Comparaciones enojosas
En su columna de los domingos en el diario La República, Abelardo Oquendo hace una comparación, con la que no sintonizo del todo, entre la producción narrativa y la poética, en Perú.
Sé, obviamente, que este asunto puede dar para muchísimo más.
Tampoco es mi intención defender lo que últimamente se ha estado haciendo en narrativa. No sé si para mi buena o mala suerte, siempre he tenido la oportunidad de seguir de cerca lo que se ha estado haciendo tanto en narrativa y poesía -me refiero a la producción de los últimos 30 años-, y cada vez estoy más convencido que, en sumas y restas, la producción narrativa ha dado mucho más.
Por otra parte, sí me parece justo que Oquendo mencione a una de las voces más importantes de la poesía peruana contemporánea. Victoria Guerrero (imagen).
Entre las mujeres que escriben y publican poesía, y vaya que en estas tres últimas décadas el número de estas ha crecido mucho, me queda muy claro que la obra de Guerrero es la más coherente y consistente luego de la de Carmen Ollé. Y esto, para los que saben de poesía, no es poca cosa.
...
Tal vez la poesía peruana de este siglo no sea lo que fue desde Eguren hasta las penúltimas décadas del XX. Cada nueva generación había venido sumando voces de alto valor a las precedentes y la nuestra se contaba entre las mejores producciones poéticas de la lengua española. No ocurría así con nuestra narrativa, de cantidad y calidad modestas, sin relieve internacional salvo excepciones.
Pero en la segunda mitad del siglo pasado esta situación empieza a invertirse y ahora son más los narradores que destacan que los poetas, aunque el número de estos siga siendo mayor. Ciertamente, el éxito de Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce y Julio Ramón Ribeyro allende nuestras fronteras ha suscitado la emulación y ha hecho ver, con ojos prácticos, que la poesía reditúa bastante menos.
No obstante, la poesía se mantiene fecunda entre nosotros y su calidad promedio es, inclusive, superior a la de la narrativa. Los narradores han aumentado y se han hecho más visibles; pero si las desaparecidas voces mayores de nuestra poesía carecen de reemplazo, no faltan nuevas expresiones poéticas con una personalidad e intensidad sin equivalencia en nueva narrativa local. ¿Qué narrador joven, para acudir a un solo caso, tiene logros como Ya nadie incendia el mundo, de Victoria Guerrero, o como Berlín, su más reciente poemario?
Pero en la segunda mitad del siglo pasado esta situación empieza a invertirse y ahora son más los narradores que destacan que los poetas, aunque el número de estos siga siendo mayor. Ciertamente, el éxito de Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce y Julio Ramón Ribeyro allende nuestras fronteras ha suscitado la emulación y ha hecho ver, con ojos prácticos, que la poesía reditúa bastante menos.
No obstante, la poesía se mantiene fecunda entre nosotros y su calidad promedio es, inclusive, superior a la de la narrativa. Los narradores han aumentado y se han hecho más visibles; pero si las desaparecidas voces mayores de nuestra poesía carecen de reemplazo, no faltan nuevas expresiones poéticas con una personalidad e intensidad sin equivalencia en nueva narrativa local. ¿Qué narrador joven, para acudir a un solo caso, tiene logros como Ya nadie incendia el mundo, de Victoria Guerrero, o como Berlín, su más reciente poemario?
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