No escribe, cincela
Publicado en El último
lector – Lee por gusto, Perú 21
…
Empecemos:
Otras
disquisiciones (Lápix Editores, 2012), del reconocido
periodista Víctor Hurtado, es una publicación esencial,
digamos un libro fascinante, un digno expatriado de la sección Chauchilla que
toda biblioteca, así se precie de exquisita y ecléctica, no es libre de tener.
Se trata de uno que hay que tener a la mano, pero no cerca, su uso se justifica
una vez se hayan agotado todas nuestras referencias bibliográficas previas.
Aquí hay seriedad, pero también mucho relajo. Aquí no hay información, sino
estilo del bueno. Hay sabiduría, pero ante todo ironía.
Basta leer un par de
líneas para llegar a la certeza de que el autor ha leído y lee, al punto que podríamos
especular que le es imposible ver la vida sino es por medio de la lectura. A
esto podríamos añadir una patente sensibilidad de cascarrabias y un jodiente
ánimo festivo. Hurtado eleva la fugacidad del texto periodístico a un nivel literario
que se agradece. Algo así no veía desde Mal
menor de Jaime Bedoya.
La presente selección
de artículos y ensayos fueron publicados en diarios y revistas de Costa Rica,
en donde el autor reside desde hace muchos años. A medida que los leía,
pensaba, barajaba la idea, primero a manera de especulación, sobre la
continuidad de este tipo de textos en la prensa peruana, principalmente en el
periodismo de opinión. Leía, pasaba páginas y en principio dije que sí, a lo
mejor llevado por un incierto entusiasmo, pero luego acepté la realidad, que
no. Esta clase de textos no tienen lugar en nuestra prensa, y si tuvieran un
nicho, su publicación sería esporádica, a lo mucho tres en un semestre.
Basta ver nuestra
cartera de columnistas, la mayoría de los mismos obligados a usar un lenguaje
funcional, porque eso es lo que exige en teoría el discurso periodístico. En
esta cartera, sumemos también a uno que otro blogger, podemos encontrar a no
pocos escritores, para quienes su práctica significa un partido de
entrenamiento (o en todo caso, una pichanga), o sea, un descanso de las
hechuras mayores, de esos proyectos narrativos llamados a cambiar el devenir de
nuestra patética actualidad literaria. En apariencia, el periodismo frente a la
literatura, es, por donde se le mire, un oficio menor.
Por otra parte, y quien
lo niegue es porque es un habitante de Saturno, una columna de opinión es una
tribuna de autopromoción, en especial para las plumas de cierto reconocimiento,
atados a la obligación de presentar cualquier libro, sea el mamarracho que sea,
cada dos años; estos espacios les ayuda a no desaparecer del todo ante el
pueblo letrado. Están ahí sin estar, y eso es lo que les importa. Más de uno
anhela sus centímetros cuadrados. Allí está el poder. El periodismo como medio,
no como fin. He leído y leo los artículos de más de un destacado narrador local
en diarios, pero pocos, realmente pocos textos, van a quedar. La mayoría de esos
artículos mueren a las horas, sufren un letal envejecimiento prematuro. Solo
los capos pueden inyectar chispazos literarios en este mentado discurso
funcional. Se puede y para hacerlo hay que tener maña, tal y como lo hizo
Fernando Ampuero con Viaje de ida.
Es por ello que Hurtado
sorprende. Aunque no debería sorprender. Más de uno aún guarda en la memoria
lectora Pago de letras, pero esta
nueva publicación la supera en todo sentido. Vemos a un Hurtado más universal,
por decirlo de algún modo; ambicioso, y debido a esa ambición constatamos su
alcance, como también sus falencias, falencias no ligadas al defecto, por
cierto.
Si estuviéramos en un
partido de fulbito, Hurtado haría diabluras. Su prosa y su mirada ingeniosa, ni
hablar de su tendencia natural a la adjetivación, y si esta es zahiriente,
tanto mejor, hacen de él un 10 a la antigua, preocupado en las huachitas y los
autopases, siempre atento, pero sin prestar atención, al aplauso de la platea,
que sin duda lo aplaude, porque debido a su capacidad para los vericuetos
verbales, puede convertir el tópico más anodino en uno para recordar,
brindarnos otra mirada de los grandes clásicos de la literatura, de cómo es que
se debe leer en estos tiempos de prisas, de lo difícil que es ser uno mismo en
el baile de máscaras en que vivimos. Pues bien, en estas páginas también hay un
risueño mensaje subliminal que las recorre: leamos y no seamos estúpidos es su
consigna, su cruzada personal.
Pero las siete
secciones de OD pueden llegar a
cansar. 391 páginas en total. A todos nos gusta el ingenio, las huachitas, los
autopases, o lo que el talento pueda generar, pero en el exhibicionismo se
pierde demasiada esencia. Debió haber una selección y no una recopilación.
Tanto muestreo estilístico hizo que terminara extenuado y un tanto amargado de
la vida. Este libro hay que disfrutarlo como el vino, beberlo de a pocos; no
asumirlo como un vaso de chela. Este trago es otra cosa, una experiencia que
debemos conocer, pero no en un solo viaje, sino en visitas espaciadas.
1 Comentarios:
El tío conoce su chamba. Su libro está bueno, y aborda saberes muy diversos. Gracias por difundir a autores que no tienen mayor repercusión en nuestra pobre ciudad iletrada.
ET
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal