viernes, diciembre 26, 2014

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Hace una semana Yesenia y yo fuimos a una exposición de pintura y escultura en un local de Camaná.
Más de una vez he estado en ese local, ubicado en el sótano de un edificio, en donde se han realizado conciertos, presentaciones de libros y festivales de poesía. En Savarín Arte Total siempre tienen lugar este tipo de manifestaciones artísticas, además, no allí eres presa de miradas acusatorias si cometes el pecado de ir con una chela en lata en la mano.
En la exposición En tu nombre tenemos una serie de pinturas y esculturas hechas por los presos que formaron parte de Sendero Luminoso. No sabía de qué iba la expo, pero ni bien vi la escultura de Elena Iparraguirre, me di cuenta de qué iba, cosa que en lugar de molestarme e indignarme, encendió aún más mi curiosidad.
Recorríamos la exposición cuando una joven, quizá de no más de veinte años y muy bajita, nos preguntó si deseábamos una visita guiada. Le dijimos que sí y con ella estuvimos recorriendo y hablando de cada una de las pinturas y esculturas.
No había nada de malo en la exposición. No hay gente más alejada de mi pensamiento político e ideológico que todo aquel que simpatice con Sendero, pero ello no me impedía poder apreciar el arte que sus presos han forjado en tantos años de encierro. Claro, había que hacer un esfuerzo mayor al habitual, encontrar pues el arte en esas pinturas y esculturas, arte que brilaba por su ausencia, sobre todo en las pinturas y esculturas de Elena Iparraguirre. Sin embargo, en algunas pinturas y esculturas sí podía ver una sensibilidad, una propuesta artística no libre del pensamiento que la motivaba.
Nos gustaron varias pinturas. Muchas estaban a la venta y las que nos interesaban ya se habían vendido. Cuando nos preguntaron si queríamos participar de una rifa en la que se sortearían algunas pinturas, aceptamos y compramos varios tickets. Mientras la chica llenaba nuestros datos, sentimos la mirada de algunas personas, seguramente familiares de los presos, pero no nos hicimos problemas, porque no hacíamos nada malo. Por un momento pensé que nos podían confundir con un par de agentes infiltrados del Servicio de Inteligencia. Para paranoicos los filosenderistas son campeones.
Me detuve a ver los títulos de los libros disponibles en una mesita de exposición, algunos de ellos estaban a la venta, pero otros no, como el de Maritza Garrido Lecca, en cuyo libro nos brindaba técnicas de relajación y métodos contra el estrés. Nada del otro mundo.
Salimos de la exposición.
Horas después pensé en lo necesaria que es la libertad de expresión. Hasta los senderistas tienen derecho a expresarse, no importa si sus ideas sintonicen o no con las de uno. Bien sabemos que la valoración artística es otra cosa, otra dimensión en la que solo sobreviven y destacan los elegidos. Y en la exposición En tu nombre solo sobrevivían un par, no más.
Quien esto escribe no vio en ningún momento una apología a Sendero Luminoso. Obvio, había en las pinturas y esculturas un evidente espíritu rojo, como lo puede haber en toda manifestación artística de la zurda, la derecha y la zurda-derecha. No había pues un llamado a nada, ni a las armas, ni a manifestarse, ni a la lucha revolucionaria.
Hace unas horas me acordé de que hoy viernes es lo de la rifa, entonces me pongo a buscar alguna información, algo tan sencillo como la hora en la que se haría. Buscaba y cruzaba información, cuando encuentro este video en donde Daniel Urresti se agarra a picotazos con el abogado de Abimael Guzmán, a metro y medio de Savarín Arte Total. Pulsé play.
Bueno, no hay que ser un virtuoso del pensamiento para poner en evidencia la matonería de Urresti, que le ha hecho un involuntario gran favor a una exposición de la que nadie estaba hablando porque no había mucho que hablar de ella en cuanto a propuesta artística, a no ser por el detalle de que eran pinturas y esculturas de senderistas en cárcel, detalle del que tampoco nadie hablaba.
Ver a Urresti me hace pensar en una verdad ahora implícita: la guerra contra Sendero está muy bien ganada en las armas. No hay que cuestionar esa verdad. Pero lo que han olvidado militares como Urresti, es que la guerra en el discurso no está del todo desarrollada. El discurso de Sendero es endeble, tiene grietas que no se aprovechan. No se aprovechan esas grietas por ignorancia, porque se cree que la ley del caballazo es la que va a imperar. Hay que tener cuidado con la ley del caballazo, que no sirve de nada en cuestiones de discursos, la ley del caballazo hace ver como “pobrecitos” a los que no lo son.
Yo, si tuviera el cargo de Urresti, voy a la exposición, callado nomás, sin tanta alharaca y compro mi rifa si es que me interesa alguna pintura. Y me quito riéndome.
Solo espero no encontrar un contingente policial cuando vaya a ganarme mi pintura, porque voy a la fija, a ganarme la pintura que quiero pegar en la pared de mi habitación. Pero si encuentro un contingente policial, contingente que bien podría ser más útil en la lucha contra la delincuencia, por ejemplo, no tendré la más mínima duda de que Urresti se habrá coronado de esforzado promotor cultural.

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