Libros 2012, una breve mirada
La producción literaria
peruana del 2012 terminó anclada en la irregularidad de años anteriores.
Digamos que el primer semestre nos deparó publicaciones de mucho (demasiado)
interés. Muy en lo personal, pensé que se mantendría ese ritmo en el siguiente
semestre, pero no fue así. La literatura, a fin de cuentas, es como el fútbol,
impredecible, no vale vaticinar, al final terminas estrellándote.
Novela
(Ella) de Jennifer
Thorndike, Obsesión de Alina Gadea, Cabeza y orquídeas de Karina Pacheco, El bibliotecario de las catacumbas de
Carlos Calderón Fajardo, Ese camino
existe de Luis Fernando Cueto, Resplandor
de noviembre de Abelardo Sánchez Léon, El nido de la tempestad de Yuri Vásquez, Babilonia en América de Aldo díaz y Seis
metros de soga de Pedro Novoa. Algunos de los títulos consignados vienen
recibiendo todos los reconocimientos que merecen, pero otros son injustamente
marginados, lo cual refuerza aún más mi certeza de que en Perú no es suficiente
con escribir un buen libro y que bajo
esta línea muchas plumas de interés seguirán perdiéndose.
Cuento
En líneas generales no
hubo un cuentario descollante. Son pocos los que hoy apuestan seriamente por un
género que encierra la esencia de lo que es la excelencia narrativa, como bien
apunta Harold Bloom. Y en esta apuesta caen todos, incluso las voces mayores, y
no por inclinaciones y convicciones literarias, sino por estrategia comercial.
Es preferible ser un mal novelista, pero conocido, que un buen cuentista, pero
solo leído por los amigos. Sin embargo, recomiendo la lectura de los siguientes
títulos, que tienen la virtud de reflejar sólidas propuestas de sus jóvenes
hacedores: La muerte se sueña sola de
Paul Asto, Un perro yonqui de Armando
Alzamora y en especial El libro de los
pájaros negros de Jorge Casilla.
Poesía
En poesía seguimos
igual que desde mediados de los ochenta. Cuesta abajo. Más de un poeta, sea
joven o ya trajinado, debería dinamitar su ego y aceptar su inminente realidad:
su no condición de poeta. Para mi mala suerte, me ha tocado leer muchos
poemarios que no han soportado el más bienintencionado acercamiento. No
obstante, hemos tenido poemarios de mucho valor, que se encuentran a años luz
de ser los menos malos, si al año hubieran al menos quince o veinte títulos de
su misma factura, estaríamos empezando a recuperar las luces de décadas
anteriores.
Cuadernos
de quimioterapia de Victoria Guerrero es el poemario del
2012. Guerrero es hoy por hoy nuestra voz poética más sólida, su propuesta no
ha experimentado otra cosa que no sea el afianzamiento desde que se diera a
conocer a mediados de los noventa. Otros títulos que llamaron mi atención y que
obviamente recomiendo: El Nudo de Teresa
Cabrera, Los hombres rana de Rafael
Espinoza, Barlovento de Víctor Ruiz, Breve historia de la lírica inglesa de
Christian Briceño, Lumbra de Benggi
Bedoya y Los discutibles cuadernos de
Carlos Quenaya. Pues bien, una ligera mirada a estos poemarios, a excepción de
los de Cabrera y Espinoza, nos impide pasar por alto el excelente trabajo que
viene realizando Paracaídas Editores. Esto era lo que nos estaba faltando,
verdaderos editores de poesía, lectores, pues. Tampoco puedo dejar de consignar
la labor de Víctor Ruiz en la dirección de Lustra, literalmente este año la
rompió con pulcras y bellas ediciones de clásicos como T. S. Eliot, Perse,
Vallejo y Rilke. Pero no solo eso, nos entregó también una maravilla, título
capital de la poesía peruana contemporánea: la reedición de Tromba de agosto de Jorge Pimentel. Hay
que tener valentía para editar a Pimentel… Y siguiendo en las reediciones, hace
algunos días salió uno de los poemarios más queridos e inubicables de nuestra
tradición literaria, La tortuga ecuestre
de César Moro, por cuenta de Revuelta Editores. Moro se ha convertido en el
poeta peruano más leído y estudiado de los últimos años.
Lo
mejor
Quizá
mi escogencia a lo que considero lo mejor del año pueda parecer no menos que
caprichosa. Más aún tratándose de textos de no ficción. El primero, Viaje de ida de Fernando Ampuero. Aquí
Ampuero habla, principalmente, de sus escritores y libros favoritos, y consigue
lo que tanto se busca y no se logra: proyectar el gusto y compromiso del
lector, es decir: buscar esos libros y leerlos. Lo mejor de Ampuero, sin duda.
Y el segundo, que considero la publicación del año, que
dicho sea no es fruto de nuestra industria editorial, sino del buen ojo de la
gente de Ediciones Universidad Diego Portales de Chile, La caza sutil y otros textos de Julio Ramón Ribeyro. Esta edición
estuvo a cargo del periodista y narrador Diego Zúñiga, quien no solo rescata el
homónimo libro primigenio, publicado hace ya buen tiempo por Milla Batres, sino
que agrega una docena de ensayos y artículos que andaban desperdigados,
consiguiendo así, un nuevo libro que nos pone de manifiesto el gran nivel intelectual
y literario de quien aún después de muerto sigue siendo nuestro cuentista más
grande.
1 Comentarios:
Feliz año, Gabriel, que todo siga mejorando.
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