martes, agosto 06, 2013

Antes del puñetazo


Soy un consumidor compulsivo de entrevistas a escritores. Me refiero a las entrevistas-río. Una de las cosas que más me gusta de ellas es que hasta la pregunta más anodina puede depararte una gran lección, ya sea de vida, o literaria, como aquella pregunta de Jean Stein a Faulkner en The Paris Review, en la que se le pregunta si escribía a mano o a máquina. Faulkner no lo piensa mucho, su respuesta es como para darnos un tiro en la cabeza.
Esta clase de entrevistas no tienen nada que ver con lo que a menudo vemos en las páginas culturales de los diarios. Para los periodistas de turno, no es necesario leer la obra del autor en cuestión. Basta con googlear un poco y en base a una info al vuelo se crea un cuestionario que nos anuncia que poco o nada se puede esperar de las respuestas del interrogado. Obviamente, las entrevistas-río no son cosas de todos los días. La mayoría de las veces se requiere de muchos meses de preparación antes de su consumación. Este tipo de entrevistas, al menos para mí, son un género literario.
Entre los libros que compré en la pasada FIL y que leí días después mientras esperaba mi turno en el banco, devoré con fruición La novela en América Latina (Petroperú, 2013) de Vargas Llosa y García Márquez. Se trata de la cuarta edición de la histórica conversación entre Marito y Gabo, llevada a cabo en la UNI, el 5 y 7 de setiembre de 1967.
Nos transportamos, no en el tiempo, a los circuitos cerebrales y creativos de dos escritores latinoamericanos del siglo XX que han sobrevivido a las lecturas más críticas a las que puede quedar sujeta una poética. Se supone que la estrella es el escritor visitante, no menos conocido y reconocido es quien pregunta. En apariencia son distintos, pero por más diferencias que podamos percibir en ellos, queda claro que ambos, a su manera, son escritores deudores del realismo, que se alimentan y retroalimentan a través de la memoria, el primero desde la fuerza sensorial y el segundo desde el férreo análisis.
En más de un tramo, el colombiano se resiste a dar una explicación de cómo escribe, no brinda muchas luces sobre su método de trabajo. Cree pues que esa función le compete a los críticos y estudiosos de su obra, lo cual lo lleva a explayarse en aquellos estímulos externos tan denostados, principalmente, por los celadores literarios, estímulos que son toda una delicia para el lector ducho y común, un banquete que nos hace testigos de los respiros en los que cimenta el hechizo de su prosa. Por su parte, Marito no queda como un entrevistador entrenado en su tema, también esgrime ideas aún más redondas que las de su amigo y colega cada vez que este le brinda el pase. 
Por otra parte, la presente publicación sirve también como antesala a ese estudio monumental que el peruano publicaría cuatro años después, García Márquez: Historia de un deicidio. Una antesala signada por la amistad y admiración mutuas, cuando nadie imaginaba que las cosas entre ellos terminarían resquebrajándose a causa de un certero puñetazo.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Ya pues, suelta la respuesta de Faulkner a Stein que no todo el mundo la conoce y este servidor tampoco.

4:30 p.m.  

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