Antes del puñetazo
Soy un consumidor compulsivo de
entrevistas a escritores. Me refiero a las entrevistas-río. Una de las cosas
que más me gusta de ellas es que hasta la pregunta más anodina puede depararte
una gran lección, ya sea de vida, o literaria, como aquella pregunta de Jean
Stein a Faulkner en The Paris Review, en la que se le pregunta si escribía a
mano o a máquina. Faulkner no lo piensa mucho, su respuesta es como para darnos
un tiro en la cabeza.
Esta clase de entrevistas no tienen nada
que ver con lo que a menudo vemos en las páginas culturales de los diarios.
Para los periodistas de turno, no es necesario leer la obra del autor en
cuestión. Basta con googlear un poco y en base a una info al vuelo se crea un
cuestionario que nos anuncia que poco o nada se puede esperar de las respuestas
del interrogado. Obviamente, las entrevistas-río no son cosas de todos los
días. La mayoría de las veces se requiere de muchos meses de preparación antes
de su consumación. Este tipo de entrevistas, al menos para mí, son un género
literario.
Entre los libros que compré en la pasada
FIL y que leí días después mientras esperaba mi turno en el banco, devoré con
fruición La novela en América Latina
(Petroperú, 2013) de Vargas Llosa y García Márquez. Se trata de la cuarta
edición de la histórica conversación entre Marito y Gabo, llevada a cabo en la
UNI, el 5 y 7 de setiembre de 1967.
Nos transportamos, no en el tiempo, a
los circuitos cerebrales y creativos de dos escritores latinoamericanos del
siglo XX que han sobrevivido a las lecturas más críticas a las que puede quedar
sujeta una poética. Se supone que la estrella es el escritor visitante, no
menos conocido y reconocido es quien pregunta. En apariencia son distintos, pero
por más diferencias que podamos percibir en ellos, queda claro que ambos, a su
manera, son escritores deudores del realismo, que se alimentan y retroalimentan
a través de la memoria, el primero desde la fuerza sensorial y el segundo desde
el férreo análisis.
En más de un tramo, el colombiano se
resiste a dar una explicación de cómo escribe, no brinda muchas luces sobre su
método de trabajo. Cree pues que esa función le compete a los críticos y
estudiosos de su obra, lo cual lo lleva a explayarse en aquellos estímulos
externos tan denostados, principalmente, por los celadores literarios,
estímulos que son toda una delicia para el lector ducho y común, un banquete
que nos hace testigos de los respiros en los que cimenta el hechizo de su
prosa. Por su parte, Marito no queda como un entrevistador entrenado en su
tema, también esgrime ideas aún más redondas que las de su amigo y colega cada
vez que este le brinda el pase.
Por otra parte, la presente publicación
sirve también como antesala a ese estudio monumental que el peruano publicaría
cuatro años después, García Márquez:
Historia de un deicidio. Una antesala signada por la amistad y admiración
mutuas, cuando nadie imaginaba que las cosas entre ellos terminarían
resquebrajándose a causa de un certero puñetazo.
1 Comentarios:
Ya pues, suelta la respuesta de Faulkner a Stein que no todo el mundo la conoce y este servidor tampoco.
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