Aquí hay poesía
Es cierto que la poesía
peruana en los últimos treinta años (o quizá un poco más) experimenta un franca
caída libre. Ya no estamos en los decenios maravillosos, cuando la cantidad de
poemarios publicados no sentía divorcio alguno con la calidad. Ahora debemos
hurgar, dejar de lado los amiguismos o favores. Visto así, no digo gran cosa;
sin embargo hay repetirlo cuantas veces sea necesario. Hoy en día estamos en la
casi “nada” poética, “nada” repotenciada por los ánimos ocultos al momento de
valorar, se nos miente de manera descarada y pobres de aquellos que creen y
hacen suyas esas mentiras, entonces corremos el riesgo de seguir en el círculo
vicioso de la mediocridad, porque la poesía, muchacho/muchacha, no es solo
ritmo y efectismo verbal, es también compromiso vital con lo que escribes,
puesto que solo así, por más bueno, regular y malo que seas en tu comunión con
ella, llegarás a hacer algo mínimamente honesto.
Porque la poesía es
honestidad. En la poesía no hay lugar para lo falso. Un chorrito de falsedad
(posería), lo pudre todo. Así de simple. Así de dura y pendeja es la poesía, y
más aún la de nuestra tradición, quizá la mejor en castellano.
Semanas atrás leí el
último poemario de Victoria Guerrero, Cuadernos
de quimioterapia (Paracaídas Editores, 2012). Y lo volví a leer la noche de
ayer, motivado por la visita de un poeta, que admiro y respeto, con el que
estuve conversando de, vaya novedad, de poesía peruana contemporánea,
rememorando en algo las sesiones de su ya mítico taller de poesía que dirige,
algo más de dos décadas, en una universidad nacional.
Cuando hablamos de la
poética de Guerrero, coincidimos en una conclusión: Guerrero es lo más
importante que le ha pasado a la poesía peruana en los últimos treinta años. Su
poesía, ante cada entrega, no ha experimentado otra cosa que no sea el
fortalecimiento, proyectando en el lector una lozanía discursiva, haciéndola
más fresca y vigorosa, en comparación con otras propuestas –algunas de ellas, a
la fecha, canónicas o en vías de serlo – a las que no solo ya le han salido
canas, también visibles arrugas.
Hay que tenerlo en
cuenta desde ya: Guerrero debe figurar entre nuestras cinco voces poéticas
vivas más importantes. Claro, si incluimos a nuestros queridos muertitos,
estaría un “poco” más atrás. Pero esta es nuestra realidad, una grata realidad,
porque estamos ante una pluma que indefectiblemente tiene todos los requisitos
para dejar escuela, tradición personal; escuela y tradicional que estoy seguro
a ella no le interesa impartir. Porque es una poeta de verdad. Lo suyo es
escribir y lacerarse en la poesía, cimentar incomodidad en ella misma, disponer
del sufrimiento personal-familiar (ver el pequeño sobre que acompaña la
presente entrega), siendo este el único canal con el que atraviesa los tópicos
que le conocemos desde El mar, ese oscuro
porvenir, título bisagra en su obra. Tópicos que ya le conocemos, pero
ahora bajo una voz íntima que grita y llora, llevando la indignación y
decepción personales hacia una interpretación del mundo de hoy; hacia una
desacralización de referentes poéticos no solo en castellano; hacia una postura
política, porque estamos ante un poemario político; hacia una estado de
violenta contemplación ante las oleadas de las enfermedades, la enfermedad,
violenta contemplación que arde con la verdad de la palabra, su palabra.
Cuadernos
de quimioterapia, no apto para lectores fáciles, mucho
menos ingenuos.
1 Comentarios:
concuerdo contigo, la poesia peruano, junto con la española, quiza son las mejores del castellano. conocia de nombre a esta poeta. compraré inmediatamente su poemario, muchas gracias por el post
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