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Últimas horas en Arequipa luego de casi
dos semanas en las que he aprendido mucho. Al parecer, todo indica que voy a
regresar en los próximos meses y esa posibilidad me hace mucha ilusión.
Mientras alisto mis cosas, con el sol
seco colándose por la ventana, hago algunas llamadas y respondo algunos mails.
Entre estos últimos, un pata me pregunta por la movida literaria de la ciudad.
*
Antes de responderle, pienso en el sismo
de anoche. Me encontraba en cama, sorbiendo vino y viendo en la pantalla Joe, película que nos devuelve al mejor
Nicolas Cage. De esta película escribiré en los próximos días. Pues bien, yo
solo me muevo ni bien las cosas empiezan a caerse. Muchos huéspedes del hotel
salieron corriendo. Una vez pasado el temblor se quedaron hablando y el encargado
tocó mi puerta y al abrir me dio instrucciones de cómo abrir la puerta desde la
recepción del hotel, si en caso acaeciera otro remezón.
*
La pregunta de mi pata me llama la
atención. Es obvio, no vivo en esta ciudad como para dar una opinión sobre la
movida literaria local, y si en caso hubiera, poco o nada podría decir al
respecto, ya que no soy muy adepto a las movidas literarias. Sin embargo, de lo
que hablé con escritores y poetas, deduzco que se trata de una movida floja,
poco consistente, que presenta esporádicas presentaciones. Pero de esto no hay
de qué alarmarse, porque las movidas se arman, sea por generación espontánea o
planificándolas. Ahora, lo que sí me alegró es que aquí he podido encontrar
grandes lectores, de todas las edades, como ese par de chibolos de menos de 15
años que me preguntaron qué me parecía el Tristram Shandy de Sterne.
No todo está perdido, señores.
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