Existir en emergencia
Sobre el interesante poemario Simulacro de Luisa Fernanda Lindo, esta reseña de Ricardo González Vigil en Luces de El Comercio.
...
Entre las nuevas voces de la literatura peruana, destaca Luisa Fernanda Lindo (Lima, 1979). Posee un registro creador completo, que abarca lo lírico, lo narrativo y lo dramático (además de actriz, en 1998-1999 escribió dos piezas teatrales), complaciéndose en entretejerlos en sus textos, vertebrados por la intensidad expresiva de sus imágenes (su imaginación lírica), la recreación de sus vivencias personales y del contexto histórico de violencia generalizada y descalabro de los paradigmas culturales denominado posmodernidad (ficcionalizados narrativamente y ritualizados dramáticamente) y un trasfondo reflexivo (cuarto componente de su compleja escritura) de gran contundencia crítica (irreverente, burlesca, irónica).
Ha dinamitado las marcas de género que pretenden diferenciar lo masculino y lo femenino: “Poesíatrans”, llama a su plaqueta “Postizas” (2007), un texto “agenérico, trabajado desde la marginalidad, donde la voz se vuelve universal”; y ha desnudado la falsedad del sistema democrático (supuestamente, el gobierno del pueblo), a la par que la fiebre demencial (a nombre de una “nueva humanidad”, de una “sociedad justa y liberada”) de los extremismos revolucionarios, en su plaqueta “Busca emple-Oº” (2008) y su poemario “Postpop” (2009). También ha socavado las moralejas que domestican a los niños dentro del contrato social, dando vuelta a los cuentos de hadas en su plaqueta “Manténgase fuera del alcance de los niños” (2006).
Ahora, ratificando la temprana madurez creadora que ha alcanzado en “Postpop”, nos entrega un fruto notable: “Simulacro”. Según José Donayre: “un libro que corroe toda certeza”. Añade Matías Capelli: “Versos breves y prosas cortas en los que el amor y el deseo son un atentado contra el orden público y privado, una bomba de tiempo imposible de desactivar”. Redondea José Carlos Yrigoyen: “En esta nueva entrega, Luisa Fernanda Lindo regresa con sus historias de emergencia, terror y muerte. En un lenguaje que enlaza hábilmente la prosa y la poesía, la meditación y la alarma, el secreto y la revelación (…) sabemos que esto no es un simulacro pero tenemos que aceptar que el edificio se derrumbará con nosotros adentro. Un libro donde la sangre que encontremos en las paredes siempre será indefectiblemente la nuestra”.
Remite a las dos acepciones de ‘simulacro’: un operativo para que la población aprenda cómo actuar durante un desastre; y, de otro lado, las máscaras que el contrato social nos impone conforme a lo que juzga correcto en la infancia, la adolescencia, la vida en pareja, etc., obligándonos a reprimir la verdad de nuestros deseos, gustos y opiniones. Consta de tres textos: el primero, en verso, predominantemente lírico, mezcla tiempos y roles cual un collage cubista que en una cara afirma “esto es un simulacro” y en la otra “esto no es un simulacro”, todo al borde de una explosión sin remedio: estado de emergencia, enfatizado por la cruz roja en la carátula. El segundo, en prosa, predominantemente narrativo, adopta la forma de un diario íntimo que registra la incapacidad de cumplir con la decisión de no enamorarse, ya que cae una y otra vez en el simulacro de la unión amorosa, desgarrada siempre por el desamor y la inevitable separación. El tercero, también en prosa, predominantemente dramático, es un monólogo interior que contrapone al desasosiego individual y colectivo (el primer texto: “Simulacro”) y a la frustración erótica (el segundo texto, sintomáticamente llamado “Pragmática”: la asfixia producida por el pragmatismo reinante): se titula “Lo sublime”, apuntando a la experiencia trascendente de sentirse asumida por “aquello desconocido que me come me traga me disminuye hasta hacerme desaparecer en su espesura extrañamiento puro (…) lo sublime ha llegado y estoy dentro de ello”.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal