lunes, octubre 06, 2014

151


Ayer domingo me levanté tarde, tomé una buena taza de café para despertarme un poco. Como nunca tenía sueño, sueño muy pesado. Pensé en lo que había hecho el día anterior y ninguna actividad realizada podía justificar el cansancio que sentía. Entonces volví a servirme otra taza de café y sin más me metí a la ducha.
Se supone que era de mañana pero no sabía qué hora era. Ni me importaba. Lo único que quería era ponerme al día en algunos textos que debía terminar, la idea era redondearlos y así seguir durmiendo luego del almuerzo. Por un momento vi por la ventana de la puerta trasera de mi casa, puerta que me conecta directamente a la vereda de un parque enrejado, parque por el que cruzaban muchas personas, algunas solas, otras cariñosamente acompañadas, como también las que iban en familia.
A buena hora decidí no ir a votar.
Es la segunda vez que no voto, pero ahora se trata de una decisión feliz, calmada, como la del año pasado, cuando se debía elegir a los regidores de los municipios, gracia que nos había dejado la Revocatoria. En esos días me encontraba disfrutando de Pozuzo, llevando a su punto más alto mi viaje de placer, que me había permitido conocer tres cascadas cubiertas por el follaje, las que, felizmente, aún no son explotadas por el turismo.
El domingo que debíamos regresar calzaba con la votación de los regidores. Teníamos planeado regresar ese día, siguiendo los consejos de un anciano alemán, quien días antes nos había dicho que lo mejor para viajar, en seguridad y comodidad, era hacerlo en auto, no en bus, puesto que el bus no es seguro en carreteras tan estrechas y sinuosas. Sería pues un viaje largo pero seguro, que según mis cálculos, me permitiría llegar a tiempo para votar y así evadir la multa por no hacerlo, porque como bien sabrá el lector no peruano del blog, aquí en Perú te multan si no vas a votar.
Nos levantamos temprano y tomamos un colectivo que en cuatro horas nos dejó en Oxapampa. Eran las ocho de la mañana y el sol amenazaba, discutimos si tomábamos desayuno en Oxapampa o en La Merced. Decidimos desayunar en La Merced y tomamos un auto.
Ese trayecto, de Oxapampa a La Merced, aún permanece en mi memoria visual. No es la mejor imagen que conservo de aquel viaje, pero la imponencia verde, tostada por el sol, que veíamos a medida que viajábamos en la carretera serpenteante que se abría paso por las montañas hizo que mandara a la mierda el apuro que sentía, un apuro por demás idiota, insustancial, apuro que no me permitía disfrutar de los momentos mágicos que me regalaba el paisaje selvático.
Le pedimos al chofer que se detuviera un rato. Bajamos del auto y nos pusimos a fumar y a tomar fotos. También dimos cuenta de una botella de vino blanco que compramos en Pozuzo. Haríamos el regreso en paz, disfrutando de lo que se podía de la Merced, como también de Tarma, de donde tomaríamos una van a Lima.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal