viernes, septiembre 12, 2014

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Me encontraba en la librería cuando recibo la visita de un par de jóvenes lectores-narradores.
Confieso que me resulta curioso llamar a otros jóvenes cuando quien esto escribe aún sigue siendo joven, sumado a que no poca gente asegura que parezco de menos edad de la que en realidad tengo.
Me gusta conversar con estos lectores-narradores porque son muy buenos lectores, cuyas inquietudes no solo van hacia lo más selecto de la narrativa contemporánea, también siguen con interés el acontecer literario local, como de verdad debería seguirse, es decir, leyendo críticamente lo que se publica.
Y en eso estábamos, conversando de narrativa peruana última, poniéndonos al día. Hay títulos que aún no leo y ese detalle me llevaba a prestarles más atención.
No es que quiera adelantarme a los hechos, pero hasta no mucho mi opinión de la narrativa peruana última no era precisamente de las mejores. Conversaba con estos patas y les hice mención a una charla que ofrecí el año pasado en la universidad de San Marcos, en el marco de la Antisemana de la Literatura, en donde leí un texto extenso, el mismo que fue publicado en la revista de corazón villarrealino Distopía Literaria.
Durante un tiempo pensé que se me había pasado la mano con ese texto, en verdad se me pasa la mano en muchas cosas, pero felizmente el tiempo me fue dando la razón, porque suscribo lo dicho punto por punto de aquel texto, del que me siento satisfecho porque poco a poco se viene cumpliendo la profecía.
Les explicaba a este par de lectores-narradores el nacimiento de la idea central de ese texto, puesto que no fue producto del azar, sino producto de una autocrítica que empecé a hacerme segundos después de que mi buena amiga chilena Camila me dijera lo que pensaba de la narrativa peruana última, en Providencia, hace ya un par de años. Lo que ella dijo puede herir la susceptibilidad de más un orfebre local de la palabra, pero no lo diré por escrito, sino verbalmente, tal y como se los hice saber a los lectores-narradores.
*
Me alegra que ahora sí podamos decir que estamos viviendo una nueva eclosión narrativa, eclosión que no solo suscribe a los nuevos y no tan nuevos escritores, sino que en esta eclosión participan también participan los llamados consagrados.
Con lo que se viene publicando en lo que va del año, me doy por bien servido, hay suficientes títulos que sí me brindan la posibilidad de hacer un recuento en base a títulos que no dudaría en recomendar.
Se acabó pues la etapa oscura, que bien nos duró poco más de tres años.
Y solo nos queda disfrutar de esta eclosión, que ojalá dure un poco más. En lo personal, pienso estamos ante un milagro que nos aleja de las mentiras que nos deparan las argollas de las redes sociales, como la que veo en Facebook, en donde no hay escritor peruano malo, sino excelente, referencial y demás cojudez parecida. Estas mentiras se irán cayendo a pedazos. Los lectores no son idiotas, señores.

2 Comentarios:

Blogger Gabriel Canessa dijo...

Buen artículo, Gabriel. Quería preguntarte si ha llegado a tus manos El Misha, de Braulio Muñoz, la editó este año Estruendomudo con el Fondo Editorial de Nuevo Chimbote. Yo estoy a la mitad y me parece, a pesar de algunas fallas de corrección y edición, una novela con una técnica ambiciosa en la construcción, con varias voces que se encadenan para contar una historia que logra enganchar al lector. Me gustaría leer tu opinión sobre esta novela que ha pasado un poco desapercibida entre los medios críticos. Un abrazo.

9:08 p.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

hola Gabriel
no, aún no leo la novela que mencionas,
gracias por ponerla en el radar
abrazo
G

9:27 p.m.  

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