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Hace una semana Yesenia y yo fuimos a
una exposición de pintura y escultura en un local de Camaná.
Más de una vez he estado en ese local,
ubicado en el sótano de un edificio, en donde se han realizado conciertos,
presentaciones de libros y festivales de poesía. En Savarín Arte Total siempre tienen lugar este tipo de
manifestaciones artísticas, además, no allí eres presa de miradas acusatorias
si cometes el pecado de ir con una chela en lata en la mano.
En la exposición En tu nombre tenemos una serie de pinturas y esculturas hechas por
los presos que formaron parte de Sendero Luminoso. No sabía de qué iba la expo,
pero ni bien vi la escultura de Elena Iparraguirre, me di cuenta de qué iba,
cosa que en lugar de molestarme e indignarme, encendió aún más mi curiosidad.
Recorríamos la exposición cuando una
joven, quizá de no más de veinte años y muy bajita, nos preguntó si deseábamos
una visita guiada. Le dijimos que sí y con ella estuvimos recorriendo y
hablando de cada una de las pinturas y esculturas.
No había nada de malo en la exposición.
No hay gente más alejada de mi pensamiento político e ideológico que todo aquel
que simpatice con Sendero, pero ello no me impedía poder apreciar el arte que
sus presos han forjado en tantos años de encierro. Claro, había que hacer un
esfuerzo mayor al habitual, encontrar pues el arte en esas pinturas y esculturas, arte que brilaba por su ausencia, sobre todo en las pinturas y
esculturas de Elena Iparraguirre. Sin embargo, en algunas pinturas y esculturas
sí podía ver una sensibilidad, una propuesta artística no libre del pensamiento
que la motivaba.
Nos gustaron varias pinturas. Muchas
estaban a la venta y las que nos interesaban ya se habían vendido. Cuando nos
preguntaron si queríamos participar de una rifa en la que se sortearían algunas
pinturas, aceptamos y compramos varios tickets. Mientras la chica llenaba
nuestros datos, sentimos la mirada de algunas personas, seguramente familiares
de los presos, pero no nos hicimos problemas, porque no hacíamos nada malo. Por
un momento pensé que nos podían confundir con un par de agentes infiltrados del
Servicio de Inteligencia. Para paranoicos los filosenderistas son campeones.
Me detuve a ver los títulos de los
libros disponibles en una mesita de exposición, algunos de ellos estaban a la
venta, pero otros no, como el de Maritza Garrido Lecca, en cuyo libro nos
brindaba técnicas de relajación y métodos contra el estrés. Nada del otro
mundo.
Salimos de la exposición.
Horas después pensé en lo necesaria que
es la libertad de expresión. Hasta los senderistas tienen derecho a expresarse,
no importa si sus ideas sintonicen o no con las de uno. Bien sabemos que la
valoración artística es otra cosa, otra dimensión en la que solo sobreviven y
destacan los elegidos. Y en la exposición En
tu nombre solo sobrevivían un par, no más.
Quien esto escribe no vio en ningún
momento una apología a Sendero Luminoso. Obvio, había en las pinturas y
esculturas un evidente espíritu rojo, como lo puede haber en toda manifestación
artística de la zurda, la derecha y la zurda-derecha. No había pues un llamado
a nada, ni a las armas, ni a manifestarse, ni a la lucha revolucionaria.
Hace unas horas me acordé de que hoy
viernes es lo de la rifa, entonces me pongo a buscar alguna información, algo
tan sencillo como la hora en la que se haría. Buscaba y cruzaba información,
cuando encuentro este video en donde Daniel Urresti se agarra a picotazos con
el abogado de Abimael Guzmán, a metro y medio de Savarín Arte Total. Pulsé play.
Bueno, no hay que ser un virtuoso del
pensamiento para poner en evidencia la matonería de Urresti, que le ha hecho un
involuntario gran favor a una exposición de la que nadie estaba hablando porque
no había mucho que hablar de ella en cuanto a propuesta artística, a no ser por
el detalle de que eran pinturas y esculturas de senderistas en cárcel, detalle
del que tampoco nadie hablaba.
Ver a Urresti me hace pensar en una
verdad ahora implícita: la guerra contra Sendero está muy bien ganada en las
armas. No hay que cuestionar esa verdad. Pero lo que han olvidado militares
como Urresti, es que la guerra en el discurso no está del todo desarrollada. El
discurso de Sendero es endeble, tiene grietas que no se aprovechan. No se
aprovechan esas grietas por ignorancia, porque se cree que la ley del caballazo
es la que va a imperar. Hay que tener cuidado con la ley del caballazo, que no
sirve de nada en cuestiones de discursos, la ley del caballazo hace ver como
“pobrecitos” a los que no lo son.
Yo, si tuviera el cargo de Urresti, voy
a la exposición, callado nomás, sin tanta alharaca y compro mi rifa si es que
me interesa alguna pintura. Y me quito riéndome.
Solo espero no encontrar un contingente
policial cuando vaya a ganarme mi pintura, porque voy a la fija, a ganarme la
pintura que quiero pegar en la pared de mi habitación. Pero si encuentro un
contingente policial, contingente que bien podría ser más útil en la lucha
contra la delincuencia, por ejemplo, no tendré la más mínima duda de que
Urresti se habrá coronado de esforzado promotor cultural.
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