Vigencia del miedo
Paso los domingos
viendo películas y leyendo. Y este no tuvo que ser la excepción, aunque vi una
peli que no esperaba y leí Mala índole
de Javier Marías.
Necesitaba ver algo
ligero, lo mismo con la lectura, puesto que me esperan días agitados en la
Feria del Libro Ricardo Palma. O sea, debo llegar despejado y si eso es lo que
quiero, no voy a mandarme con una excelente e interminable película de Philippe
Garrel, o algo de Jacques Rivette. Entonces me puse a revisar mi colección de
películas y encontré una que desde hacía rato me miraba con resentimiento
puesto que no la estaba empelotando.
La película, sí: La mosca (1986), de David Cronenberg.
Cronenberg es uno de
mis directores de cine favoritos. He visto cada una de sus películas más de una
vez, a excepción de esta, que por esas cosas de la vida, llámese apuro, flojera
y dejadez, solo la recordaba de cuando la vi a fines de los ochenta, vía Canal
2, en tres noches. En esos años no había cable y la emisión de películas podía
durar una semana, a cada rato nos metían una tanda comercial de quince minutos.
¿Te acuerdas, no?
Hoy en día una película
como esta sería impensable sin la ayuda de los efectos especiales, y en esta
carencia Cronenberg ofreció cátedra de grandeza y genialidad. Han pasado los
años y La mosca (remake de una
homónima de 1958, por cuenta de Kurt Neumann) sigue generando miedo, estupor e
incomodidad ventral. Al menos para mí, es una obra maestra del cine de terror.
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