sábado, diciembre 22, 2012

Lees a Perec



No te gustan los días de fin de año, no porque seas un ogro, menos aún a causa de tu depresión crónica, que se asienta más de la cuenta; no, no es eso, no te gustan los últimos días del año porque la ciudad se vuelve insoportable, una mierda, y peor aún si trabajas en pleno centro, porque te has dado cuenta de que ahora no caminas, sino corres, sí, corres directamente a refugiarte en la chamba y  así entre libros desentenderte de esos animalitos de a pie que no saben qué hacer, pero sí gastar su dinero en cojudeces; sin embargo, no puedes quejarte del todo, te gusta lo que haces, estás en tu eje, y porque te gusta es que te va bien; además, lees todo lo que quieres, y sigues escribiendo más ahora que tu guerrera Toshiba te acompaña, tan guerrera y viajera, a pesar que desde hace año y medio te exige el mantenimiento de rigor, esos sonidos psicodélicos lo dicen todo, estimado, pero no haces caso porque como la conoces, sabes bien que en el dolor ella es muy eficiente, incluso mucho más que la nueva portátil que tienes en casa, tan suavecita que tienes miedo de teclear fuerte, apenitas nomás, no la vaya a quebrar, te repites mientras sigues en ese texto de 865 mil palabras que no sabes cuándo acabar, estás en ese plan desde el 2008, y ya varios te preguntan cuándo, cuándo, sí, pues cuándo tu nueva novela, pero esa nueva novela no es lo que te preocupa, no es lo que está en tu mente ahora, sino en el hecho de sacarle la mierda a ese chofer de custer, bolsa de caca hijo de puta que casi atropella a Yesenia, pero el momento llegará, tienes el número de placa y solo te abocarás a esperar, esperar leyendo y escuchando como enfermito el Animals de Pink Floyd y el Selling England By The Pound de Genesis, una y otra vez, porque no te cansas, habría que ser un subnormal para cansarte con este par de álbumes, quizá los más perfectos y maravillosos en la historia del rock; a estas altura de tu vida ya no eres presa del caletismo ilustrado, tal y como se lo comentabas a “Onetti” Giraldo, puesto que ahora no te da roche decir que llegaste, casi una década atrás, a la primera etapa de Genesis, la de Peter Gabriel, a través de Phil Collins, ajá, sí, gracias a Phil Collins, pero ahí llega tu gratitud, y ahora que te hablo de gratitud, no tienes la más puta idea cómo agradecer todo lo que te ha deparado la quinta lectura de Un hombre que duerme, en donde estás seguro haber encontrado el camino, la salida a las trampas narrativas que te autoimpones a razón de una exigencia frágil, falsa, posera, que te limita tu natural nervio narrativo, ese natural nervio narrativo, del que te habló García Falcón cuatro años atrás, en el que te sientes más cómodo, más libre, porque eso es lo que te transmite Georges Perec, ¿o no?; leyéndolo y releyéndolo te has vuelto a acercar a ese par de factores tan claves en la etapa de tu primer amor, esa etapa cuando mirar y escuchar significaban todo para ti.

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