viernes, septiembre 13, 2013

Mundo Ferré


Reseña publicada en Buensalvaje 7.

 

 Si te consideras un lector voraz, ecléctico, y no has leído todavía al escritor español Juan Francisco Ferré, pues algo no debe estar bien en ti. Ferré es un autor que ya tiene el reconocimiento literario oficial que merece, pero le falta conquistar esa pequeña gran minoría de la República Letrada. No es un escritor para lectores iniciados, sino para escritores y lectores cuajados. Estamos ante una poética que necesita un pequeño empujón para ingresar en el imaginario del lector, una poética que una vez dentro hará lo que quiera con uno.
Cuando terminé de leer su penúltima novela, la finalista del Premio Herralde de Novela 2009, Providence, supe que estaba ante un narrador distinto, que en apariencia podría ser uno de la escuela argumental, es decir, de los que te brindan una historia, mas lo que lo diferenciaba era el empleo de una gama de registros discursivos que hacían de su texto una especie de viaje psicodélico hacia lo más sórdido de la mente humana. Tiempo después leí su excelente novela La fiesta del asno y su profético ensayo Mímesis y simulacro. Ensayos sobre la realidad. Del Marqués de Sade a David Foster Wallace para confirmarlo.
Pues bien, su última novela Karnaval, con la que el autor se saca el clavo al ganar el Herralde 2012,  no hace otra cosa que convocarnos a una genuina fiesta de desconciertos y excesos. Tengamos en cuenta lo siguiente: Karnaval es una novela realista. Karnaval no es una novela realista. Karnaval es por sobre todas las cosas un artefacto literario que nos brinda la posibilidad de enfrentarnos a una realidad transformada, no exhibiendo los sucesos como fueron, ni cómo pudieron ser, sino desde una mirada lateral, cercenando la historia y a sus sujetos protagónicos en pos de la intensidad y nervio narrativos que ningún texto literario que se precie de tal debe carecer.
Lo que hace Ferrer es partir de un personaje real: el otrora todopoderoso del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, quien en 2011 fue arrestado en el aeropuerto John Kennedy, acusado de violar a una mucama africana en un lujoso hotel de Nueva York. Como bien sabemos, este suceso fue harto conocido en su momento y el hombre de la billetera fue la comidilla en los salones y cafés, y la prensa no dudó en sacar provecho de su vergüenza pública. En este sentido, Ferré no aborda a su personaje, llamado DK, bajo el aliento de la novela con voluntad de crónica, sino que lo parodia, lo vuelve sumamente plástico y frívolo. Nos encontramos con un socialdemócrata “ejemplar” convertido en carne de cañón para los ojos fisgones de los demás. Repudiamos su abusivo comportamiento sexual, pero queremos saber detalles, puntos específicos de su memoria que nos brinden las suficientes luces para saber por qué él es como es.
Ferré huye de la linealidad como si fuera la peste. En esta apuesta formal descansa lo mejor de su poética, que de la mano de la sensual densidad de su prosa, resulta en toda una bomba Molotov, en la que todos los implicados, hasta los involuntarios, quieren participar. Por medio de la multiplicidad de versiones la novela nos lleva al paroxismo, muy especial en el documental “El agujero y el gusano” que el autor inserta en la narración, en donde artistas e intelectuales de prestigio mundial, como Roth, Houellebecq, Chomsky y muchos más, nos hablan del dios K. Karnaval es subrepticiamente una novela política, una novela que denuncia sin denunciar, una novela actual e inspirada en el aliento novelero del XIX pero escrita bajo los recursos discursivos del XXI.

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