Narradora
Vengo percibiendo una
saludable y extraña atención hacia las nuevas narradoras peruanas; o sea, en
los últimos dos meses he podido notar la realización de mesas redondas, y cosas
parecidas, sobre narrativa peruana última escrita por mujeres. De hecho, me
parece más que atendible, pero lo que me sorprende, y para mal, es que se diga
que estamos ante un fenómeno, una suerte de descubrimiento, cuando lo cierto es
que muchísimas mujeres vienen publicando desde hace ya buen tiempo, en los
últimos doce años han aparecido más narradoras que en décadas anteriores
juntas.
Este ánimo ferrandesco
se delata por la nómina recurrente, total, las que la integran no tienen culpa
alguna, se las llama y listo. Asisten y rinden testimonios de sus propuestas. Y
yo lo tengo claro: se empieza a forjar una argollita, pero una argollita sin
mala intención, puesto que se trata de una que es involuntaria, porque no se
busca, porque se investiga someramente, se googlea a la ligera, es decir: no se
lee como se debería.
A las mujeres, pues, a
diferencia de los hombres, les cuesta mucho más generar atención, debido a un
apabullante y silente machismo literario; en este sentido es complicado
realizar un ligero balance valorativo. Si hubiera un mínimo trabajo de
búsqueda, sabríamos ahora los nombres de las nuevas narradoras peruanas que
bajo todo punto de vista merecerían un presente reconocimiento a razón de su
obra. Pero no, más de uno no sabe quiénes son las que capitanean, se refocilan
en una ociosa nebulosa, cuando resulta evidente que Jennifer Thorndike, Alina
Gadea, Julie de Trazegnies, Rossana Díaz y Karina Pacheco son las que han
demostrado una gran valía narrativa. Obviamente, podría sumar algunos nombres,
pero prefiero no extenderme, porque mi intención es realizar un fugaz énfasis en
la que considero ha desarrollado la propuesta literaria más interesante de las
que integran esta primera fila de nuevas narradoras peruanas: Karina Pacheco.
Cantidad de libros
publicados no es garantía de calidad. Pero en este caso sí. Pacheco es autora
de las siguientes novelas: La voluntad
del molle (2006), No olvides nuestros
nombres (2009), La sangre, el polvo, la
nieve (2010) y Cabeza y orquídeas
(2012). Y del cuentario: Alma alga (2010).
Y al César lo que es del César. De los críticos peruanos, en medios, el único
que ha prestado seria atención a esta poética es Javier Ágreda.
Entre los títulos de la
autora, hay un par de premios nacionales de novela. Los premios, como bien
sabemos, no aseguran nada, pero en su caso sorprende que no hayan tenido la
resonancia, aunque sea mínima, que merecían. Diez páginas de cualquiera de sus
libros valen más que los ladrillos de barro de los premiados, inflados y
contactados que conocemos. Y lo digo sin exagerar. Además, ya goza del
reconocimiento que vale, y que en nuestro circuito (plagado de editores,
escritores, poetas y periodistas culturales que no leen) es insuficiente, el
del boca a boca, boca oreja, o como se le quiera llamar.
La prosa de Pacheco no es una que sea fácil de
asimilar, en esta hay un peso, una densidad, que obedece a una evidente honestidad
literaria, en la que descansan las piedras angulares (temáticas) de su obra: la
familia, la historia, la política y el racismo. El lector recurrente solo tiene
que poner un poco de su parte y quedará listo para el buen viaje.
Pese a la irregularidad
de su último libro, Cabeza y orquídeas
(Borrador Editores, 2012), novela ganadora del Premio Nacional de Novela
Federico Villarreal 2010, Pacheco es, sin duda alguna, la narradora peruana de
mayor proyección. Hay que leerla. Si en algo sirve, y si se animan, podrían
seguir este orden de publicaciones: Alma
alga, La voluntad del molle, La sangre, el polvo, la nieve, No olvides nuestros nombres y Cabeza y orquídeas.
2 Comentarios:
¿Y 1 cuento?
Varios, pero de título "Crimen perfecto" de 'Alma alga'. Ss. G
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