viernes, marzo 11, 2011

2 cartas inéditas de Raúl Gómez Jattin

Desde hace un par de días vengo leyendo la antología LA POESÍA DEL SIGLO XX EN COLOMBIA. La edición viene por cuenta de Ramón Cote Baraibar para Visor.
Lo primero que hice fue leer los poemas del excepcional Raúl Gómez Jattin (1945-1998). A mi manera, vengo siguiendo su obra y cada vez quedo no menos que deslumbrado.
Es cierto que el ritmo de vida que este vate llevó, es lo que hasta ahora llama la atención.
Felizmente, las cosas están cambiando. Se viene apreciando más su poética.
Ahora, en El Malpensante encuentro una nota sobre una faceta suya poco conocida, la de actor, revelada en dos cartas inéditas.
La introducción es de Jorge Aldana.

...

Jairo Sánchez, el destinatario de estas cartas, recuerda que al ingresar a la Universidad Externado de Colombia escogió como electiva el teatro y en ese grupo, conformado y dirigido por Carlos José Reyes, conoció a Raúl Gómez Jattin.
Mi primer trabajo con él y otros novatos fue ayudar a cargar la escenografía al resto del grupo luego de una presentación en la Universidad de los Andes. La obra era Los viejos baúles que nuestros antepasados nos prohibieron abrir, una adaptación realizada por Carlos José de un texto de Álvaro Cepeda Samudio.
En una institución que forma abogados, el teatro debería ser apenas una actividad secundaria, pero en esa época el grupo y el teatro tuvieron una gran importancia. Eran tiempos de gran agitación estudiantil: convocábamos a mítines en la cafetería y acompañábamos a los estudiantes a las marchas y manifestaciones de las que estuvieron plagados los años setenta. Teatro y abogacía era una mezcla exótica, al contrario de abogacía y poesía, pues en Colombia el derecho era casi un prerrequisito para ser poeta, una condición que, dicho sea de paso, también cumplió Raúl.
El siguiente montaje que recuerdo fue La gran imprecación frente a los muros de la ciudad, de Tankred Dorst, que Carlos José Reyes tradujo del francés y adaptó. Con ella emprendimos una gira universitaria y fuimos también a Sahagún, donde hubo una verdadera estampida humana pues nadie quería perdérsela. En ese viaje nos hospedamos en casa de la familia de Raúl en la cercana Cereté. Al semestre siguiente llegó un grupo de muchachos de Sahagún a estudiar al Externado, pero de lejos se veía que estaban más atraídos por el teatro que por las leyes. Raúl ya era reconocido como un gran actor. El montaje de Las monjas, del cubano Eduardo Manet, que realizó Carlos José con nosotros en la universidad, se representó también en los teatros La Mama y La Candelaria unas cien veces. En esa obra, que transcurre en el Haití revolucionario, Raúl hacía el papel de una monja asesina. Esta notoriedad de Carlos José y su teatro comenzó a producir conflicto con las directivas universitarias, quienes lo acusaban de desbordar el ámbito propio del grupo, pues casi todos los alumnos que lo integraban, entre ellos Raúl, trabajaban también por fuera con él. Al final Carlos José fue despedido. En esa época compartíamos mucho tiempo con Raúl, no solo un gran conversador sino un gran aficionado a la cocina.
Las directivas del Externado se negaban a nombrar un nuevo director por los problemas que según ellos les había traído Carlos José. Raúl, que ya era un personaje en la universidad, asumió como tarea propia la continuidad del grupo: hacía plantones al frente de la rectoría y esperaba la llegada del rector Fernando Hinestrosa para pedirle el nombramiento de un nuevo director. Dentro de esta campaña montamos con Raúl varias obras cortas de Bertolt Brecht, en una de las cuales yo era el protagonista: El esclavo dijo no. Estos montajes los representábamos en el hall y en la cafetería y también fuera de la universidad. A los seis meses Raúl fue nombrado director del grupo Teatro Experimental del Externado. Su primer montaje fue una adaptación suya del cuento “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, de García Márquez, en la que actuamos Miguel Durán, Roberto Salazar, Hugo Sandoval, Ángela Bonet y yo. La obra tuvo bastante éxito y produjo la reconciliación de Hinestrosa con el grupo. Aparte, en otro grupo, Raúl participaba en un montaje con Carlos José: Divinas palabras, de Ramón del Valle Inclán.
Después vinieron Los acarnienses, de Aristófanes, en la que nos basamos en un juego de improvisaciones para la creación de los personajes. Esa obra ya se venía planeando desde antes de la salida de Carlos José y recuerdo que él a veces le reprochaba a Raúl haber usado varias de sus ideas. Con esta obra fuimos al Festival de Manizales sin estar oficialmente invitados. Conseguimos un teatro dónde presentarla y también hicimos funciones callejeras con bastante éxito.
Raúl decidió después montar una obra de su autoría: Las nupcias de Su Excelencia. También ésta se estrenó y representó con buena acogida del público. La obra fue escogida por la Corporación Colombiana de Teatro para representarla en el Festival de Manizales, pese a la oposición del ala más radical de la corporación, manejada por el Partido Comunista, y de las directivas del Externado.
Carlos José Reyes, en testimonio sobre Raúl publicado en esta misma revista, menciona ese montaje como una obra concebida para un teatro pequeño. Cuando se presentó en el Fundadores de Manizales, un teatro muy grande, no solo se diluyó sino que fue sometida a un implacable saboteo por parte de un grupo de estudiantes que no dejaron de chiflar, atribuyéndole falsamente el carácter de obra oficial del Partido Comunista. Este fracaso en Manizales no le cayó bien a Raúl. Que yo recuerde, después de esto no se volvió a representar jamás.
El último montaje que realizó Raúl en la universidad fue una adaptación suya de la obra América de Kafka, la parte del gran circo de Oklahoma. El “estreno rosado”, como lo bautizó Raúl para mamarle gallo a cierta gente del medio que lo acusaba de usar demasiadas telas de este color en sus montajes, se inició tarde, cerca de las doce de la noche. Esto, sumado a las más de dos horas que duraba la función, produjo una deserción importante en el público. Al final los actores huimos por un hueco hacia la costa, pues ya se iniciaban las vacaciones universitarias. Atraídos por las promesas y contactos de dos integrantes, Alberto Bateman y su mujer Bella Bibliowicz, llegamos a Barranquilla, donde cómodamente instalados en La Perla, la hermosa casa que compartieran Alejandro Obregón y Cepeda Samudio, esperamos el día del estreno. Recuerdo la llegada de Antonio Caro, encargado del diseño del programa. La prensa local creó una gran expectativa alrededor de la obra. Poco antes de la función, Raúl fue requerido con urgencia por su familia en Cereté. Ese día, ya en los camerinos, el grupo fue visitado por una delegación de la bohemia de la ciudad. Se bebió y se fumó mucha bareta, lo que perturbó el desarrollo de la obra pues los actores chapoteábamos perdidos en las casi tres horas de texto. La mayoría del público abandonó la sala. El período barranquillero había terminado con un gran fracaso.
En ausencia de Raúl, Bateman asumió la dirección del grupo y propuso viajar a su oriunda Santa Marta a continuar la gira. Raúl alcanzó al grupo en Ciénaga, donde indignado y sin duda perturbado por la muerte de su padre, a quien adoraba y acababa de enterrar, le reclamó a Bateman lo que él consideraba un golpe de estado que incluía el robo de la escenografía. La crisis fue total; con un sálvese quien pueda los integrantes nos dispersamos en todas direcciones.
La época dorada del teatro universitario, las giras y la fiesta terminaban. Ya a finales de la década la relación de Raúl con el teatro se limitaba a planear proyectos que nunca se pondrían en escena, como se puede ver en las dos cartas a continuación. Eran los comienzos del Raúl poeta: “La poesía es la única compañera, / acostúmbrate a sus cuchillos, / que es la única”.
—Jorge Aldana

