martes, diciembre 17, 2013

narrar

Con Kubrick hay que estar más que agradecidos. 
De alguna u otra manera, sus películas quedan insertadas en nuestro imaginario, no solo cinematográfico, sino también vital. 
No creo que pueda conocer persona alguna que pase por alto la primera vez que vio La naranja mecánica o El resplandor
Así es, la primera vez. La primera vez que se vio una película de Kubrick. 
Yo aún recuerdo cuando vi La naranja mecánica en la Filmoteca de Lima, cuando esta quedaba en el Museo de Arte. Era un perdido sábado de junio de 1999 y aún siento la fuerza y la furia que no pude amainar en días. Fue una película que me dinamitó ciertas taras y no pocos prejuicios. 
Pero Kubrick no solo es un grande a partir de sus trabajos consagratorios. También lo fue desde sus comienzos, en esas películas aparentemente lineales y que no provocaban un mero análisis más allá de lo previsible. Felizmente, las cosas están cambiando. 
Debemos volver a la semilla de las poéticas. 
Eso es lo que me pasó hace poco con El beso del asesino (1955). Llevaba días pensando en los narradores, no solo literarios, también cinematográficos. Y también musicales. 
Me fue imposible no buscar esta película. Al principio creí que no la volvería a ver, simplemente no la encontraba, pero la encontré con ayuda de Silvestre, mi gato salvaje, que no dudó en meterse entre mis anaqueles de películas. 
No sé por qué pensaba en El beso del asesino. Pero pensaba en esta película. Era momento de someterla a un caprichoso escrutinio. 
Y vaya que sí pasó la prueba. 
Se trata de una película demasiado fresca, vigente,  contra lo que muchos podrían pensar. 
Un boxeador venido a menos. Una mujer irracional, y como tal, fatal. Un mandamás mafioso. El hilo conductor: la enajenación emocional y hormonal. Porque eso es lo que genera Gloria (Irene Kane), y por ella sufren Davy Gordon (Gloria Price) y Vicent Rapallo (Frank Silvera). 
El desamor y el afecto por interés. 
Como todo maestro, Kubrick saca provecho de sus personajes. En especial a Rapallo. ¿Qué hombre puede soportar las humillaciones ante una mujer que no lo ama y que cuando se ve sin salida, esta misma mujer le promete toda la fidelidad y una vida juntos que hasta hace no mucho rechazaba porque era un “viejo que olía mal”? 
Es que la película yace en la actuación de Silvera, no en la parejita que sella la historia con un beso, en un cantado final feliz. 
Kubrick la hace linda. 
No experimenta. 
Es más lineal de lo que podríamos pensar. Más de uno ha dicho que esta película era no más que un simple ejercicio del cineasta. A lo mejor. Pero en ese supuesto ejercicio y en la simpleza de su ejecución demostró que hasta para las historias más sencillas había que saber narrar. Conocer los secretos de la narración, partir de la médula, ir paso a paso, dominar lo básico que se enseña para después alterar el registro.

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Más que La naranja mecánica y la extraordinaria 2001, Odisea del espacio, Kubrick amó por sobre todos sus otros filmes, Barry Lyndon, película en la que centró su mayor ambición artística, según su propia declaración, y con la que perdió mucho dinero.

8:10 a.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

por supuesto, "BL" es quizá lo mejor de SK.
G

8:13 a.m.  

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