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En mucho tiempo no leía un libro de
cuentos de semejante contundencia. Un cuentario epifánico que nos revela a un
autor al que, sin duda, haríamos bien en comenzar a rastrear.
Me refiero a Flores nuevas (Montacerdos, 2014) del narrador argentino Federico Falco.
A Falco lo ubicaba por haber sido uno de
los seleccionados por la revista Granta como uno de los mejores narradores en
lengua española menores de 35 años. Pero esa discutible selección no hizo que
le prestara atención, de haber sido así, habría cometido un acto de soberana
irresponsabilidad, patentizado en un trepadismo literario que lamentablemente
vienen llevando a cabo no pocos narradores y narradoras aquí en el sur, que
buscan congraciarse con cada con uno de los Granta Boys, callando lo que verdaderamente
piensan de ellos, en cuanto a lo literario, claro está.
A César lo que es del César. Sí. Sin esa
selección de Granta no habría tenido idea de la existencia de Falco, a quien
empecé a seguir de forma intermitente, quizá no muy animado, porque no me
resultaba posible tener una idea cabal de su poética partiendo de antologías y
relatos publicados en revistas, pero de quién sí podía percibir una poética
peculiar, tan peculiar que lo diferenciaba de casi todos sus compañeros
generacionales latinoamericanos, puesto que en esa poética sí era posible detectar
una atmósfera cargada, medio a lo Far West, que teñía su escritura, es decir,
su estilo y mirada.
Felizmente, la oportunidad llegó y ahora
sí puedo decir que Falco es un narrador que bien puede jactarse de tres
relatos, de los seis que nos presenta, que le asegurarán un lugar en el
imaginario de la narrativa en español por un par de generaciones más. Me
refiero a “Asiático”, “El cementerio perfecto” y el homónimo que titula la
publicación.
Tres cuentos de largo aliento, pero como
tales no regidos bajo las inalterables leyes de la relojería, sino que el autor
demuestra que conoce la tradición de esta relojería, pero la conoce no para
depender de ella, sino para darle vuelta y sacar adelante una propuesta
personal que conmueve y aturde al lector mediante universos alejados de la
ciudad y con personajes que traspasan las fronteras de la lógica, sumidos en
algunos casos en la pasividad del azar.
Espacios y sensibilidades en constante
conflicto. Es que Falco no se hace problemas, no va contra lo inalterable, por
ahí no es el camino de la originalidad y la verdad, sino en que consigue no
poco repotenciando la consabida idea de que el hombre no puede ser ajeno a su
contexto, sin importar si este hombre haya crecido en él o no. Es por ello que
en cada página de los seis relatos tenemos la sensación de que algo va a pasar,
pero ese algo no viene asociado a los meandros de la trama, sino, por ejemplo,
a la conducta repentina, por demás violenta, como bien apreciamos en
“Asiático”.
Con narradores como Falco, podemos estar
tranquilos. No todo es mentira ni globos inflados, ni lustrabotismo estratégico,
ni besamanos vergonzantes, en la narrativa latinoamericana actual. Por eso,
querido lector, no demores ni bien termines de leer esta reseña, corre ya a
leer a este tremendo narrador.
…
Publicado en Siglo XXI
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