos la carta del gonzo a su editor Maurice, a secas, en la que le brinda instrucciones sobre el orden en el que deberían ir los textos y, claro, también le ofrece detalles de la persecución que sufrió, durante veintidós semanas, por cuenta de gigantes gatos monteses radioactivos.
En el relato homónimo que titula la publicación, tenemos la crónica de la experiencia a la que se prestó el autor en su primera incursión con el mescal en el Continental Hotel, en Los Angeles en 1969. Resulta iluminador ver los indicios en el viaje alucinógeno que años después estallaría en su obra cumbre MIEDO Y ASCO EN LAS VEGAS. Pero también nos permite constatar los cuidados del ejercicio de estilo y el justo equilibrio temático que el escritor tenía a la hora de plasmar al papel su ánimo virulento y crítico contra el contexto político imperante en su país (Vietnam, Nixon, Martin Luther King…).
Tanto “Muerte de un poeta” y “Screwjack”, pertenecen al terreno de la ficción, y como bien sabemos los que hemos leído la poética del gonzo, la ficción (por ejemplo, la novela EL DIARIO DEL RON) no era pues lo mejor de su pluma. No obstante, los coqueteos abiertos con el suicidio se dejan ver en estos relatos menores, topándonos con más de un destello de genialidad verbal, impregnada de un indefinible hastío por la vida, muy frecuente en este desquiciado busquero de historias, y del que sacó provecho en pos de toda una obra desde ya perdurable.

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