Mundo Ferré
Reseña publicada en Buensalvaje 7.
Cuando terminé de leer su penúltima
novela, la finalista del Premio Herralde de Novela 2009, Providence, supe que estaba ante un narrador distinto, que en
apariencia podría ser uno de la escuela argumental, es decir, de los que te
brindan una historia, mas lo que lo diferenciaba era el empleo de una gama de registros
discursivos que hacían de su texto una especie de viaje psicodélico hacia lo
más sórdido de la mente humana. Tiempo después leí su excelente novela La fiesta del asno y su profético ensayo
Mímesis y simulacro. Ensayos sobre la
realidad. Del Marqués de Sade a David Foster Wallace para confirmarlo.
Pues bien, su última novela Karnaval, con la que el autor se saca el
clavo al ganar el Herralde 2012, no hace
otra cosa que convocarnos a una genuina fiesta de desconciertos y excesos.
Tengamos en cuenta lo siguiente: Karnaval
es una novela realista. Karnaval no
es una novela realista. Karnaval es
por sobre todas las cosas un artefacto literario que nos brinda la posibilidad
de enfrentarnos a una realidad transformada, no exhibiendo los sucesos como
fueron, ni cómo pudieron ser, sino desde una mirada lateral, cercenando la
historia y a sus sujetos protagónicos en pos de la intensidad y nervio
narrativos que ningún texto literario que se precie de tal debe carecer.
Lo que hace Ferrer es partir de un
personaje real: el otrora todopoderoso del Fondo Monetario Internacional,
Dominique Strauss-Kahn, quien en 2011 fue arrestado en el aeropuerto John
Kennedy, acusado de violar a una mucama africana en un lujoso hotel de Nueva
York. Como bien sabemos, este suceso fue harto conocido en su momento y el
hombre de la billetera fue la comidilla en los salones y cafés, y la prensa no
dudó en sacar provecho de su vergüenza pública. En este sentido, Ferré no
aborda a su personaje, llamado DK, bajo el aliento de la novela con voluntad de
crónica, sino que lo parodia, lo vuelve sumamente plástico y frívolo. Nos
encontramos con un socialdemócrata “ejemplar” convertido en carne de cañón para
los ojos fisgones de los demás. Repudiamos su abusivo comportamiento sexual,
pero queremos saber detalles, puntos específicos de su memoria que nos brinden
las suficientes luces para saber por qué él es como es.
Ferré huye de la linealidad como si
fuera la peste. En esta apuesta formal descansa lo mejor de su poética, que de
la mano de la sensual densidad de su prosa, resulta en toda una bomba Molotov,
en la que todos los implicados, hasta los involuntarios, quieren participar.
Por medio de la multiplicidad de versiones la novela nos lleva al paroxismo,
muy especial en el documental “El agujero y el gusano” que el autor inserta en
la narración, en donde artistas e intelectuales de prestigio mundial, como
Roth, Houellebecq, Chomsky y muchos más, nos hablan del dios K. Karnaval es subrepticiamente una novela
política, una novela que denuncia sin denunciar, una novela actual e inspirada
en el aliento novelero del XIX pero escrita bajo los recursos discursivos del
XXI.
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