La poesía empieza por casa
Las antologías de
poesía son lo que más abundan en la literatura peruana. En ellas tenemos de
todo, absolutamente de todo. Para bien o para mal, son necesarias, fungen de
entes cartográficos. La historia de la poesía peruana está en sus antologías.
Allí vemos lo más grande, lo perdurable, como también las rutas torcidas de sus
antologadores, carcomidos de sentimientos menores. Lo mismo podría decirse de
las antologías disfrazadas de muestra, que por lo general suelen ser lo más
bajo e improvisado que pueda existir, salvo excepciones, salvo excepciones.
Hace un rato me
preguntaron por una antología representativa de la generación del sesenta. En
principio se me vino a la mente Los
nuevos (1967) de Leonidas Cevallos. Antología canónica, una suerte de
fotografía escrita de lo que pasaba en su contexto, que para algunos, entre los
que me incluyo, se hace necesario releer cuantas veces sea posible.
Tenía el libro en
cuestión en manos. Sin embargo, levanté la mirada y vi el lomo de Generación poética peruana del 60
(Universidad de Lima, 1998), de Edgar O´Hara y Carlos López Degregori. Conocía
ambos títulos. Y como tenía tiempo libre, me puse a hacer lo que hago en mi
tiempo libre: leer. En este sentido, para un lector no hay nada mejor que
comparar. La mayoría de las veces resulta estimulante hacerlo.
A comparación de Los nuevos, la presente antología,
disfrazada de muestra, tenía una ventaja, puesto que se forjó bajo un universo
ya establecido por el tiempo. Sus encargados tuvieron que escoger de lo bueno
que quedó de esa generación, es por ello que su selección, aparte de fuerte, no
experimenta el envejecimiento prematuro, envejecimiento prematuro que por momentos
contamina al florilegio de Cevallos.
En el prólogo, cuyo título
encabeza el post, se hace énfasis en los caminos recorridos hasta antes de la
salida de Los nuevos. Los nuevos significó
el punto de llegada, la meca, de lo transitado en cuanto a estilo y temática
durante los sesentas. Sus vates forjaron obra bajo el influjo de la “tradición
anglosajona y francesa (Pound, Eliot, Perse)”, poéticas no ajenas a las
convulsiones políticas y diferencias ideológicas, es decir una poesía política,
pero sin discurso político, en “solidaridad política con la imagen de la Cuba
revolucionaria”. Pues bien, y aunque no se diga ni en Los nuevos ni en esta antología disfrazada de muestra, queda en
evidencia la influencia mayor de estos otrora poetas sesenteros, al menos para
mí: Bob Dylan.
Ahora, lo que hace el
dúo de antólogos disfrazados de compiladores es más que plausible. Nos entregan
un amplio espectro de poemas referentes,
sueltos e incluso poemarios íntegros, a la fecha inubicables (no los
hallas ni en Mercadolibre)… En espera del
otoño de Javier Heraud, Las palomas y
la fuente de Mario Razzeto, Ausencias
y retardos de César Calvo, David
de Antonio Cisneros, Charlie Melnik
de Luis Hernández, Los encuentros de
Reynaldo Naranjo, Chloe de Antonio
Claros, Sol interior de Joaquín
Martínez Pizarro, Elogio de los
navegantes de Juan Ojeda, De la voz y
el estío de Raúl Bueno, Los días
hostiles de Carlos Henderson, Casa
nuestra de Marco Martos y En los
cínicos brazos de Mirko Lauer… A ellos se suman Rodolfo Hinostroza, Arturo
Corcuera, Luis Enrique Tord, Manuel Ibáñez Rosazza, Mercedes Ibáñez Rosazza, Julio
Ortega y Winston Orrillo.
Veinte poetas que nos
brindan un panorama completo, muy completo, de una década valiosa para la
tradición poética peruana. Es posible ver el trabajo de alfarería que se reconfigura en
cada uno de sus poemas, en ellos es posible notar no solo la sensibilidad, sino
también los nuevos cauces que en cuanto a forma van emprendiendo. Poesía de
aprendizaje, sin más, en franca búsqueda del yo poético y en onda con el “Arte
poética” de Heraud.
Toda selección viene
con sus límites. Un lector atento de poesía peruana se dará cuenta de que hay
algunas ausencias, pero el dúo de antólogos disfrazados de compiladores marcó
bien su criterio de escogencia, tejiendo un puente cronológico entre Corcuera
(1935) y Lauer (1947). A lo mejor una injusta arbitrariedad, pero en este caso
necesaria.
Este imprevisto acercamiento
hizo que volviera valorar lo que pensaba de ciertos poetas de esa generación, en
especial con aquellos que nunca he podido sintonizar: Corcuera, Naranjo,
Orillo, Hernández, Tord, Lauer y Martos. Y ahora sé, por milésima vez, porque
nunca me transmitieron nada.
Si Los nuevos es la cumbre, Generación
poética peruana del 60 es el sendero a esa cumbre. El paisaje que ofrece es
diverso y desafiante y el mero hecho de recorrerlo vale la pena. Como suena.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal