Chimbote después de Arguedas
En la edición de El Comercio de ayer lunes, Ricardo González Vigil abordó la esperada nueva novela de Óscar Colchado, una de las plumas mayores de la literatura peruana contemporánea, definitivamente.
Hombres de mar (Alfaguara) es un texto que sí o sí debes leer. Yo lo haré la próxima semana.
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En este año, en el que se está celebrando, a lo largo y a lo ancho del país, el centenario del nacimiento de José María Arguedas, el homenaje más significativo es el que le ha rendido un escritor de la importancia de Óscar Colchado (Huallanca, Áncash, 1947) con su caudalosa novela “Hombres de mar”.
Más que los aportes críticos y los reconocimientos cívico-culturales (dado que Arguedas no es solo un gran escritor, sino también un héroe cultural), resulta trascendente la capacidad creadora de otro novelista valioso para tomar la posta arguediana de ser un puente entre dos culturas (la andina y la occidental) y dos lenguas (quechuizando el español).
En efecto, “Hombres de mar” tiene como eje el Chimbote posterior al viviseccionado por Arguedas en “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, desde los años 70 (aborda, sobre todo, el gobierno del Gral. Morales Bermúdez, que reprimió ferozmente las huelgas y movilizaciones populares, antesala del estallido subversivo que comenzaría en 1980) hasta el 2000, año de la Marcha de los Cuatro Suyos y la caída de Fujimori.
De hecho, en “Hombres de mar” se recuerda a Arguedas durante su estadía en Chimbote (ver las pp. 323-326 y 454). Más aun: así como “El zorro de arriba y el zorro de abajo” actualiza en el Perú del ‘boom’ pesquero de los años 60 el accionar de personajes míticos del manuscrito quechua que Arguedas denominó “Dioses y hombres de Huarochiri” al traducirlo al español; Colchado, un heredero privilegiado de la corriente narrativa de lo real maravilloso (bajo el magisterio de Arguedas, pero también del Miguel Ángel Asturias de “Hombres de maíz”, Juan Rulfo y, en menor medida, Alejo Carpentier y Augusto Roa Bastos), reelabora seres míticos de nuestra costa norte: los Mellizos, Ai-Apaec, Yéncala, etc.
Ellos se encarnan en varios de los personajes principales logrando conjugar el plano mítico con el histórico, que es muy preciso en referencias económicas, políticas, etc. Conserva algunos nombres reales (Alejandro Toledo, Alfonso Barrantes, el extremista Mezzich, etc.) y otros los modifica sugerentemente (Montenegro alude a Montesinos, Bianchi Ross a Banchero Rossi, etc.). Además de Arguedas, también se mencio na al notable poeta chimbotano Juan Ojeda, con la utopía que anheló fundar inspirándose en los ayllus del Tahuantinsuyo, en la selva (ver las pp. 277-278, 310 y 460).
Añádase que, en los diarios insertos en “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, Arguedas (incluyéndose como autor-personaje del libro) admite que, si pretendía escribir sobre una ciudad como Chimbote (y ya no sobre localidades andinas), debía aprender las técnicas de los Fuentes y los Cortázar, ambos gonfaloneros del exitoso ‘boom’ de la novela hispanoamericana de los años 60. Precisamente, Colchado ha asimilado las lecciones del ‘boom’, en particular de Mario Vargas Llosa: el ideal de la novela total, el montaje de tiempos y puntos de vista, la invisibilidad del autor que no emite su opinión y deja en libertad al lector para juzgar las diversas perspectivas correspondientes a los personajes de la novela, ya que Colchado registra matizadamente la evolución de la izquierda, tanto las posturas de cambio democrático o de creación heroica mariateguiana, como los fundamentalismos terroristas. La deuda con Vargas Llosa llega a la emulación cuando adopta el “tú” de los amores de Toñita y Anselmo (joya de “La Casa Verde”) en las pp. 273-275. Ciertamente, se trata de un ‘boom’ asimilado a la calidez arguediana, en comunión honda con nuestra herencia mítica y con el reclamo popular de un buen gobierno (Guamán Poma).
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