jueves, abril 14, 2011

Sándor Márai, un exiliado de su lengua

Las novelas de Sándor Márai, en diferente medida, han calado en mis tuétanos. Si tuviera que elegir una, de hecho, al igual que tú, sería EL ÚLTIMO ENCUENTRO.
La compré hace diez años en el campo ferial de libros Amazonas, en el stand de Abelardo. El libro, vía Salamandra, la estaba rompiendo en librerías limeñas. Para muchos Márai, y con total justicia, se estaba convirtiendo en El escritor.
Cuando terminé de leerla, no pocas cosas dejaron de ser las mismas, como la amistad, por ejemplo. Y a lo largo de los años no he dejado de frecuentar la totalidad de su obra; aún sigo, pues, con la obnubilación de esa primera novela que leí del húngaro.
Pues bien, en Barcelona acaba de inaugurarse, en el Palau Robert, la exposición Sándor Márai, un peregrino del siglo XX. Y a razón de esta, encuentro un excelente repaso de Vis Molina sobre la vida y obra de este genial escritor.
En El Cultural.es

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En el Palau Robert de Barcelona, desde el 12 de abril y hasta el 28 de agosto, se podrá ver la exposición Sándor Márai, un peregrino del siglo XX. Sándor Márai (su verdadero nombre era Sándor Grosschmied) nació en 1900 en Kassa (Hungría) y vivió una existencia intensa y apasionante. Descendiente de una rica familia de origen sajón, afincada desde hacía siglos en Hungría, Márai vive inmerso en el sosegado y apacible ritmo de la sociedad burguesa entre cócteles, cacerías, conciertos y veladas mundanas. Pero esa plácida existencia se verá truncada repentinamente al desencadenarse, en 1914, la Primera Guerra Mundial. Márai es llamado a filas con 17 años. Posteriormente, al acabar la guerra, su familia lo manda a Alemania a estudiar periodismo. Completados sus estudios y ya como corresponsal del prestigioso periódico alemán Frankfurter Zeitung, Márai empieza un peregrinaje por Oriente Medio y por la Europa de los años veinte: Leipzig, Weimar, Florencia, Londres, Frankfurt, Berlín y, por supuesto, París, eje central de la vida bohemia y cosmopolita. Su profesión lo convierte en testigo privilegiado de la rápida transformación de un continente, y las muchas ciudades a las que viaja y en las que pasa algunas temporadas serán parte de su itinerario vital hasta que, desaparecida su familia y su clase social y desmembrado su país, opta por refugiarse en la escritura, convirtiéndose enseguida en un autor de éxito. Años después, en 1948, al ser considerado como un escritor plenamente burgués por los regímenes comunistas, decide autoexiliarse en los Estados Unidos dejando atrás, no sin nostalgia, una Europa asolada y deprimida por los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Allí, concretamente en San Diego, California, se suicidará en 1989 víctima de una profunda depresión, sin poder disfrutar del segund o éxito que sus novelas cosecharán en Europa al ser redescubiertas por el gran público en los años 90.
Las suyas son novelas densas, psicológicas y con escasa acción, cuajadas de largas conversaciones y escenarios casi teatrales, en las que recrea la vida sosegada de la burguesía a la que pertenece por cuna y por tradición. En ellas plasma su idiosincrasia y recrea con maestría, y en boca de sus personajes, sus lecturas, su obsesión por escribir, su pasión por el periodismo, sus amantes, su matrimonio, sus encuentros con personalidades célebres del momento, sus viajes, su triste desarraigo vital y su compleja relación con el alcohol.
En 1990, tras la caída del muro de Berlín, sus libros vuelven a editarse en Hungría, dónde habían estado prácticamente vetados. Occidente lo redescubre y empieza a traducir su obra, que llega a España de la mano de la editorial Salamandra. El último encuentro, La mujer justa, La herencia de Ezster, Divorcio en Buda, El amante de Bolzano y tantas otras cautivan a un público que disfruta de esa gran literatura como testigo de una época ya pasada.
La muestra, en cuya organización han colaborado el Museo de la Literatura Petöfi de Budapest, Edicions 62, Editorial Salamandra y el Gremio de Libreros de Cataluña, presenta una carrera profesional de más de medio siglo a través de la dualidad entre el autor y su obra. A partir de los mosaicos de la exposición (imágenes, textos y fragmentos de sus obras, procedentes en su mayoría del legado del escritor) se va componiendo el retrato de Sándor Márai. Y también se incide en la paradoja de que mientras que muchas de sus novelas son conocidas en el mundo entero y han cosechado un gran éxito de ventas y de crítica (El último encuentro ha sido traducida a más de cuarenta idiomas), su personaje como intelectual de prestigio sigue siendo un misterioso desconocido para el gran público.
En la exposición se puede visionar además un documental en video de unos 50 minutos de duración, que traza un recorrido por las etapas y los escenarios de la vida de Márai. Cada uno de los escenarios vitales del escritor se ilustra con sus propios textos, en los que habla de sus vivencias. “Nueva York es una ciudad extraña, sin ambiente, a la que es imposible acostumbrarse”, dice por ejemplo en uno de ellos. “Me asedió las nostalgia, la añoranza de Hungría: vivir en la lengua húngara, en las letras húngaras. ¡Volver a mi país!”, escribe en otro. Recorrió medio mundo, vivió con pasión distintas culturas pero la tristeza por haberse alejado de sus raíces nunca le abandonó: “Todos los demás, todos los que abandonan su patria se exilian de un país; yo, un escritor, me exilié de mi lengua materna”.

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