Con Patti Smith y recordando a Amy
En El Boomerang, encuentro un interesante post de Javier Rioyo.
En lo personal, la música de Amy Winehouse no me gustaba mucho, mas a muchos amigos y conocidos sí.
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Vivir peligrosamente era lo que pensábamos cuando fuimos adolescentes. Fascinados por las vidas al límite de otros que admirábamos. La cobardía, y alguna fortuna, nos ayudaron a no despeñarnos por el camino salvaje. Lo visitamos y pasamos de largo. En él se quedaron enredados amigos cercanos, otros que nunca conocimos pero que siempre sentimos cerca. Estos días he recordado a muchos de aquellos leyendo las memorias de Patti Smith, "Just Kids", éramos unos niños. Es un libro fantástico y conmovedor. Un libro que debería haber leído la perdida Amy Winehouse. Un libro que nunca hubiera entendido ese monstruo de incompresible locura; ese integrista rubio, católico, delirante odioso y odiador sin razones. No entendemos, ni perdonamos la matanza de Noruega.
Patti Smith, que vio de cerca el odio y el peligro, es una de las cantantes de nuestro mundo. Una de esas que pusieron palabras y músicas a lo que fuimos, a lo que quisimos ser. Estos días está por España. En los mismos días que el genio rebelde, sin salidas, sin caricias de Amy se marchaba para siempre, Patti nos recordaba la necesidad de caricias. Y también la suerte de haber superado la seducción del abismo de aquellos mitos que fueron sus amigos, aquellos que también murieron a los veintisiete años.
Se refugió en sus poemas para huir de la locura sin interés de Charles Manson. Se siguió refugiando, entre los abrazos de Robert Mapplethorpe y los poemas cantados de Dylan, cuando le contaron la muerte de Brian Jones: "La imagen de Brian Jones flotando boca abajo en una piscina era la dosis máxima de tragedia que podía asimilar"
Me impresiona la narración de un día en la vida de Patti Smith, justo unos días después de la muerte de Brian Jones y de los asesinatos del fanático James Manson. La escena transcurre en un lugar de nuestras mitologías contemporáneas, así lo cuenta:
"...entré en El Quixote, era un bar restaurante contiguo al hotel- El Chelsea Hotel- que estaba comunicado con el vestíbulo por una puerta, por eso lo considerábamos como nuestro bar, como les había ocurrido a muchos durante décadas. Dylan Thomas, Terry Southern, Eugene O'Neill y Thomas Wolfe eran algunos de los clientes que habían bebido más de la cuenta en EL Quixote.
Yo llevaba un vestido azul marino de lunares blancos y un sombrero de paja, mi conjunto de "Al este del Edén". A mi izquierda Janis Joplin estaba conversando con su banda en una mesa. A mi derecha vi a Grace Slick con Jefferson Airplane y componentes de Country Joe & The Fish. En la última mesa, delante de la puerta, estaba Jimi Hendrix con la cabeza gacha, comiendo con el sombrero puesto, delante de una rubia. Había músicos por doquier, sentados a las mesas con montañas de gambas con salsa verde, paella, jarras de sangría y botellas de tequila.
Pese a mi asombro, no me sentía como una intrusa. El Chelsea era mi hotel y El Quixote mi bar"
Poco después, y no fue a causa de las paellas, ni las sangrías del Quixote, Jimi Hendrix y Janis Joplin morían a la misma edad de Brian Jones. La misma de Amy Winehouse y por las mismas razones. Les faltaron caricias, les sobraron prisas y drogas.
La vida esta llena de miserias pero todavía prefiero pegarme a Patti Smith que las puede contar. También los abrazos.
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