1. Montería, principios de diciembre
Alonso Mercado es un escritor joven, un gran actor hijo de un magistrado de aquí. Me parece el preciso para representar al cerdito humano en la escena del banquete que se ofrecerá a todos los integrantes del Parlamento, en el propósito del protagonista de convencerlos, a través de su paladar, de que lo más apropiado es cocinar a sus pequeños súbditos para salvar a Inglaterra de la hambruna.
El cuerpo irá sobre una gran bandeja que semeje la plata más pura y brillante, rodeado de frutas y vegetales. Desnudo su cuerpo gordo y rosadito; con una manzana roja en la boca y una corona de margaritas adornando su frente. Irá seguido de un séquito de elegantes sirvientes con botellas repletas de vino y champaña y copas parecidas al oro.
Ya tengo el nombre del grupo. Se llamará La Gran Compañía del Sinú. El obispo me ofreció un salón de la comunidad para iniciar los ensayos; tiene buena luz y es amplio. Allí podríamos dormir y cocinar pues hay baño y cocina. Esto mientras conseguimos el apoyo para rentar un buen apartamento.
Los demás –actores y asistentes, técnicos, pintores, costureras, etc.– serán del grupo de teatro y otras secciones de la universidad que están entusiasmadas ya con las lecturas del atardecer sobre el diario de trabajo de Stanislavski e historia del teatro.
Espero que usted llegue lo más pronto posible a la capital de Córdoba para iniciar el montaje. Como le digo, la alimentación no está segura, pero tenemos una granja agrícola cercana donde nos colaborarán con algún mercado semanal. A cambio les dictaremos cursos de expresión y dramaturgia.
Tengo previsto el estreno para el Capitolio Nacional, en la sala donde está la pintura de Obregón. Allí se decide el destino de la nación y, si no se nos permite presentar la obra completa, por lo menos pasearemos el cadáver bien asado y adobado por los pasillos donde están los que más consumen los dineros de un pueblo hambreado, como el de la Inglaterra de los tiempos de Jonathan Swift.
En todo caso tenemos otro gran escenario, el nuevo salón de actos de la universidad, en el edificio recién inaugurado de Comunicación. Es bastante parecido a un teatro griego y posee bastantes puertas. Excelente para imprevista y violenta aparición de las familias de desplazados de los campos y las hordas famélicas de la ciudad, que terminarán devorando los grandes y apetecibles muslos y perniles de los miembros del Parlamento inglés.
De Montería saldrá el mejor grupo de la tierra a recorrer los altares de catedrales y parlamentos de gobierno del mundo.
Traiga su sleeping y cobijas, aún no tenemos camas. Salude a Roberto y a Hugo.
—Raúl

