Fiel reportaje, gran novela
Desde hace una semana
vengo leyendo, releyendo y revisando pura literatura peruana. Tuve que hacer
una pausa en mis lecturas placenteras, que no son necesariamente de ficción;
estoy devorando ensayo, historia y rock. Sin embargo, hay responsabilidades que
uno tiene que cumplir, no me gusta dejar nada para el final, detesto hacer en
un par de días lo que pude en dos semanas. La razón: el martes 26 de junio
tendré un diálogo público sobre Literatura peruana actual con la literata
chilena Lucero de Vivanco en el Centro Cultural de España de Santiago de Chile.
En la documentación uno
descubre lo que no es, se fue al tacho la idea de lector desordenado que tenía
de mí, puesto que por esas cosas de la vida, involuntariamente tengo cientos de
fichas con anotaciones de los libros de autores peruanos que he leído. En
algunos casos me sorprendo, algunas de estas fichas datan de 2003. Cuando me
comunicaron que no tenía que leer un texto en el diálogo (por eso es diálogo,
pues), literalmente tuve que desahuevarme. Tengo hartos problemas para
expresarme en público, es por eso que siempre hago uso de textos durante las
presentaciones. De esa manera siento más seguridad, no se me nota el tartamudeo
y en especial las interminables digresiones que a más de uno le ha hecho pensar
que asisto dopado.
Ordeno las fichas en
función a lo que hablaré. Narrativa peruana de la violencia política. Nuevos
narradores peruanos. Herramientas virtuales. Nuevos poetas… Y llega el momento
de la pregunta: ¿sería bueno dedicar algunos minutos a los escritores de no
ficción? No lo pienso mucho. La respuesta es sí. La no ficción, al menos para
mí, es también literatura. Y en ese campo hay publicaciones, digamos, más que
interesantes. Es más, no pocos de estos escribas demuestran más dominio de las
técnicas narrativas que aquellos que escriben ficción.
Entonces me concentro
en la no ficción. Hago mi criba personal, de los nombres que sí o sí voy a
consignar. Pero abordar este terreno te obliga a indagar en su tradición. Y
allá voy. Me dirijo a los anaqueles y busco textos referenciales. Por ejemplo,
por allí veo a Jorge Salazar, Julio Villanueva Chang, Ricardo Uceda… Sigo
buscando y encuentro El caso Banchero
(Barral Editores Peruana, 1973) de Guillermo Thorndike (1940 – 2009).
Tengo dos horas y media
libres.
Suspendo lo demás. Dejo
de lado las fichas. Apago el celular. Llamo a Yesenia para decirle que yo
cerraré la librería. Desconecto el teléfono. Y pongo el cd Animals de Pink Floyd, a bajo volumen y en Repeat.
A releer o picar un par
de centenares de páginas.
El tiempo vuela. Y me
hago otra pregunta: ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para asignarle al gordo
Thorndike el lugar que merece en la literatura peruana? La primera vez que supe
de él fue por medio de El pez en el agua
de Vargas Llosa, en donde nuestro Nobel literalmente trapea el piso con su
cabeza. Los párrafos que le dedica son letales, duros y, aunque joda,
verdaderos. Thorndike fue un gran escritor al servicio del Mal. Sus pecados
políticos siguen siendo imperdonables para algunos celadores de las buenas
costumbres y lo políticamente correcto. Sin embargo, no pocos le reconocemos y
admiramos su dimensión de trabajo. ¿Cómo pasar por alto su biografía de Miguel
Grau, o sino El año de la barbarie, Manguera, La revolución imposible y más y más?
Se supone que uno es un
lector maduro, no puedo caer gratuitamente en exageraciones. Pero soy todavía
presa del hechizo de las páginas que acabo de recorrer. Lo piensas una y otra
vez, y te rindes ante una verdad, o la tuya: que este libro es una obra
maestra. Y la comparas, pues, con otros históricos tacazos de no ficción, como A sangre fría de Capote, y dices entredientes
que lo de Thorndike es muy superior. Solo hay que cambiar algunas cosas, para
empezar: olvidarnos que ECB está ambientado
en Perú.
Se ha hablado mucho de
la maestría reporteril del autor, la cual despliega al momento de armar los
inicios de Banchero, destacando su capacidad de trabajo, consignando la leyenda
que otros tenían de él, “El Hombre no duerme, siempre está haciendo algo”. En
apariencia, en los capítulos iniciales no pasa nada, lo que a fin de cuentas es
una táctica, ya que se prepara el conflicto con una atmósfera sucia y
rutinaria, con olor a calle, a piel sudorosa, centrada en aquellos que rodean
al Hombre, cosa que se ingresa con fuerza a los tejes y manejes de su
asesinato. Hasta antes del asesinato, ocurrido el primero de enero de 1972,
Thorndike nos presenta un relato real, con datos perfectamente sustentados. Sin
embargo, me lo imagino al gordo en problemas para barajar las teorías de este
crimen que conmocionó al país. Muchas versiones se manejaban al respecto, había
intereses políticos y económicos que jugaban en contra de las investigaciones,
porque a nadie, relativamente pensante, daba por sentado que Juan Vilca, un
hombrecito de metro y medio, haya doblegado, torturado y asesinado a alguien
infinitamente más alto que él, y de paso violar a la secretaria que el
empresario había llevado a su residencia en Chaclacayo para recibir el nuevo
año.
¿Cómo relatar el crimen
del que todos hablan?, se preguntó seguramente el gordo. No estamos ante una
inquietud pasajera. De su respuesta y la ejecución de la misma dependía el
avance de su investigación, si la dejaba a media caña o no. Entonces el autor
decide seguir, pero en lugar de apostar por la polifonía, tal y como lo había
llevado a cabo en el discurso sobre el imperio de Banchero, ahora apuesta por centrarse
en José Santos Chichizola, el juez encargado del caso. Quiso la buena fortuna
que el escritor lo conociera desde adolescente, con sus virtudes y defectos. Es
por ello que su configuración nos lleva a un hombre honesto, a un ser humano
convencido de los ideales de justicia, que tiene que enfrentarse a los circuitos
secretos de poder que presentaban más de una traba. ¿Por qué nadie quiere saber
la verdad? ¿Cuánto dinero está corriendo en esta cadena de mentiras?, pero
sobre todo: ¿A quién se está protegiendo?
Thorndike reúne apuntes
y entrevistas y se lanza a la máxima de la creación literaria: a la
especulación de los hechos. Ya no le tiene que ser fiel al periodismo, sino a
su propia inventiva, al novelista recio y sin escrúpulos que nos desnuda la
podredumbre del poder judicial, poniendo
de manifiesto las fibras laxas del espectro político nacional.
El
caso Banchero. Reportaje de largo aliento. Novela
negra. Novela enigma. Novela de espionaje. Novela sobre nazis. Novela social.
No tienes que romperte
la cabeza pensando en el género. Lo que vale es sumergirse en sus páginas y
salir de ellas indemne.
3 Comentarios:
¡Éxitos en la charla!
Hola Gabriel: ¡disfruté la charla contigo! Recuérdame, eso sí, como "literata peruana"... aunque viva en Chile.
Yo también disfruté la charla, Lucero. De hecho, te recuerdo como literata peruana. Abrazo. G.
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