Crónicas de poetas
Rodolfo Hinostroza es a
la fecha, junto a Jorge Pimentel y Carlos Germán Belli, uno de los más grandes
poetas peruanos vivos, basta con Consejero
del lobo y Contra Natura para
quedar en el parnaso. En su faceta narrativa no lo ha hecho para nada mal,
resulta más que atendible, tal y como lo demostró con Fata Morgana y Cuentos de
extremo occidente. También ha incursionado en otros registros, como el
teatro, pero con saldos que prefiero pasar por alto.
Escritores como
Hinostroza aparecen una vez cada cincuenta años. Definámoslo de genial, a
secas, y que no se diga más al respecto. A la fecha es evidente el peso de su
magisterio entre los nuevos poetas peruanos y latinoamericanos, quienes a su
modo, son sus deudores.
Cada nuevo libro suyo
genera expectativa, inadmisible esquivar la mirada. Nos olvidamos de sus
títulos menores (Nudo Borromeo y Memorial de Casa Grande). Es que este
letraherido es una adicción, una voz a la que siempre vamos a tener que leer y,
por qué no, volver. Él es la praxis, el sendero de los verdaderos grandes. Y nos
hace bien, a todos, que una pluma como esta siga escribiendo y publicando.
Desde hace algunos días
circula en librerías su última entrega, Pararrayos
de Dios, por cuenta de la nuevo sello Tribal, que con este título ha
entrado con la pierna en alto en el mundillo literario local. Pues bien, aquí
el escritor nos pone en bandeja un acercamiento, excesivamente subjetivo, a más de una veintena de poetas peruanos, no
pocos de ellos capitales de nuestra tradición literaria, como Javier Heraud,
César Calvo, José María Arguedas, Jorge Eduardo Eielson, Luis Hernández y
Emilio Adolfo Westphalen. Como bien se señala en la contratapa, la mayoría de
estos textos fueron publicados en la revista Caretas. Al respecto, recuerdo que
los de Heraud y Scorza le generaron alteradas y justificadas reacciones. Cuando
los leí, confirmé mis sospechas: la natural inclinación de Hinostroza a la bajeza
y la patanería. Lamentablemente, algunos incautos consideran estas pequeñeces
del alma como franqueza.
Más allá de estos reparos,
el espíritu del divertimento se impone en estas páginas. En más de un pasaje la
experimentada pluma nos transporta a la misma época en que conoció a sus protagonistas,
recorremos por medio de ella las casas, calles y recitales en los que se reunían,
percatándonos de la malsana competencia que existía entre ellos y también de
las pequeñas argollas que formaban. Pero también el poeta nos pone entre la
espada y a pared, nos hace llorar, cercena fibra, tal y como leemos en las
pinceladas sobre Octavio Hinostroza (su padre), Cecilia Bustamante, Juan
Gonzalo Rose y Luis Hernández. Hinostroza documenta con maestría, como solo los
viejos zorros saben hacerlo. Su visión personal es riquísima, pero esta también
le juega malas pasadas, puesto que los acercamientos a Chabuca Granda y César
Calvo, por ejemplo, lo dejan como un entusiasta practicante del lustrabotismo.
Pararrayos
de Dios es una de las publicaciones más importantes del
año, de eso no hay duda alguna. Hinostroza tal cual, sin afeites, como tiene
que ser. Y lo que destaco más, debido al impacto que ejercerá el libro en el
lector de turno: el descubrimiento de una voz que merece, al menos por un
tiempo, salir de la injusta cápsula del olvido. Esa voz: Guillermo Chirinos
Cúneo, hacedor de una maravilla capaz de cambiar las perspectivas de cualquiera,
Idiota del apocalipsis.
2 Comentarios:
Recien leo tu articulo. Y me llama la atencion lo siguiente:
"Pero también el poeta nos pone entre la espada y a pared, nos hace llorar, cercena fibra, tal y como leemos en las pinceladas sobre Octavio Hinostroza (su padre), Cecilia Bustamante, Juan Gonzalo Rose y Luis Hernández. Hinostroza documenta con maestría, como solo los viejos zorros saben hacerlo."
Lei el libro de Hinostroza, y lo que me llamo mas la atencion es que justamente no hay documentos, esta hecho a punta de memoria, no hay citas de libros o articulos. Lo cual es valido, sin embargo, quisiera saber por favor a que te refieres con ello de "documeta con maestria". Saludos,
Fácil, estimado.
Me refiero a la exposición de ideas, anécdota, basadas en un ejercicio de memoria. La memoria, así sea descabellada, y más aún si es personal y no colectiva, es también documento. RH no es el primer ni el último que lo hace. Ss.
G
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