domingo, noviembre 09, 2014

178

Llego a casa algo cansado, pero muy satisfecho y feliz. 
Esta madrugada de domingo se presenta ideal para el provecho del insomnio, lo que me da tranquilidad pero también preocupación puesto que muy temprano saldré a correr, cosa que así mataré en algo todo el veneno que recorre mi cuerpo. 
He abusado de la buena comida, he comido y vengo comiendo como todo un voraz adiposo. Me he entregado a los placeres gustativos y al saboreo lento. 
Aprovecho pues en revisar mi correo electrónico. También me conecto al Face para ver algunos mensajes de Inbox. 
En Face uno de mis contactos me brinda un enlace a una entrevista a Matías Rivas, el director de Ediciones Universidad Diego Portales, o Ediciones UDP, a secas. 
Leo la entrevista. 
Me es imposible no comparar. 
O sea, me pregunto si habrá en el Perú algún editor que al menos pueda exhibir la vigésima parte de Rivas. 
No es la primera vez que leo/veo/escucho una entrevista a este editor, de quien puedo decir que, aparte de tener las cosas claras como editor, es coherente en sus facetas literarias e intelectuales. No le huye a la discrepancia y mientras siga fundamentando sus posturas, bien puede opinar de lo que guste sin importar de a quién vayan a incomodar sus opiniones. 
Como dije, me es imposible no comparar. 
Y me apena hacerlo, porque tengo muchos conocidos y algunos amigos editores. 
El punto es tan triste como simple: no tenemos editores que apuesten por un compromiso real en pos de la difusión del consumo del libro y el hábito de la lectura. 
Todo indica que en vez de editores humanistas, lo que tenemos son más bien editores tecnócratas. Peor aún: tenemos editores a los que les importa más las relaciones públicas. En esta clasificación no se salva ninguno, absolutamente nadie. 
Basta verlos, escucharlos, leer sus comunicados para darse cuenta de que cuidan muy bien sus palabras, con mayor razón cuando se trata de una posible dádiva del poder político de turno. Por ejemplo: no me sorprende su nulo cuestionamiento a la nefasta política del Ministerio de Cultura, que tiene una Dirección del Libro y la Lectura que más parece un centro de lobbistas que uno en el que deberían discutirse políticas que ayuden a hacer accesible el libro a los hombres y mujeres del país. 
La manera en la que ha estado obrando esta Dirección del Libro y la Lectura es, por decirlo suave, pésima. Los editores peruanos lo saben bien, pero callan. Este silencio no obedece a una falta de recursos intelectuales que les impida forjar quejas razonables y propuestas realistas. No, ese silencio es por demás rastrero y acomplejado, con una mano extendida y la otra detrás. Por esas benditas dádivas son capaces de aguantar los más crudos vejámenes y humillaciones y los más abiertos ninguneos.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal