Entrevista: Antonio Díaz Oliva
Entrevista publicada en Proyecto Patrimonio (Letras.S5).
El periodista y narrador chileno Antonio Díaz Oliva y yo conversamos sobre su novela La soga de los muertos (Alfaguara, 2011)
Antonio Díaz Oliva, escritor:
“En ese sentido, quise experimentar. No quería hacer una novela con una sola historia”
Por Gabriel Ruiz Ortega
. .. .. .. .. .. .
- Lo primero que llamará la atención del lector con La soga de los muertos es la rapidez con que se lee.
- Sí, eso siempre fue una meta al escribir esta novela. En parte porque sé que cada vez es más difícil que la gente lea. Y porque cada vez que alguien agarra un libro, cuesta que lo termine. No sé cómo será en Perú, pero cuando estuve allá, hace unos meses, me dio la sensación de que se leía más que en Chile. Probablemente es porque allá hay más gente. Y también porque allá, y esto lo constaté in situ, los libros son más baratos. Pero nada: La soga de los muertos tenía que ser una novela, o nouvelle, rápida, ágil e interconectada en sus tres historias. Y más que largarme a narrar, deseaba que algunas páginas fuesen postales narrativas (o twitteos, como alguien dijo por ahí). En otras palabras: menos es más. Quería que los silencios abundaran. Eso, por supuesto, ha tenido dos recepciones: los que han dicho que podría haber desarrollado mucho más, que no alcanza a ser más que un ejercicio y los que, por otra parte, alaban que se lea tan rápido (y hasta me lo agradecen). Lo curioso, o no tanto, es que los del primer argumento son gente del mundillo literario, que lee, que hace reseñas, etc. Los segundos, en cambio, y por lo que me he dado cuenta, es gente que lee pero no tanto, que de vez en cuando agarra un libro, pero no están al tanto de las novedades literarias. Me parece muy bien que haya esas dos reacciones frente a la novela. De hecho: siempre he dudado de los libros que sólo consiguen alabanzas. O que sólo consiguen una sola opinión que no varía mucho de lector en lector. Hay algo raro ahí.
- A lo mejor tengamos la misma impresión: no pocos escritores están pendientes de la crítica, mucho más que la opinión de los lectores.
- Sí, totalmente. Cuando uno está muy metido en el mundo literario es fácil enviciarse y no ver lo que sucede con la gente que no es de ese mundo. O sea: esos lectores más fortuitos, esos que llegan a tu novela por otras vías y que no les importa lo que diga tal o cual crítico. Dentro de eso, a mí me sirvió mucho twitter para ver la reacción de los lectores con esta novela. O los blogs, también (como tu blog La fortaleza de la soledad), han sido de mucha importancia. Y que aunque varios dan por muerto el formato de los blogs, me parece que se ha ajustado a la perfección para los escritores, lectores, etc, y que va a perdurar dentro de esta área.
- En ese sentido, la verdadera promoción de un escritor está en la web, twitter, Facebook y los blogs.
- Un ejemplo de todo eso sucedió la semana pasada, en una mesa literaria con otros escritores jóvenes en una Biblioteca en Santiago, se me acercaron lectores de menos de 20 años para decirme que habían leída mi novela y que les gustaba mucho. Ninguno de estos lee los diarios, por lo tanto desconoce de la crítica, pero sí están al tanto de lo que se está publicando gracias a internet.
- ¿Y lo nuevo que escribes tiene los mismos recursos de la novela?
- Eso sí: lo que estoy escribiendo por estos días es más largo. Y, de hecho, quiero demorarme más: hace unos meses me comunicaron que gané la beca Fulbright así que el próximo año probablemente me vaya a estudiar a Estados Unidos. Así que tengo planeado avanzar y terminar la novela allá porque, además, es una novela que sucede en gran parte en Estados Unidos. O en la frontera entre Estados Unidos y México, que es una zona pantanosa y algo así como un hoyo negro.
- Ahora, rapidez no tiene nada que ver con facilidad porque, principalmente, no estamos ante una novela lineal. En ella tenemos tres historias que viajan en paralelo.
- En ese sentido, quise experimentar. No quería hacer una novela con una sola historia. Quería que las tres historias se fueran conectando y des-conectando. Dentro de eso, la clave en relación a la gente que le ha gustado -y que no es de esos lectores ávidos-, es porque el proceso de leer La soga… es similar, o eso me gusta pensar, a la forma en que consumen información. Hoy, cuando navegamos en la web, que es la principal forma de consumir información, lo hacemos mientras hacemos muchas cosas a la vez; escuchando música, viendo un video en Youtube, revisando Facebook, twitteando, con cinco ventanas abiertas, etc. La lectura de esta novela tiene algo de eso: no es lineal, es desordenada, uno está leyendo una historia y, de repente, se cruza otra, pero luego volvemos a la primera.
- ¿Eres un lector ávido de poesía? Te lo pregunto porque me quedó claro que te llama mucho la atención la vida de los poetas, su caudal vivencial. Definitivamente, plasmar el paso de Ginsberg por Chile requirió de documentación, de varios viajes a las hemerotecas.
- Leo poesía, pero no soy tan ávido. En esta novela me interesaba, en la parte de Ginsberg, ahondar en la figura del beatnik en sí. De ese intelectual gringo que viene a América Latina a drogarse. Hay muchas historias sobre beatniks que anduvieron por acá. No sólo Ginsberg y Ferlinghetti, que fueron los dos que anduvieron por Chile, también sobre Burroughs, quien estuvo en lugares como Ecuador (digresión: hace un tiempo, en la revista Hermano Cerdo, se publicó una buena crónica al respecto). Soy lector, como muchos, de la tradición beatnik. Siempre me pareció curioso que una figura pop como Ginsberg haya estado en Chile en 1960. Por eso, cuando me pongo a escribir esa parte, me doy cuenta que tengo que ficcionar; agrandar algunas cosas, inventar sucesos, pero ser fiel a otros hechos. Algunos de los lectores, luego de leer la novela, me han comentado cosas como: “no sabía que Ginsberg hizo esto o aquello, ¿es verdad?”. Y yo les digo: “Claro, lo hizo”. Otras veces, en cambio, he preferido no decirles nada. Y en cuanto a recopilar información, sí, estuve unas semanas en una biblioteca buscando en los diarios y revistas. Fue hace 4 años, cuando estaba buscando información sobre Piedra Roja, el Woodstock que se hizo en Chile en los años 70 y del cual trata mi primer libro -que es de no-ficción-, y ahí aproveché buscar lo que hubiese sobre Ginsberg. Pero hay poco. Ginsberg vino en 1960, Chile era (y lo sigue siendo) un país muy conservador. Imagínate que Ginsberg era un homosexual y venía a Chile y andaba diciendo que quería conocer poetas gay para tener relaciones. Leí todo lo que pude sobre esa visita. Pero incluso así, había preguntas que quedaban flotando en el aire, así que ahí es cuando hubo que aplicar ficción.
- No solo tenemos a Ginsberg, también das cuenta de más poetas.
- En Chile hay buenos poetas. Me gusta Nicanor Parra -obvio-, Claudio Bertoni por su humor y Enrique Lihn quien tiene un poemario que en verdad es un libro de viajes: A partir de Manhattan. Me gusta mucho la figura del poeta que es narrador. O del narrador que es poeta y que, en sus poemas, esa dualidad es algo que se nota. Pienso en Raymond Carver, Charles Bukowski, Denis Johnson y Roberto Bolaño. Los cuatro, en su bibliografía poética, comparten eso de ir contando historias en los poemas, más que la creación de imágenes o llevar el lenguaje a un territorio en donde todo suena bonito, pero las palabras son como pompas de jabón que se revientan.
- Pues bien, es la historia del niño la que, creo, te fue más difícil de escribir. En especial en la gestación de un proyecto de llevar una bitácora y a través de ella ver su interrelación con sus amigos y muy en especial sus lazos afectivos con su padre.
- Fue la más compleja, es verdad. En parte porque repasa efectivamente, y para esto no hay que conocerme tanto, cosas que me pasaron a mí y en mi infancia y, por lo tanto, tratan sobre el Chile de los años 90. La sorpresa que he tenido es que gente que no conozco, que han comprado la novela, me han hablado sobre que representa bastante bien lo que fue su infancia en el Chile de los 90. Para mí ese ha sido el ver feedback que he tenido. La parte del diario la escribí pensando en mi infancia en los 90 para ver si, quién sabe, alguno de los lectores, encontraba similitudes con sus historias personales. Álvaro Bisama escribió algo que me gustó mucho sobre La soga de los muertos hace unas semanas atrás. Dijo que ahora que hay tantas novelas que tratan sobre hijos que exigen/buscan respuestas. Si es así, me gusta pensar que La soga de los muertos es un crimen sin resolver.
- Volviendo al paso de Ginsberg por Chile. Como que hay algo de Los detectives salvajes, relacionado a la búsqueda de la experiencia de los escritores.
- Puede ser que haya algo de Bolaño ahí, pero no es consciente. Lo único que hay, de forma consciente, es un breve guiño: algo que quería que fuera algo sutil, pero no tanto. En la parte del diario, o bitácora, del niño, este ve un cuadro que es la portada de Los detectives salvajes; tres detectives que caminan por el desierto, aunque el niño los emparenta con unos detectives como los que vio en la película Dick Tracy, que él vio hace un tiempo.
- Sabemos lo que significa Bolaño para los nuevos escritores en castellano…
- Bueno, Bolaño lo leí al borde de cumplir 20 años y, por supuesto, fue un golpe. O un impulso. Ya conocía la figura de Bolaño y algo sabía de lo que representaba, pero no me había decidido a leerlo porque en ese entonces estaba leyendo casi sólo a autores estadounidenses. Recordaba, y todavía recuerdo, el día en que murió y cómo hasta en los noticiarios hubo especiales al respecto. Pero pasó un tiempo hasta decidirme a ver qué tal.
- ¿Lo primero que leíste de él?
- Primero fueron los relatos, que me dejaron pasmado, lo que leí (los dos libros seguidos: Llamadas telefónicas y Putas asesinas). Y luego Los detectives salvajes, que simplemente me parece una gran novela, que -es cierto- es irregular, a veces difícil de seguir, pero lo más importante es que conserva un espíritu joven pese a que la escribió un autor de 40 y tantos años. Eso hizo que la semana en que leí esa novela no fui a la universidad: me quedé en casa leyendo y le mentía a mi madre todos los días.
- Aunque hoy en día se está abusando demasiado de la leyenda de Bolaño.
- Ahora me parece que hay que dejar descansar la figura de Bolaño un poco. Luego de que los gringos lo descubrieran y lo mitificaran aún más (recuerdo cuando salió la reseña de 2666 en el New York Times en la que Jonathan Lethem aseguraba que Bolaño había sido heroinómano y, en el fondo, había muerto debido a aquello), cada vez que aparece una noticia más, una novela inédita, uno tiende a sospechar. Y seamos sinceros: pese a que están bien, El tercer Reich y Los sinsabores del verdadero policía no alcanzan a los grandes momentos de otras novelas de Bolaño. De todas maneras, no me parece malo que se edite ese tipo de material, pero no hay que ensalzarlo tanto.
- ¿La soga de los muertos tuvo varias versiones?
- Tuvo varias versiones, sí. Fue un proceso de ensamblar. De probar estructuras. Digamos que la novela tiene sus años. La escribí el 2008. El 2009 salí finalista en un premio para escritores jóvenes que hay en Chile. La trabajé más y luego la mandé a Alfaguara donde les gustó y me llamaron rápidamente. Luego tuvo que pasar un año hasta que, por fin, se editó. Y, por supuesto, en ese proceso, con mi editora le cambiamos cosas. Pero más que nada ha sido un proceso de ir podando. En versiones anteriores, por ejemplo, el niño tenía un hermano y se desarrollaba más la relación entre el padre y la madre. También, en la parte de Ginsberg, hablaba de Ferlinghetti, quien vino a Chile, pero volvió a San Francisco de manera expedita. Todo eso lo fui cambiando. Y quedó en esta edición final que es más compacta.
- El personaje P y su activismo por Parra para que se le otorgue el Nobel de Literatura. Hasta cierto punto, representa el ánimo de los lectores de poesía en el imaginario latinoamericano.
- El fanatismo de Parra en Chile, durante los años 90, fue algo loco. Y a veces pienso eso y cuando veo en internet ese fanatismo que hay por Thomas Pynchon (escritor que me gusta mucho, y que me tiene obsesionado hace un tiempo), los asimilo. Eso de salir a rayar a las calles, que haya stencilis y, además, ambos están postulados al Nobel. Así que más que el tipo de lectores, me interesaba ese tipo de fanáticos digamos. De fanáticos lectores. Gente que se les va la vida en una causa. Y bueno, además la historia de P tiene algo personal: un familiar mío estuvo en un grupo de los 90. Así que, de hecho, yo cuando llegaba del colegio veía murallas rayadas.
- Me llamó la atención que no haya referencia sobre el rock. En la novela hay muchos homenajes patentes y velados a la cultura popular. A esto sumemos que eres autor de Piedra roja.
- Es verdad: no hay ni una sola mención al rock. Pero como todo libro tuvo una banda sonora que acompañó en el proceso. Hay un músico chileno que se llama Leo Quinteros, quien digamos que es el soundtrack oficial de esta novela. Pero el tipo de cultura pop que irradió esta novela es de otro tipo. De los cómics, para empezar, porque mi iniciación como lector empezó leyendo cómics. Y de las películas de trasnoche en la televisión. Eran formas de ir expandiendo, en la cabeza, las historias y las referencias culturales pop en los primeros años de mi vida. Por ejemplo: en La soga de los muertos hay menciones a películas como Akira, que yo veía a las una de la mañana en un canal de televisión chilena, y cada vez que la veía me dejaba en un estado más extraño. Y hay otras cosas curiosas que han pasado: como que Volver al futuro, que tiene una mención principal en la novela, se haya re-estrenado justo en estos momentos. Ahora todos hablan de esa película. Yo viví hasta los 7 años en Temuco, que es una ciudad al sur de Chile. Luego, cuando llegué a Santiago con mi familia, una de las primeras cosas que hicimos fue ir al cine y vimos Volver al futuro 3, que me parece la más flaca de la trilogía, pero, claro, en ese momento, en un cine, ver un auto como el DeLorean volar, aluciné. Días después, dieron en la televisión la segunda parte de la trilogía y aluciné aún más. Fue como una breve epifanía. De alguna manera, ese fue uno de mis primeros contactos que he tenido con historias. Porque al final, hoy, la literatura no es algo puro -¿lo ha sido alguna vez?- y se alimenta de todo eso. No es nada nuevo lo que estoy diciendo, obviamente, pero nunca está de más volver a mencionarlo.
- ¿Cómo ves a la nueva narrativa chilena? Alguna característica general...
- La veo bien dispersa. Pero, no sé… No sé si ha estado más unificada alguna vez. Digamos que hay polos por aquí y por allá: gente como Alberto Fuguet o Diamela Eltit, que no tienen nada en común pero ambos -a la vez- son representantes de la literatura chilena en el extranjero. Hay una generación de gente de 30 o más años, en la que está Patricio Jara, Mike Wison, Álvaro Bisama, Claudia Apablaza, Pablo Torche, Carlos Labbé, Alejandro Zambra, entre otros.
- ¿Y en qué lugar te ubicas en esta camada?
- Y ahora hay hartos narradores jóvenes (o aún más jóvenes que los de arriba), donde me imagino que podría caber yo, aunque sea sólo por algo de edad y porque, tal vez, compartimos algo más que lecturas. Ahí, en ese grupo de gente que con suerte ha dado el primer paso, hay algo. Todavía es muy temprano para ver qué hay o qué quedará, pero hay algo. Por otra parte, a mí me parece interesante lo que está pasando en países como Perú, Bolivia y Argentina. En Perú todo lo que ha hecho Estruendomudo, en Bolivia hay muchos narradores jóvenes como Liliana Colanzi, Maximiliano Barrientos y Rodrigo Hasbún, y en Argentina con gente tan, pero tan disímil, como Patricio Pron, Fabián Casas, Federico Falco y Pola Olaixarac, y que son todos buenos, aunque eso no es novedad ya que siempre los ha habido porque tienen una tradición larguísima. Pero, por ejemplo, si me pides cinco libros que le recomendaría a un extranjero para entender el chile serían: Missing de Alberto Fuguet, Caja negra de Álvaro Bisama, La vida privada de los árboles de Alejandro Zambra.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal