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Días atrás dije que estaba leyendo una
novela de Joseph Roth que no había leído.
Hace mucho tiempo le dediqué una buena
temporada a leer y releer los libros de este austriaco por demás influyente.
En más de una ocasión he llegado a
pensar en una sospecha de bases razonables/personales: si hay un narrador
presente en las grandes plumas de nuestro tiempo, esas plumas que gozan de esa
agradecida franqueza de los lectores, ese narrador es precisamente Roth.
Gracias a los azares de la vida, llegó a
mis manos la novelita El peso falso,
en una bella edición de Siruela en tapa dura. No niego que en principio tuve
algunos reparos debido a un prejuicio que sentí ni bien la empecé a picar
caprichosamente.
La leería, de hecho, pero no
inmediatamente, me decía. La tenía cerca, esperando el tiempo que le dedicaría
y felizmente ese tiempo llegó en estos días en los que la pasé durmiendo,
leyendo y viendo películas.
Pese a su engañosa brevedad, El peso falso es una de las mejores
novelas que haya podido leer de Roth. Al momento de leerla pensaba y recordaba
las lejanas semanas que me dediqué a leerlo a sugerencia de una amiga que
estudiaba alemán. El peso falso
encapsula lo mejor de esta poética que se distingue por la claridad y tersura
de la prosa, en aquello que muy bien se llama como compleja sencillez.
Su protagonista, Anselm Eibenschutz,
pertenece a esa privilegiada estirpe de fisonomías morales que las llevaremos
por siempre. Le pasa de todo, sufre los más vergonzosos vejámenes, pero este
sigue persistiendo, como si luchara contra la modorra y la apatía
existenciales. A pesar de las desgracias, percibo en Anselm una suerte de
aceptación resignada de la nefasta realidad que no deja de hacerlo una
permanente víctima de agresiones cósmicas que asume con el más profundo de los
optimismos, como si en esa lucha estuviera la razón que le permitiera
sobrevivir.
Roth no deja de sorprender. Asistimos a
la diáfana complejidad de su prosa nutrida de poesía seca, que no nos lleva a
leer, sino a saborear el secreto que sentimos en los silencios, en esos
pincelazos que se nos revelan como si fueran sotos eléctricos en medio de una
historia que se anuncia de trágica desde su primer párrafo.
Esta debe ser una de las novelas cortas
que más me he demorado en leer. La he leído como si se tratara de una novela elefantiásica,
haciendo apuntes, manteniéndome alerta y así cimentar la esperanza de encontrar
o, en todo caso, acercarme lo más posible a su secreto.
De vez en cuando, se me hace necesario
acceder a las sobredosis de la gran literatura, pero la experiencia me enseña
que poco o nada se obtiene cuando te pones a buscar esa sobredosis. Es la gran
literatura la que te encuentra y te salva con el orden y golpe de la ficción.
Ocurre que son pocas las lecturas que
últimamente me insertan en una dimensión distinta. La presente lectura la he
sentido como una llamada de atención a retroceder, a no olvidar esa época en la
que te formabas y reforzabas como lector, sintiéndote alguien más iluminado
cada vez que cerrabas un libro. Eso pues: El
peso falso me dejó iluminado en medio de una secuela de tragedias
emocionales que signaban a Anselm Eibenschutz.
6 Comentarios:
Carajo, al fin me hiciste caso. Años diciéndote que dejes de leer a Alonso Cueto, a Gamboa y a Phillip Roth para que leas al maestro Joseph Roth. La vedad y la iluminación tardan pero llegan. Bien por tí, calichín. Ahora, no te quedes solo en esa (que fue la primera que leí del maestro hace unos 7 años) y lee todo lo demás. Toda su obra está traducida. Toda es igualmente hermosa y genial.
jajajaja
fuerte abrazo, Jorge
mi amigo Jorge, "El semillero", reportando desde las instalaciones del Don Lucho.
Don Lucho desde las 7 de la noche. Ahorita leyendo toda la bibliografía de Hrabal :) Pero me di un pequeño tiempito para husmear en tu blog.
Corrección: Don Lucho abre desde las 8 am.
no confundas a la gente.
tú eres hincha del blog
Soy hincha de Universitario de Deportes. Y me refería que voy a Don Lucho a las 7 pm pe, para encontrarme con todos los poetas :D
tienes que referirte bien, pues semillero.
no confundas.
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