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Para variar, fuimos casi los últimos en
abandonar las instalaciones de la FIL. Ayer lunes fue un día de desgaste
físico, comprobé lo que venía sospechando, tanto la instalación y
desinstalación de los stands son cosa seria. Admiro pues a los experimentados que
instalan y desinstalan en cuestión de horas su stand, pero no me refiero a los
stands institucionales, menos a los de las editoriales independientes, que son
los más fáciles de armar y desarmar.
Llegué muy tarde a casa, demasiado
cansado, pero nada que no pueda recuperar con quince horas de sueño profundo,
más una despreocupación total por la vida, porque eso es lo que me interesa
para los próximos días, despreocuparme de la vida y no pensar en nada más que
en dormir.
Como he estado en días de intensa
actividad, no he podido postear con la frecuencia que me hubiese gustado, a
pesar de ello, y para bien, el blog no ha dejado de funcionar. Ahora, en los
próximos días subiré algunos textos que escribí y que no puedo postear porque
no encuentro el USB en donde los trabajé, uno de ellos es el texto de
presentación de Las siete bestias de
Crist Gutiérrez-Rodríguez y el otro va sobre unas notas al vuelo sobre la
novela negra en el Perú, esto en relación a mi participación en la FIL, que me
dejó algunas impresiones que estoy pensando en desarrollar o no, y no
precisamente para resaltar, como es el caso de la maratón de escritoras que se
celebró el lunes 28 de julio, que me dejó la sana pregunta: ¿quién se beneficia
con este tipo de reuniones que ya exudan el indudable tufillo de la demagogia?
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