2. Navidad en la cárcel
El paseo al Alto Sinú resultó en un calabozo. Fuimos acusados de colaboradores de la guerrilla; además de entregarles comida les llevamos documentos de gran importancia. Claro, como usted supondrá, los alimentos eran unos pedazos de panela y queso que les dimos a unos muchachos, y los documentos, textos de la ruta con mapas de la zona que llevábamos para encontrar la laguna y no perdernos.
Por una chaqueta verde de lona que me regaló un primo, fui confundido con el máximo líder del EPL y luego era un cubano entrenador de las milicias del ELN. Terminamos siendo líderes universitarios tratando de unirnos a las guerrillas. Después de múltiples llamadas, hasta el rector Hinestrosa tuvo que intervenir para convencerlos de que solo éramos ciudadanos en busca de agua fresca y aire puro.
Para empezar el viaje seguimos el río hacia arriba, lo cual parece fácil pero al momento la orilla es tan tupida y salvaje que toca rodear para volver a encontrar el río, y las piedras son tan grandes y causan tal turbulencia que el paso es peligroso, imposible.
Encontramos un claro al lado de una cascada, como un oasis de flores y frutas, tal vez habitado y cuidado por alguien. Allí tuve la revelación más grande sobre la naturaleza. Me acosté en la suave hierba y empecé a sentir que el agua y la sangre que corrían por mis venas eran una sola, y que todos mis latidos respondían a vibraciones subterráneas que tocaban todos y cada uno de los puntos de mi cuerpo, como conectándome a una gran unidad viva, astral, de la cual solo éramos, junto con la tierra, una pequeña partícula viviente y necesaria para la continuada rueda del funcionamiento natural. A la vez los golpes del agua contra las rocas eran, además de melodías, voces como cantos de una gran ópera que presagiaban una gran tragedia para la tierra y para nosotros sus habitantes, por la continua tala de árboles y descomposición de la materia más pura, la fuente de toda vida que es el agua.
Tratamos de encontrar el nacimiento del río, subimos y subimos. El paisaje es cada vez más tranquilo y semiselvático como las cumbres de Bogotá pero repletas de arbustos y flores. Hay piedras como talladas por indígenas, todo semeja un antiguo paraíso.
En un clima templado vimos animales como cervatillos tan rápidos que el ojo apenas los puede captar, ardillas que suben a los árboles, y en la noche estrellada como ninguna otra en mi vida había visto, oí pasos de grandes animales como osos y rugidos de tigre. Estábamos viviendo cerca del Edén y nunca habíamos subido a verlo.
En algunas cabañas habíamos visto gente, pero de la traba no quisimos conversar demasiado. Les dimos panela y queso a unos muchachos que iban rápido por entre la maleza y con unos campesinos tratamos de ubicar la gran laguna sagrada; esto fue suficiente para que en la región se enteraran de nuestra presencia y en lo mejor de la excursión fuimos capturados por un batallón mandado exclusivamente contra nosotros.
Cuando vimos el primer soldado, alucinamos que era un policía que nos iba a quitar el bareto que yo llevaba armado en la mochila y salimos a correr monte abajo, pero era tan pendiente que nos deslizamos como en un gigantesco tobogán de arena, ellos tras nosotros sin poder disparar y puesto que no podían detenerse gritaban: “¡Alto!”.Y más rápido rodábamos. Hasta que tropecé y caí contra unas piedras, el resto ya lo sabe. La marihuana la alcancé a botar y el bareto desapareció por gracia de los dioses o si no estuviera procesado por narcotráfico.
Espero que me visite y haremos otra excursión, esta vez con los permisos correspondientes y cámara para tener algún recuerdo de la belleza que está siendo destruida. Pero antes iremos a la playa, el mar solo queda a unas pocas horas de Cereté. Lo espero para Navidad.
—Raúl

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