214
Me levanto tarde, relativamente tarde.
Sé que no abriré la librería.
Anoche hacía zapping y encontré en Fox
Classics una película de 1987, No Way Out,
dirigida por Roger Donaldson, de quien no había escuchado absolutamente nada.
No así de con sus protagonistas Kevin Costner, Gene Hackman, Sean Young y Will
Patton.
No me arrepentí de haber dejado para
después el docudrama de Nick Cave. Siempre, cada vez que empiezo el año, quiero
hacerlo con divertimento. No, no es que me superficialice, por allí no va mi
tema, lo que pasa es que necesito llegar lo más fresco y despejado de mente
para recién nutrirme de registros un poco más densos, debo ser un recipiente
vacío. Como un recipiente vacío empiezo todos los años, o trato, en última
opción, de empezar vacío, sin ninguna carga y de esta manera dejarme llevar.
Después de ver la película me serví un
café y comencé a revisar mi cuenta de Facebook y mi correo electrónico. Más de
un amigo me felicitó por el recuento literario que se publicó en LPG. Primero,
agradezco a las personas que les ha gustado el recuento, como también a los que
no les gustó y que gracias a ello se han dedicado a insultarme a diestra y
siniestra, aprovechando la valentía que ofrece el medio virtual. Pero no me hago
problemas, que cunda el amor y la paz en las letras peruanas del 2015.
Que quede claro: no me considero crítico
literario. No paso más allá de la mera impresión y he recalcado ese detalle más
de una vez. Ocurre que hay ciertos personajillos que se sienten amenazados,
cuando no deberían estarlo, porque no hay ninguna amenaza de mi parte, así que
por el bien de ellos, en lugar de ver cosas donde no las hay, deberían
preocuparse por su falta de credibilidad y legitimidad en sus opiniones
literarias, que, felizmente, no es mi problema.
Lo que sí lamento es no haber sido del
todo justo con algunos títulos. Como bien indiqué hace algunos días, este
asunto de los recuentos es una guerra contra el olvido. Mientras respondía
algunos mails, caí en la cuenta de que me había olvidado de una novela que me
había gustado; pese a sus imperfecciones, El
hombre de Pompeya de Carlos García Miranda tuvo que ser incluida en mi
recuento. Me pregunté por qué la omití si era una novela que la tenía presente
antes de mi sentada de tres horas. Busqué, como siempre hago en estas
circunstancias, culpables. Había que dar con los factores externos que siempre
aturden la zona sensible de mi memoria emocional. Como siempre, la culpa fue
del Golden Acapulco.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal