40 años con Queen
Para los que gustamos del buen rock, Queen es pues un grupo clave en nuestra memoria melódica. En lo personal, no me causa el más mínimo reparo decir que lo escuché íntegramente, hasta el hartazgo en mi adolescencia.
Ahora que se cumplen 40 años de su formación, se viene preparando una serie de conmemoraciones, como la edición de 15 álbumes y hasta un documental.
Que nos cuente mejor Ángela Medina en Ámbito Cultural.
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El año en el que Manson fue condenado a cadena perpetua, Pablo Neruda recibió el Premio Nobel de Literatura. Mick Jagger se casó en Saint-Tropez en presencia de tres Beatles, Jim Morrison falleció en una bañera de París y Led Zeppelin publicó su cuarto álbum de estudio. Seguramente, "The battle of evermore" y "Starway to heaven" resonaron más de una vez en el lugar donde un grupo de cuatro universitarios ensayaba las canciones de su primer trabajo. Tal vez charlaron largo y tendido sobre el talento de una de las bandas a las que más admiraban, sin saber que años más tarde Jimmy Page acabaría trabajando con ellos.
Se pusieron el nombre de Queen porque Freddie Mercury así lo quiso. Aunque quizás por aquel entonces todavía se llamaba Farrokh Bulsara y seguía decorando las paredes de su piso alquilado con dibujos de Jimmy Hendrix que salían de su lápiz en las clases más soporíferas del Ealing College of Art. Fue un compañero de estudios el que, tras escucharle cantar, decidió que tenía que conocer a Brian May y Roger Taylor, dos integrantes del grupo "Smile" que compaginaban sus estudios de Astronomía y Biología con versiones de The Ventures y Eric Clapton. "Smile" se fundió entre exámenes finales y John Deacon, de la rama de Electrónica, llegó con su bajo para completar la formación.
Desde 1973, la banda publicó 15 discos, 5 álbumes en vivo y numerosas recopilaciones. Bajo su escudo, diseñado por Mercury basándose en los signos del zodiaco de los cuatro componentes, conquistaron los cinco continentes y todas las listas musicales. Agotaron entradas en giras mundiales, vendieron millones de copias e incluso entraron en el libro Guiness de los récords. ¿Pero cuándo un grupo de universitarios deja de serlo para convertirse en unos ídolos con millones de seguidores? Probablemente después de un directo.
La música de Queen es omnipresente e inconfundible. No hay nadie que no haya escuchado una de sus canciones. No hay nadie que no sea capaz de reconocerlos. Su pomposidad, sus guiños a la música clásica, las capas de sus arreglos y una voz principal que lo mismo encaja en un melodrama como con el rock más violento. Desde los seguidores del heavy metal a los amantes del music hall, siempre hay alguien que tararea con los ojos cerrados y abriendo los brazos una canción de la banda londinense.
En una discografía tan dilatada, es fácil encontrar ejemplos de canciones que han rebasado la barrera de los tiempos: "We are the Champions", "We will rock you", "Somebody to love". ¿Quién no lee sus títulos sin entonar inconscientemente el estribillo? Y por encima de todas,"Bohemian Rhapsody", la reina de las excelencias: el tercer sencillo más vendido de todos los tiempos, incluido en el disco más caro jamás producido, el primer video musical repartido gratuitamente a todas las cadenas musicales, interpretado en el Royal Ballet y continente de una composición de notables dimensiones.
Pero ni "Bohemian Rhapsody", ni Metrópolis, ni Montserrat Caballé, catapultaron a los cuatro universarios al Olimpo. Los que lo vivieron, lo saben: no había una experiencia superior a ver a Queen en directo. Eran efectistas, teatrales, impetuosos. Amantes de montar el espectáculo y de incluir al público en sus representaciones, algo a lo que los goers de entonces no estaban acostumbrados. Mercury enseñó a muchos a moverse sobre un escenario sin una guitarra entre las manos y sus momentos espalda contra espalda con Brian May, dejaron de envidiar a los encuentros Plant-Page. Una fuerza arrolladora que se traducía en parques y estadios saturados en cada gira y en más de una lágrima de aquellos que se quedaron sin entrada.
El ídolo se convirtió en leyenda tras la muerte de Freddie Mercury y su popularidad ayudó a que muchos le pusieran nombre a una enfermedad de la que hasta entonces no se quería saber demasiado. Se marchaba el hombre del bigote al que le enviaban esmalte de uñas y cuchillas de afeitar, el campeón infantil de tenis de mesa y el que aspiró la alfombra de su casa de ensueño con suéter rosa y conejos de peluche en los pies. Y mientras se decía adiós a una de las bestias más poderosas del escenario, alguien, en algún lado, reclamaba "The show must go on". Y siguió.
Hace ya 20 años de la muerte de Mercury y la música está preparada para celebrar el año en el que se juntó con sus tres colegas universitarios. Este mes se inaugura en Londres la exposición "Storntroopers in Stilettos", con cinco salas dedicadas a los cinco primeros álbumes de la banda. Y ya se encuentran a la venta los primeros discos remasterizados por Universal, con nuevos diseños y material inédito. La BBC estrenará un documental y el mundo del cine les rendirá un especial homenaje con una película escrita por Peter Morgan y con Sacha Baron Cohen en el papel de Mercury. Y aún así, puede que a muchos les parezca poco.
1971. El año en el que Manson se libró de la pena de muerte y Vietnam del Sur invadía Laos, nació una de las bandas más influyentes, versátiles e imponentes de la historia del rock. Así que tenemos un motivo de celebración.
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